viernes, 29 de octubre de 2010

Mal día. Hoy no he escrito nada. Mañana no tendré tiempo.

El título de esta entrada es de Kafka, no mío. Y revela la mayor obsesión de todos los escritores: el bloqueo literario. Ese texto mínimo de Kafa, falso desde el mismo momento en que que existe (porque sí ha escrito: ha escrito al menos que no ha escrito nada), lo han padecido, y lo sufrimos, miles de autores. Son 14 palabras que todos los escritores (menos Jordi Sierra i Fabra) escriben una y otra vez a lo largo de su vida.

7 de junio. Mal día. Hoy no he escrito nada. Mañana no tendré tiempo.

De algún modo Kafka representa no solo con sus escritos, sino con su propia vida, las obsesiones y los miedos de todos los escritores: vida retirada, la sensación de ser en el fondo una cucaracha (no Gregorio Samsa, sino el propio Franz Kafka), la inseguridad en la escritura hasta el punto de pedirle a su amigo y albacea Max Brod que quemara todos sus escritos después de su muerte (afortunadamente Max Brod traicionó a Kafka), mala suerte en el amor, tuberculoso, tiranizado por su padre, y obsesionado con mil dolores. En sus cuadernos habla de asalto a las últimas fronteras terrenales, soledad, embates, desamparo, demonios, derrumbamiento, persecución, agobiante observación de uno mismo... Todo lo que conduce a un mundo oscuro, desconcertante y desconocido. Lo dicho: ese es el temor de un escritor: ser Kafka en la vida; aunque todos quieren ser Kafka después de muerto.
¿Con qué te quedas?
La inmensa mayoría de los autores prefieren una vida feliz, aunque eso signifique una escritura mediocre.
Por eso Kafka solo vivió una vez, y no hay reencarnaciones.
A fin de cuentas tampoco está asegurado que por vivir amargado se vaya a escribir bien.
Ni que por vivir feliz se tenga que escribir mal.
Aunque tal vez el dolor, el sacrificio y la intensidad de lo que se vive sí influya no en la textura, pero sí en la intensidad de la escritura.
No estoy seguro de lo que acabo de escribir.
También tengo dudas al respecto, porque yo podría escribir una violación detallada, sin necesidad de vivirla.
¿Seguro que podría?
¿No necesitaría ni siquiera haber vivido una experiencia traumática que pudiera extrapolar de modo metafórico?
Tal vez sí.
Es posible que solo se escriba de lo que se ha vivido, con todas las posibilidades de transustanciación, metáforas y analogías. Dentro de lo vivido, aunque no con la misma intensidad, habrá que incluir lo soñado, lo imaginado, lo percibido, lo escuchado, lo soñado, lo deseado, lo odiado y lo leído.
Me temo que nunca será Kafka.
Ojalá nunca sea Kafka.
Cómo me gustaría ser Kafka, pero sin ser Kafka (me quedo con los escritos, y rechazo la infelicidad).
Y a la inversa: ¿Cuántos habitantes del planeta son Kafka sin ser Kafka? (Es decir, los que soportan la amargura de Kafka, pero son incapaces de escribir ni una sola frase que valga la pena?

jueves, 28 de octubre de 2010

Cómo matar a Dios con un soneto

La matemática del soneto: Yo tenía una máquina de escribir Underwood que me gustaba mucho. No tanto como para tatuarme “Recuerdo de Constantinopla” en el pito con sus martillos metálicos al rojo vivo, pero me gustaba. Con esa Underwood de teclas redondas escribí un largo ensayo titulado “Blas de Otero: la matemática del soneto” y se lo di a Agustín García Calvo, que me puso un sobresaliente en la asignatura de métrica. Pero se perdió hace ya muchos años. No me quedé ninguna copia. Se quedó en el departamento de métrica latina del edificio A de Filosofía y Letras, en Madrid. Ahora me acuerdo del ensayo (del soneto nunca me he olvidado), y recuerdo algo de lo que me reveló su lectura detallada. La culpa también fue de Dámaso Alonso, que insistió en sus comentarios en que alguien debería profundizar un poco más en ese soneto brillante. El soneto se titulaba "Hombre", sin más. Lo pongo entero aquí, al principio, porque pienso hablar de él, de su arquitectura textual, rítmica y significativa. Es un poema tan bien construido que da pena descuartizarlo. Ahí va:


HOMBRE

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!


