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viernes, 21 de octubre de 2011

Creo que estoy en Brasil

Matan a Gadafi, ETA se rinde, la economía europea se hunde, y yo estoy en Brasil, entre conferencias y talleres de escritura. Creo que vivo en otro mundo. O quizá sucede que otros mundos existen, pero solo nos es dado ver el que tenemos tan cerca que solo nos ciega y nos sirve de venda. ¿Debería preocuparme la crisis en España? Bueno, pues sí, me preocupa. La crisis en sí misma ya sabemos que está provocada por los propios banqueros y los usureros, y que hasta es necesaria para recuperar el norte y la cordura. Gracias a la crisis hay una generación de indignados que por fin se levanta. No son unos pocos, son la mayoría silenciosa, la que todos los políticos desean que siga enmudecida. Pero las mentiras son tan grandes, y el rey de la economía está tan desnudo, que es imposible callarse.

Lo siento por tantos amigos que viven esta crisis con desesperanza, con angustia. No es para menos. El cinturón ya no tiene más agujeros, y los que han provocado la crisis siguen estando en el poder, siguen tomando decisiones, siguen dirigiendo la economía. ¿Quién puede fiarse de ellos? Yo no. Están desnudos, pero pretenden echarnos la culpa, y quieren que paguemos la cuenta de sus despilfarros. A mí no me cuadran las cuentas.

Desde aquí, desde Brasil, las cosas se ven de otra manera. Resulta que a los brasileños, como a los indios, lo de la crisis de Europa y EE.UU. les suena a broma divertida. Ellos nacen y viven en una crisis mucho mayor que la que vivimos nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos. No se ríen porque tienen más decencia que la que nunca tuvieron los banqueros europeos, pero creo que les importa muy poco. Que nos miran como se mira a un niño consentido que de golpe tiene un ataque de llanto porque las cosas no le salen como quería, como había soñado. La capacidad de aguante ante la frustración en España y Europa es tan pequeña (mirada con ojos de indios, chinos o brasileños), que están a punto de sacarnos la lengua y darnos una azotaina educativa que dure cien o doscientos años, para ver si reaccionamos.

Yo no estoy contento de ser europeo. Nunca me he reído con los chistes racistas, ni me he sentido orgulloso de los imperialismos, las cruzadas, las inquisiciones, el ninguneo y la soberbia. El orgullo de la raza y de la patria no me hincha el pecho. Nunca he tenido vocación de matón, ni he admirado a los capacobardes de patio de colegio. Que no cuenten conmigo los fascistas que se disfrazan de empresarios y pretendidamente poseedores de una cultura superior. Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, maldigo la poesía del que no toma partido, partido hasta mancharse.

Hoy estoy en Brasil, y Rajoy me da risa, Esperanza Aguirre me parece un esperpento, y que Ana Botella sea la futura alcaldesa de Madrid me parece tan triste, tan patético, que no sé si romper el pasaporte y pedir asilo aquí, en Brasil, o en la India, o en Australia. Tal vez tengo vocación de extranjero, de vendepatrias, de paria, de tercermundista, porque veo a los niños de aquí (hay muchos, pero muchos, muchos), y a los niños de la India (más aún, son incontables), que no solo no están preocupados con su futuro, mucho más incierto que el de cualquier europeo de a pie, sino que están felices mirando al sol, volando cometas en la playa, y jugando con las chapas de cocacola sobre la arena. ¿De verdad crees que están todos desorientados?

miércoles, 12 de octubre de 2011

La orgía del hormigón armado

Los edificios de la avenida Paulista, en Sao Paulo, hacen botellón a media tarde, se arriman los unos a los otros, y se meten con disimulo empinadas escaleras de caracol por las ventanas entreabiertas, aprovechando que los oficinistas han terminado la jornada laboral y están bebiendo caipirinhas en los bares de las calles adyacentes.

Cuando salgo a pasear, después de impartir el Taller de Escritura "Bestiarios" en el Instituto Cervantes, me doy cuenta de que el impulso erótico lo inunda todo en Sao Paulo, y que solo en una ciudad brasileña podría uno encontrarse con grandes moles de hormigón palpitando con urgencias libidinosas.

Mi padre habría disfrutado aquí, y eso que era ingeniero de caminos. Y ya se sabe que con los ingenieros de caminos, bromas, las justas. Catedrático de hormigón armado: y con el hormigón
la estética es innecesaria (mariconadas, ni de coña). La erótica, inexistente. Si hay que follar, se folla, qué remedio, porque reproducirse es necesario, pero nada de perversiones y guarradas.

Solo en Sao Paulo sucede la magia de que los edificios se contagian del amor por la samba, el carnaval y las curvas. Y entonces pasa lo que pasa, no hay más que verlo.


sábado, 30 de julio de 2011

Derrida al habla

Cuenta Derrida, sí, Derrida, ese, Jacques, el de la deconstrucción, que existe un miedo a la escritura que aparece en los momentos en los que se está más despierto. Es decir, cuando no se

