martes, 30 de mayo de 2023

La mínima expresión (Hipérboles)

 

Exagerar es una forma de crear hipérboles, un ejercicio creativo, una figura retórica que busca dar mayor expresividad al lenguaje. Al hacerlo, a ser posible, hay que añadir el sentido del humor. Recuerdo que yo era muy exagerado de pequeño, y que mi madre me decía: "Te he dicho cien millones de veces que no seas exagerado". A mí me hacía gracia, claro, pero me tenía que callar porque me lo decía más enfadada que un cartero buscando Barrio Sésamo. 

Hay muchos modos de exagerar, y las hipérboles se pueden construir a partir de cualquier ingrediente. Todo depende del ingenio de cada cual. Hay muchas expresiones hiperbólicas que han pasado al lenguaje común, y de tanto usarse se han convertido en tópicos: Más largo que un día sin pan, Más pesado que una vaca en brazos…

En los modelos que hemos seleccionado siempre hay una referencia al cine o la televisión, para que veas que a partir de las últimas tecnologías también se pueden seguir creando hipérboles desmesuradas. Es un ejercicio creativo que mezcla el ingenio, la fantasía y el humor.

 

Exagerando

 ·        Tiene más goteras que el baño del Titanic.

·        Tiene más mocos que la cama de Alien.

·        Vas a acabar peor que el edredón de Espinete.

·        Tienes más peligro que los Gremlins cantando bajo la lluvia.

·        Estás más atacado que la nave de Star Trek.

·        Tienes más tontería que el salpicadero del coche fantástico.

·        Descansas menos que Bruce Willis en La jungla de cristal.

·        Eres más desagradable que la niña de El exorcista.

·        Es más complicado que jugar con King-Kon a las cocinitas.

·        Eres más peligroso que Rambo en un restaurante vietnamita.

·        Está más mosqueado que el casero de El fugitivo.

·        Tiene menos gracia que regalarle a Stevie Wonder una película de cine mudo.

·        Es más larga que la infancia de Heidi.

·        Es más desagradable que el lavado de estómago de Tiburón II.

·        Es más superficial que el sentido del humor de Freddy Krugger.

·        Cantas peor que el pato Donald comiendo polvorones.

·        Es más grande que la caja de pinturas de Walt Disney.

·        Eres más cursi que un especial de La casa de la pradera.

·        Trabajas menos que el sastre de Tarzán.

  

Y ahora te toca a ti. Ponte las pilas y empieza a exagerar (no será la primera vez). De todo lo que se te ocurra: tus compañeros de clase, programas de televisión, libros, edificios, profesores, juegos, ropa, cualidades, objetos, acciones…

Pero ten en cuenta que no es lo mismo exagerar que insultar. Para exagerar se necesita ingenio y sentido del humor, mientras que para insultar basta con tener ganas de hacer daño.

ã Enrique Páez

domingo, 28 de mayo de 2023

El otro yo (Cambio de narrador)

Si yo soy yo porque soy yo, y tú eres tú porque eres tú, yo soy yo y tú eres tú: Si, por el contrario, yo soy yo porque tú eres tú, y tú eres tú porque yo soy yo, entonces ni yo soy yo ni tú eres tú. Parece un trabalenguas sin sentido, entresacado de la obra de teatro Arte, de Yasmina Reza, pero tiene más enjundia de la que parece a simple vista.

A pesar del equilibrio necesario para poder decir "yo soy yo porque yo soy yo", todos necesitamos a los demás. Tenemos que saber qué les pasa, qué sienten, qué piensan. Y para eso tenemos que ponernos, figuradamente, en la piel del otro. Tenemos que cambiar de narrador.

Por ejemplo, en El secreto del lobo, su autor, Fernando Alonso, vuelve a contar el cuento de Caperucita Roja, pero desde la versión del lobo. En ella el lobo, que es vegetariano y tiene el pelaje rojo de tanto comer zanahorias, es ya un lobo viejo y sin dientes cuando conoce a Caperucita. Jamás se comió a los siete cabritillos, ni a los tres cerditos, y mucho menos a la abuela de Caperucita. Todo ha sido una invención de Caperucita para aprovecharse de él y dejarle en ridículo, así que antes de morir decide revelar su secreto. Lo malo es que casi nadie está interesado en conocerlo. Y eso es algo que pasa a diario en nuestro mundo. Oímos sólo lo que queremos oír, sólo lo que nos conviene.

 

 El Lobo Rojo

 El lobo del bosque tenía muchos años a las espaldas y muchas aventuras en su recuerdo. Cuando la noche abría de par en par su boca de luna llena, el lobo miraba en su memoria. Entonces recordaba su fracaso con los siete cabritillos, su fracaso con el corderito que bebía agua en el arroyo, su fracaso con los tres cerditos...

Y con cada año que pasaba, con cada fracaso recordado, al lobo se le fueron cayendo los dientes.

Su último fracaso, su último diente perdido, había sido en la estúpida aventura del estúpido pastor bromista. Aquel pastor se había burlado una y otra vez de sus compañeros fingiendo que lo atacaba el lobo. Cuando ya ninguno de los pastores creía en sus gritos, el lobo se abalanzó sobre uno de los corderillos y… ¡Allí perdió su último diente! Desde entonces todos los corderos de la comarca comenzaron a burlarse de él:

—Ahí viene el Lobo Desdentado!

—¡Cuidado, hijos míos, no os vaya a comer!

—¡Ja, ja, ja!

Y el pobre lobo, avergonzado, se escurría entre los árboles, mascullando:

—¡Hace falta tener mala pata! Todas las aventuras desastrosas han tenido que pasarme a mí.

 Fernando Alonso: El secreto del lobo

 

 Mírate a ti mismo como si fueras otro. Imagina que por un momento dejas de ser Laura, o Daniel, y te conviertes en alguien que te observa desde fuera. Un observador que ve todo lo que tú ves y sabe hasta lo que piensas y sientes en cada momento. Un narrador omnisciente, vaya.

Y ahora haz que ese otro (el narrador omnisciente en tercera persona) escriba una página de tu diario personal desde ese punto de vista. Ya no puedes escribir: "Ayer me levanté con una sed terrible. Soñé que estaba perdido en el Sahara y que mi lengua se convertía en arena. Mi madre me preguntó…". Sino algo más parecido a esto: "Miguel (o Inés, o Sandra, o Julián, cualquiera que sea tu nombre) se despertó el miércoles con una sed terrible. Había estado soñando que se perdía en el Sahara y que su lengua se convertía en arena. Su madre le preguntó..."

Escribe de ti como si otro lo estuviera haciendo y cuenta lo que ha sucedido durante un día concreto de la semana pasada. No tiene por qué ser algo espectacular, sino concreto y verdadero.

ã Enrique Páez