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Luchando cuerpo a cuerpo con la muerte

Cuerpo a cuerpo. Yo escribí (aun me acuerdo) que aquello era una orgía de vocales en tres sílabas con una sinalefa que unía dos palabras y dos cuerpos mostraban la lucha y el contacto físico (geográfico, visual y auditivo) que enunciaba el continente: semántica fónica, coincidencia de fondo y forma. Cuer-poa-cuer-po. El soneto pertenecía al libro Angel fieramente humano. Después Blas de Otero publicó Redoble de conciencia. Y finalmente, Visor juntó los dos libros en uno solo, tomando el principio del nombre de uno, y el final del otro. Así surgió Ancia, un poemario mítico del siglo XX. Mi amigo Ramón J. Blázquez me lo regaló en el verano de 1978, en el café Iruña; y me lo volvió a regalar en primavera de 1979, en Deusto.
--Muchas gracias, Ramón, pero este libro ya lo tengo. Es más. Me lo regalaste tú.
--Pues así tienes dos --me dijo Ramón frunciendo el ceño.
Y desde entonces tengo dos. Ramón tenía un vozarrón que acojonaba, así que era mejor no discutir.


al borde del abismo, estoy clamando

El soneto quizá tuviera demasiados gerundios, de rima fácil: “clamando, retumbando, hablando, arañando”, pero a pesar de ello es de los mejores de Blas de Otero, el gran renovador de los sonetos (junto con Borges, claro, pero con direcciones muy diferentes).
El encabalgamiento entre el primer y el segundo verso rompe la ilación sintáctica: “con la muerte / al borde del abismo…”. Me pareció evidente, aunque no me acuerdo, así diré que me lo parece ahora, que de ese modo la muerte se queda al mismo borde del abismo, al borde del verso, en el precipicio de la sílaba once, donde la línea negra de letras se corta y se abre al vacío en el medio de la página.


a Dios. Y su silencio, retumbando,

Ya sabemos que el desajuste del encabalgamiento se produce en la estrofa cuando la pausa versal no coincide con la pausa morfosintáctica. Ese desajuste provocará aquí una violencia interna en el texto, pues obliga a romper la unidad sintáctica para respetar la pausa versal, o a descartar esa pausa para mantener la ilación.
Después de Dios un punto. Una espera. Una toma de aire. ¿No hay respuesta? El silencio retumba. Herencia del siglo de oro, oxímoron, el fuego helado (Quevedo), placeres espantosos y dulzuras horrendas (Baudelaire), inteligencia militar (según Groucho Marx), pensamiento navarro (según Unamuno, referido al periódico, no a los paisanos). ¿Cómo no va a retumbar el silencio de Dios, el todopoderoso? Blas de Otero le daba demasiada cancha, me parece a mí, dándose cabezazos contra un muro de cemento. Dios/Franco, Dios/poder, Dios/industria (hablamos de Bilbao, no cabe duda), Dios/religión, Dios/respuestas…


ahoga mi voz en el vacío inerte.

Y muere la voz de Blas de Otero en este cuarto verso del primer cuarteto. Ahogado por el silencio de Dios, el vacío inerte de Dios. Es verdad que un vacío no tiene más remedio que ser inerte, pero dado que el poderoso silencio es de Dios, podían caber dudas de si el vacío que provoca es inerte o activo. Hay otro soneto de Blas de Otero titulado así, Poderoso silencio, que se inicia con “Oh, cállate, Señor, calla tu boca / cerrada, no me digas tu palabra / de silencio; oh Señor, tu voz se abra, / estalle como un mar, como una roca…”, y acaba “¡Poderoso silencio con quien lucho / a voz en grito: grita hasta arrancarnos / la lengua, mudo Dios al que yo escucho!”).
Pero ya entonces, de eso sí me acuerdo, y ahora lo compruebo de nuevo, me llamó la atención la ruptura de la acentuación monótona que hasta ese momento llevaba el soneto de Blas de Otero. Me refiero a que en los tres primeros endecasílabos los acentos prosódicos tonales caen, invariablemente, en las sílabas dos, seis y diez. Un ritmo yámbico ortodoxo. Quizá demasiado tajante. Empieza a parecer una letanía, un bisbiseo, una oración (¿no está acaso hablando con Dios Blas de Otero?). Pero esa oración, ese clamor, ese agarrar a Dios por las solapas (esa imagen no es de Blas de Otero, sino de otro poema mío, de aquel entonces, contaminado por mis lecturas del propio Blas de Otero), muere ahogado, estrangulado a lo largo del verso por sus propios golpes de voz, acentos descolocados, no ya en las sílabas dos-seis-diez, sino en una-cuatro-ocho-diez.
Para obligar a que el verso sea un endecasílabo como los otros trece restantes (si no, no hay soneto, y se acabó la fiesta), hay que leer la primera palabra “ahoga” con solo dos golpes de voz, en solo dos sílabas: ao-ga, forzando a la sinéresis de la a y la o en una solo sílaba, antinatural, presionado, ahogado, en definitiva. De nuevo el ritmo aquí refuerzo el significado, las marcas rítmicas musicales están repitiendo y reforzando los significados explícitos. De nuevo el nivel de significación interno, en el plano semántico, coincide con el externo, formal, del plano fónico.
El verso, así, comienza ya ahogándose desde el inicio, y ahogando la voz del poeta.
Se salta el acento del axis central, el de la sexta sílaba, el más importante del endecasílabo, ahogado en un artículo masculino singular (“el”) imposible de acentuar. Claro que el puente rítmico que va de la sílaba cuatro a la sílaba ocho, con las obligadas sílabas definitivamente átonas de las sílabas cinco y siete, silenciadas por el acento anterior y posterior respectivamente, obligan a acentuar lo que es imposible de acentuar: la sílaba seis, la del axis central. Un vacío acentual en el centro del verso precisamente en el momento en el que Blas de Otero escribe “voz en el vacío”. ¿Pura coincidencia? Yo no lo creo.
Y no digo yo que Blas de Otero lo hiciera de manera consciente, porque así no hay forma de escribir sonetos. Es imposible siquiera que lo imaginara. Pero al mismo tiempo es imposible que tanta coincidencia significativa de ritmos y lexemas sea fruto del puro azar, felices coincidencias. Entonces, ¿qué? ¿De dónde surge el nexo? Y aquí hay que recurrir a las explicaciones que van más allá de la razón y la lógica: las musas, el conocimiento no consciente, la sabiduría intuitiva, el don de la poesía, la capacidad de capturar lo inasible, el poeta como demiurgo, o bien como médium, que escribe sin saber del todo lo que está diciendo, captando unas señales débiles que es capaz de traducir, fruto tan vez del inconsciente colectivo, de la suma de los saberes de la humanidad registrados aún no se sabe cómo en sus cromosomas indescifrados.


Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte

El comienzo del segundo cuarteto, quinto verso, también tiene una curiosidad rítmica sorprendente, en el mimo orden de significación del anterior verso. El poeta dice “Si he de morir, quiero tenerte”, y a continuación se abre un vacío, el final del verso, como cada vez que intenta atrapar a Dios, el inatrapable, el silencio inerte, el sueño de la muerte, parece que Blas de Otero quiere “tener a Dios”, pero no es verdad, Dios se rebela, se esconde, y solo al inicio del siguiente verso vemos que falta un complemento circunstancial de modo, “despierto”, donde Dios se esconde. Así que Blas de Otero no puede “tener a Dios”, sino, como mucho, puede “tener a Dios despierto”. El sueño se rompe, Dios desaparece en el silencio, el poeta despierta. Pero al contrario de lo que le sucede a Augusto Monterroso, cuando de Otero se despierta, el dinosaurio/Dios ya no está allí.
Hay un acento antirrítmico en la sílaba séptima, junto al axis de la sexta. ¿Por qué ahí? Pues porque sucede, de modo violento, lo mismo en las palabras que lo sufren y lo que denotan, cuando Blas de Otero dice “Si he de morir, quiero”, cuando la muerte rompe la vida, el acento quiebra el ritmo. ¿Qué mayor ruptura de un ritmo que la muerte? El corazón deja de palpitar, con su ritmo yámbico o trocaico: bum-silencio-bum-silencio-bum-silencio… Y de pronto bum-bum, sin silencio, ataque al corazón, muerte.


despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo

En este sexto verso de Otero pretende tener despierto a Dios, hasta el punto que forma una sinalefa en “despierto. Y” que cruza un punto y seguido. Mantiene a Dios despierto rompiendo la ilación sintáctica que obligaría a hacer una pausa después de un punto (“despierto.”), exigencia de lectura, pausa morfosintáctica, a dormir después de un día trabajoso, pero que en este caso sucede sin descanso, porque no hay dos sílabas en la lectura, sino que el endecasílabo exige aquí que se lea como una sola, sin pausa, sin descansar, sin dormir; despierto, en definitiva.
Pero además termina con otra muerte súbita, la de un acento no ya antirrítmico, sino antiestrófico (tan visible que hasta lleva tilde), al final del verso, en la sílaba nueve: “no cuando”, rompiéndole el ritmo al axis estrófico. Parece que Blas de Otero da manotazos con acentos prosódicos para despertar a Dios, para hacerle hablar de una vez, para que conteste a su clamor. No sabe cuándo, pero él espera al final conseguir hacer oír su voz. Y eso que termina el verso de modo indefinido, con otro encabalgamiento más: “no sé cuando / oirás mi voz”. De hecho, si sucede (el hecho de que Dios escuche alguna noche, solo será en el siguiente verso, después de otro precipicio versal.


oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando

Con este verso, el séptimo del soneto, Blas de Otero introduce dos encabalgamientos (uno por delante, otro por detrás) y al mismo tiempo instala dos puntos en el interior del verso. Parece una carrera de obstáculos. Eso sí, para no perder el ritmo lo fuerza a que ocurra en todas las sílabas pares: 2-4-6-8-10. Más que una voz, empieza a parecer una pataleta, una tamborrada, una exigencia inexcusable.


solo. Arañando sombras para verte.