está escribiendo. Él, claro, porque dice que cuando escribe está en un estado no comatoso, pero desde luego no despierto. En el espacio transicional de Winnicot, supongo, o en estado de semitrance, o poseído, o abducido. El lenguaje es múltiple, y solo los fascistas insisten en que sea puramente denotativo, unidimensional, con campos semánticos cerrados y policías lingüísticos en la frontera, para que las palabras sin papeles no se cuelen y empiecen a manchar la decencia de la lengua. Hay palabras violadoras, de casta inferior, delincuentes. Las palabras populares, sobre todo, que además de ser las más usadas, se doblan, se retuercen, recogen significados perdidos, y lo dicen todo, para rabia de los comisarios de la lengua. Pero yo hablaba de Derrida, y me pierdo, como él, porque incluso digo que Derrida dice, y es mentira, porque Derrida murió hace unos poquitos años, menos incluso que Paul de Man, porque le dio tiempo incluso a escribir un libro sobre De Man y la deconstrucción norteamericana, él que era más francés que el cruasán, pero está muerto, así que no dice nada, sino que decía, claro, pero luego va Enrique y se encuentra un video en Youtube y de golpe Derrida está ahí, con el pelo blanco y la mano en la frente, que le pesa, que no puede ya aguantar más lo que va a decir, y por primera vez entiendo lo que dice, aunque habla en francés (no sé francés) con subtítulos en inglés (eso sí, uf). Y Derrida se pone a decir, ponía, ya lo sé, pero a mí sus palabras me llegan en directo con unos años de retraso, así que es presente del lector o del escuchador, que no todo el privilegio es el del autor, el lector y el oyente hacen la otra media parte del juego de la comunicación, así que es un diálogo con una pausa, una cesura en medio de unos pocos años, aún me acuerdo de la nota necrológica de El País, así que Derrida me habla, sin él saberlo, cuando los gusanos ya han devorado todas las neuronas de su cerebro, y yo lo cuento aquí, y a saber quién o cuándo lo va a leer, tal vez cuando ya esté muerto también, Cuando nada importe, como decía el uruguayo tumbado en su camastro de Avenida de América, Onetti, el Juntacadáveres, pero lo cuento a su estilo, emborronado, que lo que más me cabrea de Derrida es que me gusta, pero es casi imposible entender lo que dice cuando escribe, a ver quién tiene huevos para decirme que la de la Diseminación está chupado, que es como los poemas de Gloria Fuertes, pues no, padre, no, ni de coña, que su escritura es una escritura de tiburón, dándole vueltas a un concepto inasible, tal vez inefable, inédito, acercándose, acechándolo, desgastándolo, en círculos que cada vez son más cerrados, el tiburón, la dialéctica de Hegel, y en otro video contaban como en los años 60 Lévi-Strauss, sí, el antropólogo, el estructuralista, se pilló el cabreo de su vida cuando en el último homenaje que le hicieron en Harvard se plantó Derrida en la tribuna y desglosó el inicio de la decontrucción, y Lévi-Strauss se lo tomó como una sentencia de muerte al estructuralismo, y puede que sí, pero más bien parece que desde entonces hasta ahora ha habido un abandono de todo, incluido el generativismo y transformativismo de, ¿cómo se llamaba ese?, sí el que desde entonces hace más bien ensayos acerca de política y sociología, y ha dejado a sus alumnos de informática que sigan sus investigaciones de Inteligencia Artificial, tiene un nombre con una C dentro, y creo que una Y, ¿no sabes quién es?, joder, voy a tener que googlearlo para recordarlo, el nuevo almacén de la memoria, Wikipedia, ahí está, la gramática generativa proporciona un conjunto de reglas o principios que predicen correctamente las combinaciones que aparecen en oraciones gramaticalmente correctas para una determinada lengua, ideas básicas de modelos incluidos en esta corriente que tienen su origen en la teoría estándar formulada por Noam Chomsky, ya te lo dije, Noam Chomsky, no Chuck Norris, ese es otro, no creo que se conozcan, aunque quién sabe, y Derrida decía que cuando está muy cansado, al final de la jornada larga de escritura peleándose con la diferencia y el espesor de los significados, de pronto es más libre para escribir lo que le da la gana (ya no, claro, el muerto al hoyo), y le importa un guano lo que digan otros, pero después, por la mañana, bien despierto, duchado y desayunado, le entraban los miedos, los siete males, el canguelo, porque el fantasma de Lévi-Strauss se le aparecía exigiendo un poco de respeto, pero él sabía que tenía que escribir lo que que tenía que escribir, punto pelota, y que el venga detrás que arree, así que así lo llevaba a la imprenta, y yo que no lo entiendo a él ni en español ni en inglés cuando lo leo (escucharlo es mejor, se entiende algo), de pronto caigo en la cuenta de que lo que hace el hijoputa es retorcer el lenguaje no para que sea críptico y reducido a los acólitos iniciados, como los de Barthes, sino porque no quiere que el lenguaje signifique una sola cosa, no quiere permitirle la denotación capasignificados, sino que quiere el texto libre, descolocado, a veces incomprensible (muchas veces, desde luego), y que los críticos se jodan porque a lo inasible no se le puede poner un bozal, poner puertas al campo, pero la descontrucción también es eso, precisamente, quitar el marco de referencia, quitar los apoyos, dejar de repetir el hábitat que, según Bourdieu, otro que tal baila, es cualquier estructura estructurada que genera una estructura estructurante, lo juro, esa es la definición, que me la sé de memoria por los huevos que le echó al formularla, así que lo que dice Derrida, por una vez, tiene que ver con lo que dice, con desmontar las farsas de la lengua, las trampas del lenguaje, para ver si se puede decir algo por debajo, sin que el autor se dé cuenta, sin que el lector se dé cuenta, qué agobio, como esa novela de Malcom Lowry, Bajo el volcán, en la que el Consul se la pasa borracho el 90 por ciento de la novela, ciego de mezcal y tequila, y las palabras de pronto también parecen mareadas, y el propio lector vive en sus carnes, o en sus neuronas, la borrachera del protagonista en el México profundo. Quería contar más cosas de Derrida, pero tengo canelones para cenar, así que mañana más.

jueves, 21 de julio de 2011

Malena entre rejas

Desde hace año y medio Malena está encerrada en una celda cuadrada de 1,2 metros de lado.

Ni siquiera en diagonal puede dormir estirada, porque la diagonal no alcanza el 1,70 que ella necesita. La culpa es de Pitágoras, se ríe Malena, aunque no tenga ni puta gracia. Además lleva todo ese tiempo sin comer. Debería estar muerta desde hace mucho, pero el problema es que Malena ya estaba muerta antes de que la metieran en esa celda, y los muertos no mueren dos veces. Al menos no de hambre, ni de sed. Malena se aburre, qué remedio, y lo que más le aterra es que se hayan olvidado de ella, o que los vampiros que la encerraron allí hayan desaparecido, se hayan marchado a otro lugar, hayan sido exterminados.

Pero no. Los vampiros siguen allí, al otro lado de la puerta. Y el tiempo, que ciertamente es el que es, y que ha gastado año y medio de balde, no ha dejado la menor huella en Malena. Cirugía plástica de de ultratumba. Maravillas del formol y de la la ultracongelación. ¿Malena está congelada, como Walt Disney y los muslos de pollo de Mercadona, o en una urna de cristal bañada en formol como el pene de Napoleón?

