sábado, 2 de febrero de 2008

Me he visto en Google

Esta mañana Bea y yo hemos dado un paseo por el Ambroz, a la sombra del monte Pinajarro. Estamos en invierno, y los alisos, las acacias, los chopos y los fresnos han perdido todas sus hojas. Levantan sus ramas famélicas hacia un sol tibio y enfermizo. Los vecinos nos saludan, aunque no nos conocen. Bea me dice que tenemos suerte, que vivimos en un lugar privilegiado, nuestra casa es la más bonita, tenemos dos perros mimosos, nos gusta nuestro trabajo, y somos felices, aunque ahora estemos constipados. Es verdad, le digo, yo no me quejo. Seguimos caminando. Hace fresco, y los dedos de las manos se le quedan fríos. Se los caliento con mi mano. Siempre tienes la mano caliente, me dice. Debe de ser herencia de mi padre, aunque él siempre tuvo los dedos largos y las uñas perfectamente recortadas. Mis manos son un desastre: tengo los dedos cortos y gordos, como mi madre, y me rebano las uñas a mordiscos cada vez que vamos al cine. Pero con estos dedos como porras, gordos y calientes, golpeo las teclas del ordenador, le aparto a Bea el pelo de la cara, me inyecto insulina, sujeto las chuletas de cordero por el hueso, y he volteado las páginas de miles de libros. Qué más quiero. A mí me valen, aunque los de mi padre sean más bonitos.

Jaime y la Nena están en Río de Janeiro, en los carnavales. Es posible que Nacho y Vania estén con ellos. Querían que nos apuntáramos al viaje, pero nos dio pereza. Muchas horas de avión,
mucho dinero, y poco tiempo. Dijimos que no. Además, no tengo el cuerpo de jota, ni de samba. Hace años amanecía cerrando bares en Madrid, y entrando en privados a través de contraseñas, pero ahora tendrían que secuestrarme. Quita, quita. No dudo que en Río existan emociones: puedes despertar en un basurero con una cicatriz de más y un riñón de menos, puedes participar en un ceremonial de vudú, los jíbaros te pueden convertir en un madelman, puedes donar tus corneas involuntariamente a un antiguo torturador brasileño, y perder la virginidad anal antes de que llegue el miércoles de ceniza. Pues mira, casi que me quedo en casa. (No es verdad, a pesar de todo me gustaría estar allí, la vida nunca se debe vivir con miedo).

Dicen que hay muchas personas que teclean su nombre en Google para ver si existen en Internet. Yo lo hago de vez en cuando. Lo malo es que, a veces, me llevo alguna sorpresa desagradable. Hoy me acabo de enterar de que estoy muerto desde hace casi seis años. Me asesinó un vecino harto de escuchar los ruidos que hacía al colocar una ventana. La crónica del diario lo describe así: “Buenos Aires, 15 mayo 2002 (DyN) - Un hombre mató a su vecino de dos balazos porque hacía ruido mientras realizaba refacciones en su vivienda del barrio Villa Barceló, en el partido de Lanús, y luego se presentó a la policía donde quedó detenido, informaron hoy fuentes policiales y judiciales. El hecho se produjo alrededor de las 21 de ayer martes, cuando la víctima, identificada oficialmente como Enrique Páez, de 37 años, colocaba una ventana en su vivienda de la avenida Centenario Uruguayo al 2000, esquina Alvear, en esa localidad del sur del Gran Buenos Aires.”

Estoy seguro de que era yo. Los periódicos no mienten. Llevo muerto cinco años y medio, pudriéndome bajo tierra. No sé si decírselo a mi hijo, y a Bea, pero casi seguro que se van a llevar un disgusto. Y mis hermanos también. No lo sabe nadie. Pero tendré que confesarlo, una cosa así la tienen que saber. Me dirán que cómo es posible, que por qué no lo he dicho antes, que soy un desastre, que cómo es que no me he dado cuenta hasta ahora. Menuda la que me espera. Y no solo eso, sino que después vendrán las preguntas, ¿Quién eres tú?, ¿De dónde has salido?, y las sospechas malintencionadas, ¿No habrás sido tú?, ¿Dónde estabas ese día? Y la verdad es que no voy a saber responder, ni sé a dónde voy a ir después, con ese desconcierto a cuestas, incluso con la duda de si yo habré tenido algo que ver con la muerte de ese pobre hombre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Contradecir a un maestro en su blog, no está bien. Pero aquí tengo que hacer un paréntesis. No es verdad que tengas unas manos desastre, son las manos más bonitas y mágicas que me curan cuando estoy malita. Y tampoco es del todo cierto que haya miedo por el viaje a Río, es más por tiempo que otra cosa, porque sino estaríamos ahora mismo tomándonos unas cachazas con Nacho y Vania, Jaime y la Nena. Y dándole largas al ladrón de órganos desde la tumbona. Pero si que es cierto que Elias y yo nos moriríamos del disgusto si supieramos que estás muerto, asi que no voy a preguntar quién es usted, por si acaso.

Emilio Montero dijo...

ostias!!

Me has estado engañando todo este tiempo que te conozco? Estas muerto? o hablo con ellos. Esto me hace que pensar que no veas.

Me das miedo, deja de mirar el Internet...

Anónimo dijo...

Ves? Pues a mí no me extraña nada. Siempre has querido vivir muchas vidas.