La primera vez que pone un acento en la primera sílaba, pero siempre a partir de ahora, y hasta que acabe el soneto (aparte del verso cuarto, donde Blas de Otero siente que su voz se ahoga en el silencio de Dios). Todo ya es urgente, imperioso. Por decirlo en el lenguaje coloquial, Blas de Otero está hasta los huevos. Acaba así: Arañando sombras para verte. Un poco harto de que jueguen con él al escondite. Vuelve, eso sí, a romper el punto y seguido con otra sinalefa: so-loa-ra-ñan-do. Parece que no hay descanso posible en esos manotazos teológicos de Blas de Otero.


Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Un primer terceto lleno de quejas. No es la primera vez que Blas de Otero trata de acercarse a Dios, pero Dios le responde siempre con negativas, amputaciones, negaciones y desplantes. Le corta las manos, le saja los ojos, le seca la garganta (antes ya había ahogado su voz en el vacío, así que no hay cambio de estrategia en la postura de Dios). Cada acto que el poeta realiza, con urgencia, acentuado en la primera sílaba, es fulminado por la inmisericordia divina.


Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

Y un último terceto definiendo al hombre, que ya definitivamente sabe que no va a ser escuchado por Dios. Horror a manos llenas; fugitivos eternos (en eso coinciden con Dios, solo que Dios es un fugitivo voluntario, y el hombre va obligado); y como fin un ángel, sí, pero encadenado. Sus alas no son para volar, sino para estar encadenado. Así que, ¿para qué quiere el hombre las alas, la imaginación, las cualidades angelicales, si en realidad el Dios sordo y esquivo las convierte en cadenas.
¿O es que quizá sean las cadenas, el horror a manos llenas, el hecho de tener pensamiento, imaginación?
¿Es ese, el pensar, el razonar, el pecado original? ¿El horror y el silencio con que responde Dios es producto (venganza) de la pretensión del hombre a cuestionarlo todo, a pensar por su cuenta, a imaginar?
¿Son los poetas entonces, los escritores, los que en realidad están castigados por su soberbia al querer saberlo todo, al morder la manzana del conocimiento del Paraíso?
¿O es que poco a poco Dios está viéndose amenazado, cuestionado, impugnado, y se defiende con el silencio vergonzoso y vergonzante?
¿Son los escritores los deicidas? ¿Nos teme Dios? ¿Es Dios un mal poeta, un novelista tramposo, un ensayista superficial?
Habrá que ir pensando que sí. Y si no, que salga a la calle y lo demuestre, si es que tiene huevos. Aquí me tienes, hablo contigo: estoy en el balcón, con la camisa abierta. Que me parta un rayo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

De poemas insurgentes

Yo escribía poemas cuando era adolescente. Todos hemos escritos poemas alguna vez, a excepción de los que nunca han sido adolescentes. No escribir jamás un poema, negar la adolescencia, luego genera problemas de comportamiento, de emotividad y de falta de empatía. Mi padre, por poner un ejemplo, nunca escribió un poema, estoy casi seguro. Pero claro, él pasó una guerra civil, se quedó huérfano a los 18 años, estudió ingeniería de Obras Públicas, y se casó con una marimandona, mi madre. En ese currículum no caben los sonetos. Y si luego se pone a follar a oscuras con una madre-coneja como si estuviera haciendo un test de resistencia de materiales, pues el resultado es el de diez hijos como diez botijos. Yo soy el octavo, y como ya para entonces mi padre estaba cansado de vigilar a los demás, que parecían cucarachas corriendo por el pasillo, me dejó un poco más desatendido, y entonces ocurre que escribí un poema a escondidas, y luego otro, y acabé con una colección de sonetos perfectamente medidos, con sus ritmos yámbicos, cesuras y encabalgamientos al estilo italiano, pero con la mala leche de escribirlos a orillas del Nervión, junto a los altos hornos, por lo que me salían un poco cabreados. Blas de Otero y Celaya tienen la culpa.
Mira aquí va uno de esos. Este lo escribí en Algorta, y ya tiene más de treinta años, el pobre. En su momento lo titulé Euskadi:

Escribir un soneto entrecortado
por la lluvia y la ciega luz del día
no es sencillo. Vivimos con la fría
caricia del recuerdo asesinado.

