--¿Echas de menos a tu marido, Magda? ¿No te sientes sola?
--Quita, que era un pesado. La única alegría que me dio fue dejarme viuda. Qué descanso.
Magda, la viuda feliz, había oído en la cadena SER que el Taller de Escritura estaba a punto de arrancar, y no descansó hasta que en la centralita le dieron mi número de teléfono. No lo dudó ni un segundo. Chony vio unos carteles pegados por la calle, y siguiendo el ejemplo de Hansel y Gretel siguió el rastro de pasquines hasta llegar a mi casa. Chony tenía el cuerpo grande, unos hombros titánicos, y siempre me contaba las anécdotas de su perra Carpanta y del salón de peluquería de la calle Fuencarral, donde coincidía con Almudena Grandes dos veces al mes. Adela era la mayor. Soñaba con regresar a Fuenterrabía, donde tenía una casa grande cerca de la estación de trenes, e insistió tanto que al final terminé ocupando su casa el siguiente verano, con Marisa, Marcelo Soto y Mila García Guerrero. A mí me sirvió para escribir algunos cuentos insensatos. Marcelo escribió allí de un tirón más de la mitad de Las bodas tristes, una bellísima novela sobre la condesa de Niebla en la época de los Habsburgo, que quedó finalista del Premio Herralde de novela. Mila escribía también, aunque pasarían aún diez años antes de publicar su novela Mendigo. Adela era generosa, y no nos permitió pagar alquiler, así que en los ratos libres le pintamos de blanco la fachada de su casa, y le compramos un nuevo calentador de gas, porque el que tenía era una amenaza portátil para todo el barrio. Adela, después de asistir tres años al Taller, abandonó Madrid por Vitoria, donde vivía su hijo. Allí dirigía, tal vez dirige, otro Taller de Escritura para las amigas de la infancia. Ojalá sea feliz.
2 comentarios:
¡Caramba, Enrique. Qué sorpresa! Jamás hubiera creído que todavía recordabas a las veteranas. Veteranas como alumnas y también en edad. ¿Cúántas cosas han sucedido desde entonces? He perdido el contacto con todos los compañeros de estudio de aquellos años. No sé nada de nadie. Veo que tú sigues al pie del cañón. Yo... aquí todavía... escribiendo a mi aire...Te envío un abrazo. - MAGDA
Hola, Magda, qué alegría saber de ti después de tantos años, y saber que sigues escribiendo. He estado leyendo algunos de tus últimos escritos (imagino que son tuyos) en Yo.escribo , y me parece que has ido cogiendo soltura y buen ritmo de escritura. Me encantará seguirte leyendo. Felicidades.
Un abrazo,
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