Puede ser, pero ya va siendo hora de sacarla de esa celda, que le de un poco el aire.

Así pues, bajo el volcán Kracatoa hay un movimiento telúrico, una falla se disloca y la puerta de la celda de Malena se hace trizas. Deus est machina, Malena está libre.

Esa es la gran ventaja de escribir con respecto al cine: los autores tienen a su disposición todos los medios técnicos que quiera. ¿Un volcán? Pues marchando un volcán. Pero si prefieres un meteorito, yo desvío en un momento la órbita de Halley y te lanzo un pepinazo donde más te guste. También tengo centrales nucheares dispuestas a estallar, y a un sobrino de Bin Laden cabreado con cinco bombas en una camioneta.

Malena sale de la celda. Del armario. Del silencio.

Tiene un verano por delante, y hasta es posible que se enamore. Para eso se hicieron los veranos, ¿no?

miércoles, 8 de junio de 2011

La escritura diafragmática

Escribir, respirar. Respirar, escribir. Para los escritores más vocacionales, ese es el binomio correcto, la simetría perfecta. Necesitan escribir tanto como respirar. Hace tiempo que los deportistas, los actores, los cantantes y los yoguis saben que hay respiraciones superficiales, débiles, que aspiran el aire a pequeños sorbos; y hay respiraciones profundas, que esponjan las aletas de la nariz y renuevan el aire de los últimos alveolos en la profundidad de los pulmones. Esa es la respiración diafragmática, infrecuente para los no iniciados, pero que se puede alcanzar con unos simples ejercicios bien dirigidos.

Al escribir sucede lo mismo. Hay escritores superficiales, que apenas rozan la epidermis de los hechos y las personas, constructos llenos de tópicos y arquetipos, la levedad de la escritura. Y al mismo tiempo, habitando otros cuerpos, hay otros autores que se sumergen en el pozo, que radiografían a los personajes, que hacen visible lo que no era obvio, y quiebran el secretismo de los deseos. Escritura superficial contra escritura diafragmática.

Ojalá todos los escritores aprendamos a escribir con el diafragma, con las entrañas (lo más entrañable que tenemos).

Ojalá los políticos también empiecen a respirar con profundidad, en otros aires menos corruptos, y su olfato les conduzca más allá del olor a barniz y naftalina de sus despachos oficiales.

Ojalá todos nos bebamos la vida a grandes sorbos, exiliados de la monotonía, y salgamos a la calle con los pulmones llenos de aire nuevo y refrescante, como si todos los días fueran un 15-M en la Puerta del Sol de Madrid.

miércoles, 1 de junio de 2011

Memento mori

No sé cómo, pero mientras veía el programa de Buenafuente por televisión, me convertí en una estatua de piedra. Al principio no me importó. Pensé que sería algo pasajero. Pero por el rabillo de ojos vi poco después cómo mi gato se empezaba a desdibujar. Perecía una estatua de arena azotada por el viento. En apenas tres minutos solo quedó de él un remolino de granos en desbandada.
Tras el gato, se desintegró el sofá, el salón, las paredes de mi casa...
Aún no sé si he dejado de existir, si he pasado a ser polvo en el viento, porque ya no tengo espejos en donde buscarme.
Además, esta entrada en el blog ya estaba programada desde ayer.

martes, 3 de mayo de 2011

Fascistas a trisca porrillo

Iba a titular esta entrada "Dioses a trisca porrillo", o sea, a mogollón, pero en realidad tanto monta, monta tanto, porque un Señor que juega al escondite y a la unión hipostática del Verbo y la Carne detrás de una nube, te regala una polla pero te prohibe usarla, te permite ser libre pero te castiga si lo eres, planta manzanos pero no te deja que te comas las manzanas, y te exige que todos los domingos y festivos vayas a su casa a darle jabón con eso de que es bueno, muy santo y muy guay, pues la verdad, es un dios tocapelotas, lo pongan donde lo pongan. Y luego, eso sí, pone voz ronca y dice: "Yo soy el creador de todo esto. En una semana escasa, después de una eternidad en soledad tocándome los huevos, monté este Universo. ¿A que mola?"

Así que sus hijos han salido al Padre. Igual de pretenciosos. Igual de totalitarios. Igual de fachas.

Da igual a qué se dediquen, que lo suyo siempre es lo más guay; y lo que hagan los demás, una puta mierda pa' tu boca.

Pongamos que son astrofísicos. De esos jefes de departamento en la universidad. Qué caña: Todo el universo es suyo. ¿La Tierra entera? Quia, mucho más. Eso no es nada comparado con lo que ellos controlan: galaxias enteras. El origen y el final de la vida, incluyendo agujeros negros, el caos, la antimateria, los neutrinos, el Big Bang, el contador del tiempo, los límites de la velocidad de la luz y las torceduras del tiempo. Fuera de su libro de texto no hay nada. Pero nada de nada. Un vacío que te cagas.

Pero si no te gustan los astrofísicos, puedes hacerte filósofo. Todo el conocimiento está ahí. Los amantes del saber, los philos-sofos. El universo es apenas una parte de su conocimiento. La astrofísica es apenas un apéndice del saber universal. Para chulos, ellos.

Tienes la posibilidad de ser también biólogo. A fin de cuentas todos los astrofísicos y los filósofos son apenas unos bichejos minoritarios de entre todas las especies que ellos estudian, y las ocurrencias que tengan son apenas procesos neuronales de sus cerebros en proceso de crecimiento. No son mucho más complejos que las hormigas, o que las algas marinas. La vida y la evolución el lo único que importa. Pinche pendejos, ¿qué se creían?

Existen también vocaciones mesiánicas, como las de los obispos y monjas, que hablan con Dios, representan a Dios, mediante conjuros transforman el pan en carne de Dios y el vino en sangre de Cristo, y hasta se casan con Dios. Más vale estar a buenos con esos. ¿Quién puede más, Franco o el Cid? Ni uno ni otro: mi padre, que es Guardia Civil. Para chulo, mi pirulo. Y para chula, chulita, mi rajita.