La libertad se desdibuja al lado
de la muerte, detrás de la vacía
sonoridad del trueno, mercancía
de la sangre, artículo olvidado.

Euskadi en lucha: muertos en las calles.
Violentamente oscureciendo el cielo
los fusiles al hombre le han herido.

El dolor se propaga por los valles.
En un pueblo la libertad y el suelo
con sangre y con vergüenza se han teñido.

Bueno, vale, ya sé que no es el mejor soneto del mundo, pero tampoco es un hijo toxicómano al que hay que negar las llaves de la casa y la paga de la semana. Son versos como piedras, cabreados, que buscaban la coronilla del gobernador civil de la época. Creo recordar que los escribí después de unas manifestaciones en los astilleros de la margen izquierda que la policía disolvió a tiros, como era costumbre en la época.
Ahora lo leo y me parece que tiene fallos de construcción imperdonables. ¿A quién se le puede ocurrir poner adverbio en –mente seguido de un gerundio? (léase el endecasílabo 10: “Violentamente oscureciendo el cielo”). A mí, en este caso. A mí, o más bien al que era yo hace 30 años, que escribía sonetos a puñetazos, con ganas de meterle el estrambote por el culo al Capitán General de las provincias vascongadas.
Y fíjate si tiene delito, que el cargo “Capitán General de las provincias vascongadas”, que no soy yo el que lo ha escrito así, tiene mayúsculas en “Capitán” y en “General”, y minúsculas en “provincias” y en “vascongadas”. Lo hicieron más que nada para tocarle los huevos a los paisanos de la boina. De aquellas lluvias, estos barros.
Pero yo decía que el que no haya escrito poemas de adolescente, lo tiene crudo. Si alguno que me lee no lo ha hecho y le sobreviene un pequeño sobresalto, que no se altere, porque hay repesca todos los años. En cada primavera se abre la veda, y uno puede mirar un puesta de sol, o a los ojos de su novia, e infectarse un poco de melancolía estacional. No todo va a ser darle caña al gobernador civil o al lendakari. También nos podemos poner tiernos y frágiles como… ¿cómo qué? ¡Eso es! ¡Exacto! ¡Como adolescentes!
Imagínate el susto que le das a tu pareja si de pronto le escribes un SMS que dice:

Hoy necesito tu piel
y tu sonrisa,
tengo frágiles los labios
sin tu beso sorprendido,
melancólico y frutal;
sin tus ojos de mercurio
gravitando en el silencio
de tus párpados.

(Esto es un fragmento de otro de mis poemas de entonces, titulado “Luminosa espera”).

Pues eso, que me imagino que si le envías a tu novia un mensaje así, lo primero que hace ella es pedir el día libre al jefe por asuntos familiares graves, y después salir a todo correr por la puerta de la oficina con una duda terrible en la cabeza: ¿A dónde voy, a la comisaría y le pongo un denuncia, o a casa y me voy quitando ya las bragas?
Decida lo que decida, unos versos así podrían hacer saltar todas las alarmas.
No conviene jugar con fuego. Tengamos calma. Apacigüémonos.
Hay algo de terrorismo emocional en la poesía. A fin de cuentas, un tipo que se pone a escribir versos medidos, con premeditación eufónica, y con interés en retorcer el lenguaje para que llegue allí a donde antes no había llegado, que diga lo que no puede ser dicho, o que sugiera lo que nunca antes nadie había imaginado… es un tipo peligroso, de los que no hay que fiarse mucho. Uno no puede dejar a solas una tarde entera a su hija emocionalmente inestable (normal, vaya) en manos de un perverso verbal que escribe poemas. Esos personajes, que se hacen llamar poetas para disimular sus intenciones, van a dejar a tu hija preñada y con la mirada lánguida antes de que termine el derbi Real Madrid-Atleti. Yo solo te aviso, que lo sepas.
Mi amigo Salvador, hace también 30 años, en la facultad, intentaba ligar con Marina, Victoria, Blanca o Piti con los libros de Marta Harneker (Los conceptos fundamentales de materialismo histórico) y John Red (Diez días que estremecieron al mundo), pero eso no servía para nada. Llegaba junio y no se había comido un colín. Ellas, al final, perdían la virginidad con los de Biológicas o con los de Químicas, después del cineclub (una de Bergman y otra de Buñuel), porque no les daban la vara y les metían mano en seguida. La ley de la selva también manda en el campus.
Ahora me voy a cenar, que el medidor de azúcar dice que estoy a 74 y ya va siendo hora.
Hala, a pasarlo bien.
De tarea les encargo que me escriban un poema.
Aunque no sea un soneto.
Aunque no esté medido.
Basta con que sea innecesario (a partir de ahí ya empieza a ser peligroso).

