No sé cómo, pero mientras veía el programa de Buenafuente por televisión, me convertí en una estatua de piedra. Al principio no me importó. Pensé que sería algo pasajero. Pero por el rabillo de ojos vi poco después cómo mi gato se empezaba a desdibujar. Perecía una estatua de arena azotada por el viento. En apenas tres minutos solo quedó de él un remolino de granos en desbandada.
Tras el gato, se desintegró el sofá, el salón, las paredes de mi casa...
Aún no sé si he dejado de existir, si he pasado a ser polvo en el viento, porque ya no tengo espejos en donde buscarme.
Además, esta entrada en el blog ya estaba programada desde ayer.
1 comentario:
Perdón, ¿Ha visto alguien a Enrique?
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