Aunque también los hay, como yo, filólogos deicidas, que nos sacamos de la manga la Lingüística del texto, y a partir de ahí el que quiera decir algo, que pague peaje a las palabras, que son las únicas que significan, así que como somos los dueños del diccionario, resulta que somos los que partimos el bacalao, porque si les dejamos a todos sin palabras, van a tener que convencernos de sus teorías teogónicas a base de cortes de mangas y escupitajos.

¿Qué pasa al final?

Pues que llega el militar, el de la gorra de plato, y nos mete a todos la porra por el culo.
Se acabó la discusión, con un par de hostias entran todos en vereda.

¿No querías fascismo? Pues toma pistola.

jueves, 27 de enero de 2011

Corazón loco

Alberto nunca pudo imaginar que ese día se iba a quedar huérfano. Y todo por culpa de un bolero. Entró en la cocina tarareando:

No te puedo comprender,
corazón loco.
No te puedo comprender,
y ellas tampoco.

Y en efecto, Matilde sujetó con las dos manos el mango de la sartén donde estaba pochando unas patatas con cebolla y pimientón, y la estrelló contra la cara de Alberto. Una patata entera le entró por la boca y se le atascó en la garganta.

Después, Matilde dejó caer la sartén al suelo y le gritó:

Yo no me puedo explicar
como las puedes amar
tan tranquilamente.
Yo no puedo comprender
cómo se pueden querer
dos mujeres a la vez
y no estar loco.

Alberto casi no podía tenerse en pie, pero consiguió responder a Matilde en un hilo de voz:

Merezco una explicación
¿Por qué es imposible seguir
con las dos?

El padre de Alberto, que estaba viendo el programa de Ana Rosa en el salón, entró a trompicones en la cocina, le dio una patada al frigorífico, y decidió intervenir en la disputa conyugal:

Aquí va mi explicación:
A mí me llaman sin razon
corazón loco.
Una es el amor sagrado
Compañera de mi vida
Esposa y madre a la vez.

Matilde lo miró con furia. Alberto, boquiabierto. ¿Era su padre el que hablaba así?

La otra es el amor prohibido
Complemento de mis ansias
Y al que nunca olvidaré.
Y ahora ya puedes saber
cómo se pueden querer
dos mujeres a la vez
Y no estar loco.

Matilde tenía la olla express agarrada por las asas. Alberto se agachó justo a tiempo. Esta vez el golpe lo recibió el padre, por bocazas.

Al día siguiente, velorio.

domingo, 23 de enero de 2011

El mundo es ancho y ajeno

El mundo es ancho y ajeno
decía el peruano Ciro Alegría.
Aunque cada vez es menos ancho
y más ajeno.
¿Será que el mundo es ansí?,
decía Pío Baroja.
¿Cómo ansí?
Pues ansí:
cada vez más simplón,
mas indecente,
más torpe,
más analfabeto.
El reino de los pijos se acerca.
El gobierno de los descerebrados
está al caer.
Belén Esteban, ministra de Cultura.
Sargento Carrasco, ministro de Educación.
Margarita Seisdedos, ministra de Economía.
Que nadie se llame a engaño:
desnúdate antes de que te laven el cerebro.

martes, 30 de noviembre de 2010

Soy feliz

Esta mañana me he levantado con una certeza. Un descubrimiento. Una epifanía: soy feliz.
Poco más tengo que añadir. That's all.
He tardado 55 años en llegar a ese estado, y es de ley reconocerlo.
No soy el más guapo, no soy el más listo, no soy el más rico. Pero soy feliz.
Que me quiten lo bailado.
Un huracán azota Tenerife y despeina la cumbre del Teide. Don't worry. Yo me siento frente a la ventana, miro hacia la Palma y respiro hondo. No me importa. Soy feliz.
A veces siento un tirón en el dedo central del pie derecho. Es molesto. Duele. Luego se va, y yo vuelvo a ser feliz.
También tengo hipoglucemias, Hacienda me pone multas, el coche se queda sin gasolina, se funde una bombilla, los testigos de Jehová llaman al timbre, me tropiezo con una silla, no logro descargar archivos de Internet, un niño me saca la lengua, la barba me vuelve a crecer a pesar de que me la afeité anteayer, tengo una pesadilla en mitad de la noche, Bea me dice que tengo que hace deporte, Cajamadrid me cobra 20 euros por tener una tarjeta, tengo que podar un árbol que me tapa las vistas de El Sauzal, y Telefónica no me devuelve 180 euros que me cobró ilegalmente. Me voy haciendo viejo.
Con todo y con eso, descubro que soy feliz. Happy.
Pelillos a la mar.
Jorge Guillén era un poeta luminoso, feliz. Quizá por eso se lee poco. A la gente le da rabia.
La gente.
En portugués "A gente" significa "nosotros". Han descubierto, a través de la gramática, un secreto a voces. Cuando alguien dice "A la gente no le gusta..." en realidad suele querer decir "A mí/nosotros no me/nos gusta...". Así que no es un plural de humildad, de trabajos universitarios, ni de dignidad papal, sino de submarinismo, de protección y anonimato entre la multitud. El que tira la piedra y esconde la mano. No soy yo el que lo dice, ¿eh?, ojo, no te confundas, somos nosotros, somos todos, yo solo expreso el sentir general... ¡Y una mierda!
Esto era una digresión, Off the topic, O/T. Volvamos a nuestros corderos (los míos):
La gente prefiere las noticas tristes, los cotilleos dolorosos. Por ejemplo: ¿Sabes? Maripuri tiene un cáncer en una teta, y su marido se ha gastado todo el dinero en putas. Eso sí se comenta. Nunca dicen: ¿Sabes? Jorge tiene agujetas en la polla porque ha estado toda la tarde follando con Lucía y ha tenido tres orgasmos, y ella cinco.
Es verdad que a veces las cosas en su justa medida son preferibles: si te cortan un brazo, malo; si te crece un tercer brazo en mitad del pecho, malo. Con dos es suficiente. Como los orgasmos.
Soy feliz, qué le vamos a hacer, y ni siquiera me siento culpable.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Amordazar