martes, 26 de octubre de 2010

Viaje a Azeroth

Las próximas vacaciones quiero ir de viaje a Azeroth, el planeta donde tienen lugar la mayoría de las aventuras de WoW. Según me cuentan, está formado por tres continentes: los Reinos del Este, Kalimdor y Rasganorte.
Yo soy friolero, y dicen que allí el clima es templado, lleno de zonas boscosas y valles verdes. Además, allí solo viven Humanos, Gnomos, Enanos, No-muertos y Elfos de Sangre. No hay peligro, porque casi todos los que están allí pertenecen a la Alinanza. A mí es que los de la Horda me dan mal rollo. No me fío de ellos.
Tengo ganas de visitar la montaña Rocanegra, la torre de Karazhan, el portal oscuro, las zonas devastadas por la plaga y el antiguo baluarte trol de Zul'Aman. He visto fotos, y me parece impresionante.
Elías me dice que para recorrerlo bien necesito al menos tres meses. Pero yo no tengo tantas vacaciones. Ya veré si repito. Puedo ir varios años, y conocer diferentes zonas.
Además, es posible que sea de los primeros en tomar contacto con los Worgens de Gilneas. Están a punto de llegar. Dicen que son la nueva raza para la Alianza en la tercera expansión, World of Warcraft: Cataclysm. En realidad sospecho que son hombres lobo que el archimago Arugal del Castillo Colmillo Oscuro usó en épocas anteriores como armas contra la Plaga.
¿A que mola el plan de viaje? Y no te creas que es tan caro. Todo lo bueno cuesta, ¿qué quieres? Además, todos mis amigos que han estado allí dicen que es lo mejor que han hecho en MMORPG.

lunes, 25 de octubre de 2010

Si te vas a morir mañana

Si te dicen que te vas a morir mañana, no eches a correr. ¿Qué prisa tienes? Vuelve a fumar, bébete un trago, no limpies nada, llama a tu madre y dile que la quieres, y que te vas, pero no le digas que es para siempre. No le des ese disgusto antes de tiempo.

Si te vas a morir mañana, no te enfades con nadie. Ni siquiera contigo mismo. No vale la pena. No barras la casa. No sigas la dieta. No saldes las deudas.

¿Un testamento? Bueno, si te hace ilusión... Pero no te creas que lo que dejas atrás le importa a nadie. En realidad ni tú mismo lo necesitabas, y te va a importar muy poco si tus libros se releen o si van al vertedero, con tus huesos.

Si te vas a morir mañana, ¿para qué quieres escribir una carta estupenda, pedir perdón, hacer que todos lloren a destiempo?

Así que si te vas a morir mañana, deja ya de leer este blog, dale un beso triste a quien tú sabes, y prepara una cena rica. Acuéstate temprano, no vayas a tener ojeras. A veces las cosas son así de simples, así de imprevisibles.

En realidad ya lo sabías, piénsalo bien, porque te vas a morir mañana.

sábado, 23 de octubre de 2010

Gianni Rodari, 90 años

Hoy hace 90 años nació Gianni Rodari, y murió unos meses antes de cumplir los 60 años. Quien no haya leído a Rodari, al menos la Gramática de la fantasía, los Cuentos por teléfono, los Cuentos escritos a máquina y Érase dos veces el barón Lamberto, tiene un agujero fundamental en su formación como lector y/o como escritor, un vacío mental, un cráter de ignorancia dolorosa.

Rodari fue un lector insistente de Nietzsche, Stirner, Schopenhauer, Lenin, Stalin y Trotski. Estuvo en el Partido Fascista (por obligación) y en el Partido Comunista (por devoción). A las duras, y a las maduras.

¿Quién no ha puesto en práctica alguna vez el "binomio fantástico" a la hora de escribir?

El que no lo haya hecho, se lo pierde (y pierde mucho).

¿Quién no ha redescubierto las funciones de Propp a través de Rodari?

¿Cómo?
¿Que no sabes quiés es ese tal Propp?

Mira, lo tuyo es una vergüenza, un delito contra el pensamiento libre, un analfabetismo funcional, que solo puede ser consentido si eres ingeniero de Caminos, o concejal del PP (pueden ser incluso de Cultura, no hay problema).

Vale, no se lo diremos a nadie, siempre y cuando, en un plazo máximo de dos semanas, corres a una biblioteca o a una librería y te empapas de Rodari.

Ya estás tardando.

jueves, 21 de octubre de 2010

Lo imposible verosímil

Estaba un día Aristóteles pensando en si escribir algo real o inventado, y rasca que te rasca dedidió que "Lo imposible verosímil es preferible a lo posible pero no convincente" (Poética). Y desde entonces esa es una ley de la escritura de ficción que nunca deberían olvidar los autores.

