Un alambre se agarrota en mis dedos y me impide escribir. Un viento polar ha congelado el éter que fluía por mi cerebro y me impide pensar. Una lava pétrea ha solidificado mi pensamiento en una fotografía de tono sepia. Y así me ha dejado, con la cara vuelta a la ventana, el mar batiendo incesantemente contra mis pupilas y tus recuerdos anegándolo todo. Pasa un barco, pasan gaviotas sobrehilando con su pico la curva de las olas, y yo no veo nada. En mis manos sólo noto un derrame de tiempo, gota a gota, que me va desangrando irremisiblemente.
Así me cerca tu memoria. Cierro los ojos y te veo ante mí, acerco mi mano para tocarte y un muro de cemento y arcilla cocida me araña la piel, y no son tus labios. Te recuerdo llorando, con ese gesto de abandono y desagüe de ternura. Hoy la noche ha bajado todas las persianas, y sé que duermes mientras te imagino. Y sueñas que te deseo. Te he visto a través de una bola de cristal sonriendo entre tules e incendios, seduciéndome desde el infierno. Sólo pido que cuando la muerte me alcance, caiga como un fardo no sobre un surco de tierra, sino sobre tu cuerpo desnudo, para sobrevivir atado a ti el tiempo sin fin que se esconde al otro lado de la muerte.
Pasan los minutos como si fueran años. Pasan las horas como si fueran generaciones y dinastías en la historia, y en mis ojos se acumula la nieve de un tiempo inmemorial, rabioso de tu ausencia. Busco entre las formas cambiantes de las nubes un perfil que te recuerde, y en el cabeceo de proa de los barcos tus piernas cortando el aire. En todas las banderas veo tu falda llamándome a voces, y en todos los círculos la pompa sensual de tus nalgas. Tropiezo y creo notar tu pie poniéndome la zancadilla. Cada cosa que leo y me gusta me hace ir a buscarte para contártelo —nunca te encuentro, siempre has bajado a comprar postales—. Me despierto y ya te has levantado y te has ido antes que yo pise la cocina. Hasta las plantas se están quedando mustias. Ellas necesitan tierra, agua y sol; yo necesito tu piel, tu saliva y tu olor.
No quiero hablar de la derrota, aunque duerme abrazada a mí todas las noches desde que te fuiste. No quiero, pero se me va la letra por ese tobogán desesperado cada vez que me siento a escribir y a contarte lo que sucede junto a la bahía durante tu ausencia. Tampoco querría hablar de la tristeza, ni de la añoranza, la desesperación y la melancolía, pero es que casi ya no queda más, porque lo llenas todo tú, y todo aquí es vacío de ti. El lecho de la bahía me llama, como una sirena o un agujero negro, y asegura que estás allí, dormida bajo las olas con un beso jugando entre tus labios. Y tengo que levantarme y salpicarme la cara con agua fresca para detener el impulso de lanzarme al silencio del mar, a disputar visiones entre gaviotas y sargos, buscando el dibujo cambiante de tu sexo entre las rocas.
10 comentarios:
Qué alegría descubrir tu blog entre la maleza virtual. Lo añado raudo a mis favoritos.
Y permíteme, Enrique, ya que estamos, felicitarte por tu Manual de técnicas narrativas, del que tanto he aprendido.
Un afectuoso saludo desde la Puerta falsa.
Herman:
Me acabo de pasar por tu blog, felicidades por tus desvaríos.
Te seguiré leyendo,
Enrique
Qué bien escribes cuando escribes bien, Enrique. Es un lujo y un placer leerte. Hasta pronto.
Luis Recuenco
Querido Enrique:
Permítame que me presente. Mi nombre virtual es Crayolin. Por tierras asturianas me llaman "el cazurro" ya que soy de León. Hace tiempo que me gusta escribir, pero desde hace poco perdí mi voluntad de hacer literatura y de conocerla ¿Podría recomendarme algo porfavor? Tengo diecisiete años y el viejo sueño de ser escritor.
Crayolin:
Espero que recuperes las ganas y el placer de leer y escribir. Mi consejo es que no trates de hacer Literatura, con mayúsculas, sino que disfrutes leyendo y narrando historias. El "estilo" no se cultiva, sino que surge del interior, con el oficio y la costumbre. Si tienes que obligarte, malo. Si necesitas expresarte, bueno.
Te recomiendo el libro "Escribir: manual de técnicas narrativas", de la Editorial SM, aunque sea mío.
Un abrazo,
Enrique
Que no se le pase desapercibido a nadie porque es un grandísimo consejo: "no trates de hacer Literatura, con mayúsculas, sino que disfrutes leyendo y narrando historias"
Yo llevo unos meses tratando de escribir (escribiendo) una novela, y después de unas semanas en que no era capaz de escribir un folio, haciendo y deshaciendo continuamente párrafos que nunca llegaban a gustarme, después de descolgar toda la mañana el teléfono de la oficina (a riesgo de que acaben por echarme), y de llegar a casa mosqueada conmigo misma (y con el resto de paso), dije voy a sacar del directorio “talleres” los apuntes del curso de Enrique. Abrí “bloqueo literario”, y al leerlo entendí que con cada párrafo deshecho trataba de escribir la mejor página de Cien años de soledad, y por lógica no escribía nada. Ahora voy mucho mejor (gracias Enrique) y estoy a punto de hacerle una perrada al protagonista, que me está dando una pena horrible.
Animo con la escritura.
Carmen Cuevas
Hola, Carmen. Me alegra verte por aquí.
No dejes de enviarme la novela cuando la termines. Dale caña al protagonista, que si no empiezan a ablandarse y aburren a los patos.
Si escribiendo tú te ríes, o lloras, emocionarás a los lectores.
Claro que te la mando!
Pero a cambio quiero una crítica despiadada.
Carmen
Leyéndote llego a la conclusión de que confirmas los consejos que leemos en tu "Manual de ténicas narrativas". Yo no estoy bloqueado como Carmen, pero llevo cien páginas escritas y me he propuesto detener el proceso creativo hasta terminar de leer tu libro. Un abrazo y gracias por tu trabajo.
Antoñín
Te acabo de descubrir como quien dice en.la Fundación Antonio pérez de Cuenca , me tomo.la libertad de recomendarte. Te leí a través de una vitrina , y juraría que la moje con alguna lágrima . Y me he quedado ahí atrapada. Te indagare un poco más. Es sencillamente o completamente preciosa.
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