Llevo todo el día dándole vueltas a una frase/poema de Carlos Edmundo de Ory:
"Me extraña la palabra amor en el verbo amordazar".
No me parece una frase del tipo de definiciones humorísticas del diccionario de Coll. Grandes hallazgos los de Coll, no digo que no, pero esta es otra historia.
Amor-dazar.
Encontrar amor en un verbo como amordazar parece contradictorio. Eso dice Carlos Edmundo de Ory. A mí también me lo parece.
A no ser que se trate de un juego consentido, un juego erótico de amo y esclavo, de dominación, de sadismo/masoquismo.
Cuando yo tenía 14 años mi hermano Gonzalo me escandalizaba dicendo que "El amor es un diálogo esntre un sádico y un masoquista".
Luego, años después supe que la frase no era suya. Que se la había apropiado. Y que probablemente no fuera diálogo, sino dialéctica lo que decía su autor, quizá Hegel, tal vez Lacan. A pesar de ello nunca dejé de querer a Gonzalo. Ahora está muerto, desde hace demasiado tiempo, y lo tengo enquistado en el hemisferio derecho.
En otro chiste malo y antiguo ella le dice a él: "Anda, Pepe, dime algo con amor..."
Y Pepe contesta: "Con amor... con amor... ¡Amorfa!"
Es un chiste cruel, que humilla los sentimientos. Por eso no me gusta.
En otro, del mismo pelo, decía: "Amor... amor... ¡a morcilla hueles!"
Tampoco me gusta. Por lo mismo.
Me quedo con Carlos Edmundo, que es más profundo, que no busca la risa fácil ni el insulto gratuito.
Amordazar... como hacen todos los tiranos con sus súbditos. Como hacía Fraga con su ministerio de Información. Como hacen todos los asesinos. Amordazar el primer paso. el siguiente es degollar.

lunes, 25 de octubre de 2010

Si te vas a morir mañana

Si te dicen que te vas a morir mañana, no eches a correr. ¿Qué prisa tienes? Vuelve a fumar, bébete un trago, no limpies nada, llama a tu madre y dile que la quieres, y que te vas, pero no le digas que es para siempre. No le des ese disgusto antes de tiempo.

Si te vas a morir mañana, no te enfades con nadie. Ni siquiera contigo mismo. No vale la pena. No barras la casa. No sigas la dieta. No saldes las deudas.

¿Un testamento? Bueno, si te hace ilusión... Pero no te creas que lo que dejas atrás le importa a nadie. En realidad ni tú mismo lo necesitabas, y te va a importar muy poco si tus libros se releen o si van al vertedero, con tus huesos.

Si te vas a morir mañana, ¿para qué quieres escribir una carta estupenda, pedir perdón, hacer que todos lloren a destiempo?

Así que si te vas a morir mañana, deja ya de leer este blog, dale un beso triste a quien tú sabes, y prepara una cena rica. Acuéstate temprano, no vayas a tener ojeras. A veces las cosas son así de simples, así de imprevisibles.

En realidad ya lo sabías, piénsalo bien, porque te vas a morir mañana.

jueves, 21 de octubre de 2010

Lo imposible verosímil

Estaba un día Aristóteles pensando en si escribir algo real o inventado, y rasca que te rasca dedidió que "Lo imposible verosímil es preferible a lo posible pero no convincente" (Poética). Y desde entonces esa es una ley de la escritura de ficción que nunca deberían olvidar los autores.

No importa que la historia que cuentas sea real. Ni siquiera importa que sea posible que haya sucedido, porque si no es convincente, no funciona. No vale. A la papelera con ella. Porque en ese caso sería preferible, ya lo dice el Estagirita sabelotodo, escribir una historia imposible, pero verosímil. Es más importante que sea consistente en las reglas de su mundo interior, y por lo tanto verosímil, a que sea posible, pero difícil de creer, no convincente. Antes una mentira creíble que una verdad sospechosa.

Las leyes de la creación son internas al mundo ficcional construido, y solo le deben obediencia a ese mundo interno, no al nuestro en el que vivimos. Desde hace siglos las historias que escribimos no tienen por qué estar ancladas en este mundo, ni de manera representativa, ni desencadenante, ni siquiera metafórica. Son mundos posibles (en la imaginación) paralelos al nuestro. El significado de los mundos de ficción, la semántica ficcional, tiene que ser específicamente literario, así que no intentes aplicar las leyes de la física, ni la de las matemáticas, porque no tienen por qué cumplirse.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Arial cuerpo 3

Enciendo el ordenador, arranco el Word de Windows y le pongo la letra arial en tamaño 3. Esta es una letra imposible de leer, así que no se puede corregir. Esta sería, pues, la escritura de un ciego, a no ser que el ciego le dicte a una secretaria, o a un secretario, y que le mande leer de regreso lo que acaba de dictar. Cuando la voz es demasiado débil, no se escucha. Hay que levantarla, hay que hacerse oír. Algunos, más que hacerse oír, imponen su voz, gritan, amenazan, vociferan. A veces les funciona, pero no durante demasiado tiempo. Todos los pueblos acaban por sublevarse, todas las víctimas se rebelan contra el tirano. O eso me gustaría pensar. Sé que no es verdad, sé que hay víctimas que mueren antes de rebelarse, o durante la rebelión, y de que muerto el tirano siempre nace otro nuevo dispuesto a sustituirle. Ley de vida, ley de selva, ley de muerte. Algunos levantan la voz tan alto que su propia voz desaparece. Le ponen un cuerpo 3200 a las letras, y solo si te vas al otro lado del pueblo lo podrían ver, porque la dimensión excede la naturalidad. Eso le pasa al Miles gloriosus de Plauto, a Aznar, y a Bush, y a todos los bocazas que pueblan la tierra.

No tires nunca el matamoscas, porque las moscas nunca van a desaparecer. Eso deben pensar los de ETA: yo no devuelvo mi pistola. Ah, no.