No importa que la historia que cuentas sea real. Ni siquiera importa que sea posible que haya sucedido, porque si no es convincente, no funciona. No vale. A la papelera con ella. Porque en ese caso sería preferible, ya lo dice el Estagirita sabelotodo, escribir una historia imposible, pero verosímil. Es más importante que sea consistente en las reglas de su mundo interior, y por lo tanto verosímil, a que sea posible, pero difícil de creer, no convincente. Antes una mentira creíble que una verdad sospechosa.

Las leyes de la creación son internas al mundo ficcional construido, y solo le deben obediencia a ese mundo interno, no al nuestro en el que vivimos. Desde hace siglos las historias que escribimos no tienen por qué estar ancladas en este mundo, ni de manera representativa, ni desencadenante, ni siquiera metafórica. Son mundos posibles (en la imaginación) paralelos al nuestro. El significado de los mundos de ficción, la semántica ficcional, tiene que ser específicamente literario, así que no intentes aplicar las leyes de la física, ni la de las matemáticas, porque no tienen por qué cumplirse.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Arial cuerpo 3

Enciendo el ordenador, arranco el Word de Windows y le pongo la letra arial en tamaño 3. Esta es una letra imposible de leer, así que no se puede corregir. Esta sería, pues, la escritura de un ciego, a no ser que el ciego le dicte a una secretaria, o a un secretario, y que le mande leer de regreso lo que acaba de dictar. Cuando la voz es demasiado débil, no se escucha. Hay que levantarla, hay que hacerse oír. Algunos, más que hacerse oír, imponen su voz, gritan, amenazan, vociferan. A veces les funciona, pero no durante demasiado tiempo. Todos los pueblos acaban por sublevarse, todas las víctimas se rebelan contra el tirano. O eso me gustaría pensar. Sé que no es verdad, sé que hay víctimas que mueren antes de rebelarse, o durante la rebelión, y de que muerto el tirano siempre nace otro nuevo dispuesto a sustituirle. Ley de vida, ley de selva, ley de muerte. Algunos levantan la voz tan alto que su propia voz desaparece. Le ponen un cuerpo 3200 a las letras, y solo si te vas al otro lado del pueblo lo podrían ver, porque la dimensión excede la naturalidad. Eso le pasa al Miles gloriosus de Plauto, a Aznar, y a Bush, y a todos los bocazas que pueblan la tierra.

No tires nunca el matamoscas, porque las moscas nunca van a desaparecer. Eso deben pensar los de ETA: yo no devuelvo mi pistola. Ah, no.

Después del sueño de anoche, de pronto se me ocurrió que también hay una relación entre el movimiento centrífugo y el movimiento centrípeto no solo en la vida, en la escritura y en el universo, el amor, las plantas y la cadena trófica en la que participan los muertos de los cementerios, sino también, como en los procesos de analogía, en las cosas pequeñas, diminutas, mortales (los virus, las bacterias, los desplantes, los ninguneos, los granos).

martes, 19 de octubre de 2010

El libro-putada y los escritores asesinos

Yo quería escribir el gran libro, como todos. Escribir el libro definitivo. Ese libro a partir del cual todo es distinto, porque el resto de los novelistas saben que no lo pueden superar, y deciden pasarse en masa al microcuento, o a la programación de videojuegos. Escribir el libro-putada, y dejar a todos los compañeros del oficio en paro. A joderse. Se acabó la fiesta.

Y lo más curioso es que ese empeño cabrón y glorioso al mismo tiempo, lo tienen todos. Cerrar el último tomo de la historia de la Literatura con un aldabonazo. A partir de aquí, todo es una mierda, y además todo lo anterior solo existió para llegar aquí. La negación total del futuro y del pasado. Dicho así, no parece un objetivo ejemplar ni edificante, sino la venganza de un hijo puta que le prende fuego al kiosco y encima pretende cobrar la indemnización, y que todos le hagan reverencias. Vaya plan.

Así que lo mejor será no escribir.

Yo, por no escribir, mato. A quien sea. A Andreita, a su madre, a la tuya, a la mía, al que me está leyendo, y al que me vendió esta navaja de Albacete. Hay autores que se vuelven contra los suyos, como Louis Althusser, que en 1980 asesinó a su mujer Hèléne estrangulándola, tras lo cual fue internado en un hospital psiquiátrico. O peleando como Jorge Manrique, según cuenta Hernando del Pulgar [1986:339] «Ansimesmo en el Marquesado donde estaban por capitanes contra el Marqués, D. Jorge Manrique é Pero Ruiz de Alarcón peleaban los más días con el marqués de Villena é con su gente; é había entre ellos algunos recuentros, en uno de los quales, el capitán don Jorge Manrique se metió con tanta osadía entre los enemigos, que por no ser visto de los suyos, para que fuera socorrido, le firieron de muchos golpes, é murió peleando cerca de las puertas del castillo de Garci Muñoz, donde acaeció aquella pelea, en la qual murieron algunos escuderos é peones de la una é de la otra parte».

