Recibo una carta de mis editores de S.M., y en ella me dicen que acaban de enviar a la imprenta la cuarta edición de mi libro "Escribir. Manual de técnicas narrativas". Con la edición del Círculo de Lectores, ya suman más de 18.000 ejemplares, que para un libro de ensayo sobre la escritura de ficción, es un buen montón de libros.
Claro, todo es relativo, porque si lo comparo conmigo mismo, con las novelas juveniles que tengo publicadas en las colecciones Alta Mar y El barco de vapor, de Bruño y SM (Abdel; Devuélveme el anillo, pelo cepillo; El Club del camaleón; Un secuestro de película; Renata y el mago Pintón), pues resulta que 18.000 ejemplares no son tantos, porque la suma de ejemplares editados de mis cinco novelas juveniles sobrepasan el medio millón de libros, aparte de las traducciones. Alguna vez he tratado de imaginar a todos los lectores juntos, y acojona. Y si están cabreados, ya ni te cuento. Eso son muchos libros, aquí y en la China de Mao. Es la suma de todas las ediciones de los últimos 16 años, es verdad, pero con eso sí se puede vivir de los derechos de autor, qué duda cabe. ¿Por qué te piensas, si no, que puedo vivir aquí, en el campo, dedicado a escribir? Pues sí, por eso.
Pero me llaman más la atención los 18.000 libros de "Escribir", porque en los años que he estado dando clases en el Taller de Escritura, sumando todos mis alumnos y alumnas, y los alumnos de mis alumnos, no creo que lleguen a 3.000. Es verdad que todos vivían en Madrid (bueno, casi todos, porque hay medio centenar Online, y otros que arriesgaban una vez a la semana su cuerpo en la carretera para acudir a las clases desde Valladolid, Bilbao, Ciudad Real o Cuenca). Quedan por lo tanto, y de eso me alegro más que nadie, unos cuantos miles que escriben por su cuenta, francotiradores anarquistas, que buscan asesoría en los anaqueles de las librerías, leyendo mi libro "Escribir", o "La práctica del relato" de mi amigo Ángel Zapata, o "El arte de la ficción" de John Gardner, o "El gozo de escribir" de Natalie Goldberg, o tantos otros. Eso está muy bien. Es cierto que yo he aconsejado a dos o tres mil, directamente, semana tras semana, y conservo de todos ellos su amistad y sus dedicatorias como el mayor tesoro de mi biblioteca, pero saber que hay 15.000 más, y muchos más, que aprenden día a día directamente de Poe, de Chéjov, de Henry James, de Cortázar, de Rilke, de Vargas Llosa, de Carver, de Stevenson y de Monterroso, me reconcilia una vez más con todos los autodidactas.
No hay caminos cerrados: solo se necesita tener ganas de explorarlos.
13 comentarios:
Hola! Le he estado echando un vistazo a tu blog. Me gusta. Volveré!
Madre, qué miedo. Y qué hacemos si vienen los 18.000 o un millón. Vale, Enrique vive en el campo,sí. Pero mu, mu lejos.
Qué "ilu", soy una de esas quince mil.
Ya te haré progapanda, ya...
Cuando ingresaron a mi amigo Klaus en Urgencias Psiquiátricas del Hospital Universitario
de La Laguna le llevamos un par de libros y unos chocalates. Era una habitación grande y
sin ventanas en la que seis personas se aburrían, fuertemente medicadas, delante de un
televisor, unos juegos de mesa y una estantería con unos libros a los que nadie hacía
caso. El pobre Klaus es muy goloso pero muy buena gente por lo que, aunque se llenaba la
boca de chocolate, no podía evitar que sus compañeros de infortunio le birlasen delante
de sus narices los bombones. Sin embargo lo que más me sorprendió, en la segunda visita ,
fué un par de internados que se disputaban con malos modos uno de los libritos que le
había llevado a Klaus: Abdel. Ambos decían que lo estaban leyendo primero. El más bruto
se lo llevó y, durante todo el tiempo que duró la visita, estuvo concentrado con el
libro. Han pasado ya dos meses y aún no he recuperado mi ejemplar de Abdel. Lo tiene
Klaus. Sigue con una medicación muy fuerte por lo que lee muy despacio, pero ya le he
dicho que no se lo puedo regalar porque mi ejemplar es una primera edición y está
dedicado por Enrique.
Basilio: me alegra que Klaus esté mejor. De verdad que me cayó muy bien, él y su padre.
Y me quedé con ganas de visitar su casa. Y hasta de quedármela.
Abrazos, chicharreros
Bueno bueno estas que te sales chaval. Enhorabuena de vredad, eso debemos celebrarlo. Si mañana te pasas por aqui pasate y nos tomamos algo los <<6>>.
Un besote fuerte
Enrique, felicitaciones y por más.
Me pregunto, ¿este material estará disponible en la alguna editorial de argentina?
Me refiero a tu trabajo "Escribir. Manual de técnicas narrativas".
Nuevas y redobladas felicitaciones por no perderte en "el jardín de los senderos que se bifurcan" y encontrar siempre un nuevo laberinto para transitar.
Abrazos desde la Argentina
Diego Flannery
Qué privilegio (sin duda merecido) poder vivir de la escritura y sus aledaños. Yo de mayor quiero ser como tú.
Un abrazo.
... y reconocer que son caminos y no puentes levadizos y levantados. A veces nos confundimos.
:)
Emilio: Te cojo la palabra. Mañana llegaremos a Madrid.
Diego: Hay una extensión de SM en Buenos Aires, pero no sé si tendrán mi libro allí. Si no, por internet (Amazon, Casa del libro, Fnac, Crisol). Algunos amigos de allí (Gloria Pampillo, Maryta Berenguer) lo tienen, pero tendrás que atracarlos.
Herman: Lo conseguirás. Estoy seguro.
Arcángel: Mi padre fabricaba puentes. De hormigón.
Felicidades, Enrique, y a seguir sumando. Este manual tuyo sobre escritura me parece imprescindible. Mi ejemplar lo adquirí en el año 2002 (ha llovido, parece que no, pero sí que ha llovido desde entonces). Hoy mismo se lo he recomendado a alguien.
Tienes un blog de calidad, un verdadero lujo. Ando con el agua al cuello, pero te aseguro que, siempre que me sea posible, me pasaré por tu hogar blogosferil.
Besos orgiásticos.
Aquí tienes a uno de esos 18.000, de la edición del círculo de lectores y que empezó en todo esto porque leyó un libro como ese ;)
Gracias!
Bienvenida, orgiástica Ana.
Bienvenido, extremeño Fernando.
Es un honor estar en vuestras bibliotecas, y que mi blog figure entre vuestros ciberpaseos.
Estamos entre amigos, entre albañiles del oficio de la escritura y la metaescritura. Nos entenderemos.
Abrazos cómplices.
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