Después del sueño de anoche, de pronto se me ocurrió que también hay una relación entre el movimiento centrífugo y el movimiento centrípeto no solo en la vida, en la escritura y en el universo, el amor, las plantas y la cadena trófica en la que participan los muertos de los cementerios, sino también, como en los procesos de analogía, en las cosas pequeñas, diminutas, mortales (los virus, las bacterias, los desplantes, los ninguneos, los granos).

martes, 19 de octubre de 2010

El libro-putada y los escritores asesinos

Yo quería escribir el gran libro, como todos. Escribir el libro definitivo. Ese libro a partir del cual todo es distinto, porque el resto de los novelistas saben que no lo pueden superar, y deciden pasarse en masa al microcuento, o a la programación de videojuegos. Escribir el libro-putada, y dejar a todos los compañeros del oficio en paro. A joderse. Se acabó la fiesta.

Y lo más curioso es que ese empeño cabrón y glorioso al mismo tiempo, lo tienen todos. Cerrar el último tomo de la historia de la Literatura con un aldabonazo. A partir de aquí, todo es una mierda, y además todo lo anterior solo existió para llegar aquí. La negación total del futuro y del pasado. Dicho así, no parece un objetivo ejemplar ni edificante, sino la venganza de un hijo puta que le prende fuego al kiosco y encima pretende cobrar la indemnización, y que todos le hagan reverencias. Vaya plan.

Así que lo mejor será no escribir.

Yo, por no escribir, mato. A quien sea. A Andreita, a su madre, a la tuya, a la mía, al que me está leyendo, y al que me vendió esta navaja de Albacete. Hay autores que se vuelven contra los suyos, como Louis Althusser, que en 1980 asesinó a su mujer Hèléne estrangulándola, tras lo cual fue internado en un hospital psiquiátrico. O peleando como Jorge Manrique, según cuenta Hernando del Pulgar [1986:339] «Ansimesmo en el Marquesado donde estaban por capitanes contra el Marqués, D. Jorge Manrique é Pero Ruiz de Alarcón peleaban los más días con el marqués de Villena é con su gente; é había entre ellos algunos recuentros, en uno de los quales, el capitán don Jorge Manrique se metió con tanta osadía entre los enemigos, que por no ser visto de los suyos, para que fuera socorrido, le firieron de muchos golpes, é murió peleando cerca de las puertas del castillo de Garci Muñoz, donde acaeció aquella pelea, en la qual murieron algunos escuderos é peones de la una é de la otra parte».

Aunque lo cierto es que la mayoría de los autores se conforman (nos conformamos) con asesinatos ficticios, premeditados, diseñados sintagma a sintagma. Somos asesinos vocacionales disfrazados de escritores. Lo malo es que hay demasiados seguidores devotos de los asesinatos disfrazados de lectores. Crimen y Castigo. ¿No se le podría acusar de homicidio, o cuanto menos de complicidad, a Dostoievski? Porque yo aún recuerdo la sensación de bajar a cenar con las manos manchadas de sangre, en casa de mis padres, a los 15 años: Acababa de matar a una vieja en el piso de arriba, sin que nadie se diera cuenta.

¿Qué autor no ha asesinado a unos cuantos de sus personajes? Y ninguno se arrepiente, ni dice: "Uy, fue un descuido, se me disparó la pistola jugando, como al rey Juan Carlos, y me cargué a mi hermano Alfonso". Ah, no. Todos los escritores se sienten orgullosos de sus muertos, y de salir indemnes del paso por la justicia. Los escritores creamos universos, dice Nelson Goodman en "Maneras de hacer mundos". Es verdad. Y muertos. Y desgracias.

Este es un diálogo típico entre escritores:

--Tengo un personaje tullido, resentido y vengativo como pocos. Un perfecto hijo de puta.

--¡Coño, qué bueno, préstamelo!

--Ah, de eso nada, que me da mucho juego. Además, Madame Bovary cést moi.

sábado, 16 de octubre de 2010

Viaje en autobús 2

Yo ahora también estoy tomándome un café en un pequeño pueblo de nombre crecido: Villamayor. Y un huevo, mayor. ¿Pues cómo será el menor? Las moscas castellanas tocapelotas que tanto entretenían a Machado de niño, que cabreaban a Unamuno, y que se comían el queso del Lazarillo de Tormes, ahora están aquí, revoloteando alrededor de mi calva y posándose en el platillo de la taza del café, las mismas, no pueden ser otras, son eternas, no mueren. Hay cosas que no cambian con el tiempo, y las moscas son más resistentes y tienen más vida que las piedras.

El niño que llora y deja que los mocos resbalen desde su nariz enana es el mismo que se sacaba una espina del pie 200 años antes de Cristo, y que después fue arrojado desde lo alto de la roca Tarpeya por Tito Tacio, devorado por el hambriento conde de Transilvania después de ser cocinado al horno con una manzana en la boca y un ramo de perejil en el culo, sodomizado por tres curas irlandeses a mediados del siglo XX, y finalmente asistiendo como público a una sesión de bebecuentos en la biblioteca pública de Villamayor. La energía ni se crae ni se destruye, tan solo se transforma. Para profeta, Einstein. E=MC2.

viernes, 15 de octubre de 2010

Viaje en autobús

Autobús de Madrid a Salamanca. Dos horas y media, con una película de Robert Altman, El último show, para entretener la monotonía de la carretera. En el andén de la estación de autobuses de Méndez Álvaro, antes de subir, leo un letrero que avisa: "Si le hacen una pregunta, no conteste. Le están intentando distraer para robarle." Se me queda la cara tan congestionada por la sorpresa, que al subir al autobús el conductor me pregunta: "¿Se encuentra bien?" Yo me echo mano a la cartera, para comprobar que aún está en su sitio, y no le respondo, por supuesto. Desde la ventanilla, antes de salir, sigo leyendo el letrero: "Si le dicen que tiene una mancha en la ropa, no haga caso. Si delante de usted a alguien se le caen unas monedas, no se agache ni trate de ayudarle". Son consejos oficiales, advertencias de la policía para los viajeros. Podrían continuar así: "Si una mano le toca al culo, no crea que ha ligado: no buscan la redondez de sus nalgas, sino el rectángulo erótico que marca su cartera a través del pantalón". La película de Altman bien, como casi todas las de Altman: coreográfica, un puzle de historias entrecruzadas que se cierran, más o menos, o sea poco, al final, con un ángel de la muerte que entra a tomarse un café con la compañía.

