Queridos Reyes Magos:
He sido bueno, así que me pido para este año que me quede como estoy. Ay, no, no, mejor no, que eso es como ser eterno e inmóvil, la repetición de El retrato de Dorian Gray, la esclerosis múltiple de los adolescentes perpetuos. Pues que cambie siempre, pero manteniendo la felicidad. Qué dolor cinegético, ¿cuándo descansar? Vale: cambiar a veces, y otras no; placer muchas veces, dolor apenas (y de baja intensidad, sisplau); quizá viajar, sin agobios; follar en abundancia, ma non troppo; tener sueños húmedos; morir a tiempo y sin frío; terminar la novela; y una Game Boy, ya puestos, que va siendo hora de volver a jugar a lo que sea.
P.D.: Y el regreso de la República, que estos Borbones ya me tocan los cojones.
A Juancho se le empezó a retorcer la polla a partir de los cuarenta años, aunque solo cuando la tenía erecta. Al principio no le dio importancia, pero cada año su polla daba un pequeño giro a la derecha, de unos treinta grados más o menos. Dos grados y medio al mes: imposible de detectar día tras día, pero muy visible a medio plazo. Al cumplir los cincuenta y dos ya se le había dado la vuelta entera, y parecía un más un sacacorchos que una polla turgente. A su mujer le hacía gracia, pero Juancho estaba desesperado. El urólogo le desaconsejó la cirugía: “Perderás sensibilidad, y es muy posible que desemboque en impotencia”. Juancho estaba con la picha hecha un lío. Se sentía humillado. “¿Qué querías?”, le reconvino su amigo Carlos: “Habértelo pensado antes de votar al PP, so payaso”.
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