miércoles, 14 de julio de 2010

San Enrique Emperador

La culpa fue de mi padre, o de mi madre, o de los dos. Mía, no, eso desde luego, porque yo acababa de nacer, y no sabía ni hablar, así que difícilmente podría decidir que me iba a llamar Enrique, y no Arturo, o Wenceslao, por ejemplo. Digo que fue de mi padre, porque cuando por fin aprendí a hablar empecé a hacer preguntas molestas, y me dijeron que cuando yo nací mi padre estaba haciendo un proyecto de monumento en Lisboa, en homenaje a Enrique el Navegante, y que por eso me pusieron ese nombre. Yo ya era el octavo, y se les había acabado el repertorio de nombres de abuelos, padrinos o tíos lejanos. Mi padre no ganó el concurso, aunque yo siempre que voy a Lisboa les cuento a todos los que me acompañan, les interese el asunto o no, que ese monumento que parece una escalera de granito blanco, con aire de barco, con el infante Enrique el Navegante cubierto con un sombrero muy chulo al borde de la proa, casi empujado por el resto de los marineros, en el puerto de Lisboa, junto al monasterio de Los Jerónimos y la Torre de Belem, lo proyectó mi padre, y que por su culpa yo me llamo Enrique.

Pero a mí los barcos me marean, y nadar se me da fatal, tengo vocación de ahogado, así que eso de dedicarme a las navegaciones, como mi tocayo, lo dejé por descartado muy pronto, antes de recibir la primera comunión. A pesar de ello la vida tiene muchos escondites, y acabé navegando durante décadas, como un Ulises perdido en el mar infinito, pero mis naufragios sucedían en otros mares donde las olas y las mareas tienen forma de letras y sintagmas. Ese es el oficio de escritor: marinero en tierra.

Debió ser por aquel entonces, antes de llegar a la adolescencia, cuando quise ser santo. Si esta vida era corta, y la otra eterna, más valía dedicarse de lleno a alcanzar la gloria eterna, que dura más. Con un calculo bruto, a ojo de buen cubero, ya se nota. Le pregunté al padre Celerino, un dominico amigo de mis padres, a ver si me podía recomendar alguna tribu de caníbales africanos para ir de inmediato a evangelizarlos, con el secreto deseo de que me echaran pronto al caldero, atado de manos y pies, junto a algún explorador del National Geographic. Yo tenía tanta prisa como Santa Teresa, y eso que aún no sabía lo que quería decir aquello de "vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero." O sea: lo mismito que me estaba pasando a mí. Pero Celerino me dijo que no, que ya no quedaban tribus caníbales por cristianizar, y que me podría recomendar, como mucho, una parroquia en Petare, al final de Sabana Grande. Claro, no es lo mismo, porque ahí te puedes hacer viejo esperando la muerte, y de pronto un día tienes un pequeño desliz, una blasfemia que se te escapa cuando te das un martillazo en el dedo por equivocación al ir a colgar un cuadro, o un crucifijo, peor aún, y sales a la calle dolorido, te cae un tiesto encima, y te mata. Te jodiste: al infierno de cabeza, por blasfemo, pecado mortal, y no te ha dado tiempo ni de llamar a un sacristán para confesarte. A tomar por culo la eternidad tocando el arpa entre ángeles y arcángeles: te envían derechito al infierno, con Satanás pinchándote todo el puto día con su tridente de fuego incandescente, y no un rato largo de aburrir, sino la eternidad. Para siempre. Forever and ever. Demasiado arriesgado.

Así que decidí encomendarme a mi santo, al mío, a mi tocayo Enrique: San Enrique. Busqué en el santoral, y allí estaba: San Enrique Emperador, 13 de julio, un día como hoy. Que nadie piense que la noticia me emocionó lo más mínimo, porque yo ya había leído aquello de que era más difícil que un camello entrara por el ojo de una aguja, a que un rico entrara en el reino de los cielos. Celerino me dijo que la aguja no era una aguja de coser, sino una especie de ventanuco que atravesaba un muro. Mi meta debía ser como la de mi santo: San Enrique. O sea, primero conseguir ser emperador, y luego que me santifiquen. Joder, la cosa se complicaba. Solo existía en todo el santoral un emperador canonizado por la iglesia católica, y le tenía que tocar a Enrique. Manda huevos. Con lo fácil que lo tenían Tarsicio o Pancracio, y todos los devorados por leones en el Coliseo. Ir al cielo entonces estaba tirado: no tenías más que acercarte a un centurión, y decirle: “Octavio, mamón, me cago en Júpiter y en Neptuno, porque soy cristiano”. Y el centurión, como estaba mandado, te mandaba a las catacumbas del Coliseo para servir de carnaza en el siguiente partido dominical de leones contra cristianos. Luego te ponías en el medio, rezando de rodillas, llegaba el león, y catapún, al cielo de un zarpazo. Yo no pensaba quitarle la espina a ningún león, como Androcles, porque luego el león memorioso me perdonaba la vida, y a esperar otro rato, hasta el siguiente domingo, a ver si aparecía un león despistado que quisiera darme un mordisco celestial. Aquello era entrar al Paraíso por la puerta grande, como los enchufados.

Pero ya no había caníbales en África, ni leones en el Coliseo, y había que imitar al santo que te hubiera tocado en suerte. San Enrique, en mi caso. No digo yo que no mole eso de ser emperador, que un poco sí que mola, porque a lo mejor me lo podía montar como Enrique VIII y tener siete mujeres, e irlas decapitándolas una a una para quedarme viudo y estrenar otra, pero de allí al cielo era difícil de escalar. Una vida de puta madre, vale, de acuerdo, pero con una eternidad hecha un asco. No vale la pena. Mi reino no es de este mundo, ya lo dijo mi primo. Lo tenía muy complicado: tenía que llegar a ser emperador, y además portarme muy bien.

Pues lo debí ver bien jodido, porque nada más cruzar la adolescencia me hice trotskista, y luego anarquista. Que le den por culo al emperador, al santoral, y al navegante. Ahora soy un escritor ateo, y me la sopla lo que diga Celerino.

La culpa fue de mi padre, ya lo he dicho. Pero no le guardo rencor, pobre, que ya está muerto.

viernes, 9 de julio de 2010

Mi nombre es Legión

He terminado de pintar la barandilla de blanco, y no he muerto. No es que pintar barandillas sea una actividad de alto riesgo, como pueda ser el trabajo del hombre bala, dentista de cocodrilos, sexador de cobras, o guardaespaldas de Bin Laden, pero después del comecocos del otro día (véase entrada anterior), temía caer fulminado por un rayo en el mismo instante en que aplicara el último brochazo a la barandilla. Afortunadamente creo que no ha sido así, porque lo contrario significaría que yo estoy muerto desde hace un buen rato, y que el que está escribiendo estas palabras es uno que me sustituye, que se hace pasar por mí, y que esta noche se meterá en mi cama con una camiseta de rayas amarillas, y con una sonrisa corrompida en la boca. Si huele y ronca como yo, Bea ni se dará cuenta. Él sí, claro está, pero a esas alturas seguirá con los labios sellados, sin el más mínimo interés en descubrirse. Un tapado, un okupa entre mis sábanas. En fin, era de esperar, si yo fuera él, sabiendo cómo, dónde y con quién vivo, haría lo mismo: callarme como un putas. Vaya que sí.

Aunque, ahora que lo pienso, si el que está escribiendo esto no soy yo, sino el otro, el farsante, el tinieblo, entonces es que yo soy él. Ya me parecía a mí que Raphael hablaba en clave esotérica cuando cantaba aquello de “Yo soy aquel” a voz en grito. De esa época también fueron los cuatro endecasílabos con los que Blas de Otero increpaba a Dios con el mejor soneto de la historia: “Alzo la mano, y tú me la cercenas. / Abro los ojos: me los sajas vivos. / Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. / Esto es ser hombre: horror a manos llenas.”

Bueno, pues que le aproveche. Que me aproveche. A fin de cuentas, si no somos más que la huella que deja un barco a la deriva, si todos somos sospechosos de impostura, si nunca nos bañamos en el mismo río (y no es porque el río haya cambiado y mudado el agua, sino porque nosotros ya somos otros), tendremos que coincidir con Agustín García Calvo, otro poeta ácrata, cuando escribía: “Juraría que he sido feliz una vez en la vida. […] Yo de cierto no sé si fui yo o fue otro cualquiera: sólo que era feliz y que toda la vida lo era.” Así que, a fin de cuentas, que me quiten lo bailado. Que nos quiten lo bailado. “Mi nombre es Legión, porque somos muchos” (Mt. 8. 28-34, Lc. 8. 26-39).
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La imagen es una foto de Blas de Otero cuando era joven.

sábado, 26 de junio de 2010

Me he vendido al enemigo

Tengo que reconocer que cuando España juega con Honduras, yo voy con Honduras. Y cuando juega contra Chile, estoy con Chile. Soy un antipatriota, un esquirol, un quintacolumnista. Me temo que le semana que viene, cuando toque luchar contra los portugueses, estaré del lado de Portugal.
Sí, soy un vendepatrias, un desertor, y cualquier día van a venir los hooligans de Fuenlabrada a darme mi merecido. Esta es la confesión de un traidor, de un disidente.
Lo que pasa (y sé que eso también es delito) es que no me gusta el fútbol, y me lo tomo como si fuera una pelea entre ejércitos de gladiadores de diferentes países. Ya sé que es cosa de deporte, pero en realidad a los seguidores de “la roja” tampoco los veo yo demasiado interesados en que gane el mejor, sino en que ganen los de su pueblo. O sea, que en parte llevo razón. Así que veo jugar a los hondureños, e imagino que todos esos jugadores morenos desearían pedir la nacionalidad española, incluso ser arrestados por la guardia civil y llevados al cuartelillo, y eso no es manera de enfrentarse al enemigo. ¿Cómo le vas a quitar la pelota a un español, si es casi seguro que tiene un cuñado que trabaja en la aduana? Es como hacerle falta a tu jefe con una patada en la espinilla en un partido amistoso. Con el hambre no se juega. Así que a mí España (la selección, quiero decir) me parece una matona de patio de colegio cada vez que juega con cualquier país sudamericano, africano o asiático. Excepto si juega con Brasil, porque los brasileños les bailan la samba y meten goles con la chorra, da igual cómo los mires.
Contra los alemanes, ingleses o italianos ya la cosa es distinta. Que se zumben. La verdad es que ahí me da igual. Me aburren. Nunca consigo ver el final. Apurando un poco diría que prefiero que ganen ellos, que se embrutezcan ellos, que se cuelguen ellos del televisor hasta el final del campeonato.
En fin, no sé, supongo que no le he cogido el punto. La culpa es de mi padre, porque a él el fútbol se la trajo a pairo toda su vida, y yo he heredado esa desgana, esa falta de emoción. La culpa siempre es del padre, eso aparece en el primer capítulo de todos los libros. El resultado es que no le veo la gracia a juntarme con otros cien mil forofos colmados de cerveza, bufandas y testosterona, para acudir a un estadio a ver cómo durante hora y media once señores en pantalón corto se empeñan en meterle la pelota a los contrarios, y evitar que se la metan a ellos. Es un juego castrante, o tocapelotas, como quieras.
Porque si la cosa se tratara de disfrutar, se podría organizar una especie de orgía. Y en ella cuenta tanto si la metes como si te la meten. Si los espectadores saltan al campo y se apuntan, pues tanto mejor. Y si son la mitad hombres, la mitad mujeres, y unos cuantos extras indeterminados (animales, seres extraterrestres, cañerías, plantas y hologramas), pues miel sobre hojuelas.
Bueno, es solo una propuesta. Tal vez para los próximos campeonatos.
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Imagen anónima capturada con Google. Si es tuya dímelo y te cito, o la borro.