Aunque lo cierto es que la mayoría de los autores se conforman (nos conformamos) con asesinatos ficticios, premeditados, diseñados sintagma a sintagma. Somos asesinos vocacionales disfrazados de escritores. Lo malo es que hay demasiados seguidores devotos de los asesinatos disfrazados de lectores. Crimen y Castigo. ¿No se le podría acusar de homicidio, o cuanto menos de complicidad, a Dostoievski? Porque yo aún recuerdo la sensación de bajar a cenar con las manos manchadas de sangre, en casa de mis padres, a los 15 años: Acababa de matar a una vieja en el piso de arriba, sin que nadie se diera cuenta.

¿Qué autor no ha asesinado a unos cuantos de sus personajes? Y ninguno se arrepiente, ni dice: "Uy, fue un descuido, se me disparó la pistola jugando, como al rey Juan Carlos, y me cargué a mi hermano Alfonso". Ah, no. Todos los escritores se sienten orgullosos de sus muertos, y de salir indemnes del paso por la justicia. Los escritores creamos universos, dice Nelson Goodman en "Maneras de hacer mundos". Es verdad. Y muertos. Y desgracias.

Este es un diálogo típico entre escritores:

--Tengo un personaje tullido, resentido y vengativo como pocos. Un perfecto hijo de puta.

--¡Coño, qué bueno, préstamelo!

--Ah, de eso nada, que me da mucho juego. Además, Madame Bovary cést moi.

sábado, 16 de octubre de 2010

Viaje en autobús 2

Yo ahora también estoy tomándome un café en un pequeño pueblo de nombre crecido: Villamayor. Y un huevo, mayor. ¿Pues cómo será el menor? Las moscas castellanas tocapelotas que tanto entretenían a Machado de niño, que cabreaban a Unamuno, y que se comían el queso del Lazarillo de Tormes, ahora están aquí, revoloteando alrededor de mi calva y posándose en el platillo de la taza del café, las mismas, no pueden ser otras, son eternas, no mueren. Hay cosas que no cambian con el tiempo, y las moscas son más resistentes y tienen más vida que las piedras.

El niño que llora y deja que los mocos resbalen desde su nariz enana es el mismo que se sacaba una espina del pie 200 años antes de Cristo, y que después fue arrojado desde lo alto de la roca Tarpeya por Tito Tacio, devorado por el hambriento conde de Transilvania después de ser cocinado al horno con una manzana en la boca y un ramo de perejil en el culo, sodomizado por tres curas irlandeses a mediados del siglo XX, y finalmente asistiendo como público a una sesión de bebecuentos en la biblioteca pública de Villamayor. La energía ni se crae ni se destruye, tan solo se transforma. Para profeta, Einstein. E=MC2.

viernes, 15 de octubre de 2010

Viaje en autobús

Autobús de Madrid a Salamanca. Dos horas y media, con una película de Robert Altman, El último show, para entretener la monotonía de la carretera. En el andén de la estación de autobuses de Méndez Álvaro, antes de subir, leo un letrero que avisa: "Si le hacen una pregunta, no conteste. Le están intentando distraer para robarle." Se me queda la cara tan congestionada por la sorpresa, que al subir al autobús el conductor me pregunta: "¿Se encuentra bien?" Yo me echo mano a la cartera, para comprobar que aún está en su sitio, y no le respondo, por supuesto. Desde la ventanilla, antes de salir, sigo leyendo el letrero: "Si le dicen que tiene una mancha en la ropa, no haga caso. Si delante de usted a alguien se le caen unas monedas, no se agache ni trate de ayudarle". Son consejos oficiales, advertencias de la policía para los viajeros. Podrían continuar así: "Si una mano le toca al culo, no crea que ha ligado: no buscan la redondez de sus nalgas, sino el rectángulo erótico que marca su cartera a través del pantalón". La película de Altman bien, como casi todas las de Altman: coreográfica, un puzle de historias entrecruzadas que se cierran, más o menos, o sea poco, al final, con un ángel de la muerte que entra a tomarse un café con la compañía.

martes, 12 de octubre de 2010

Escritura caracol

A veces la escritura corre despacio. Muy despacio. No es una lluvia superficial, un regar el patio en agosto para que haya un poco de frescor, sino un río subterráneo que se nutre de aguas freáticas, que antes de llegar al pozo deben atravesar capas de roca y limo, dejar las impurezas, filtrarse gota a gota, y caer desde lentas estalactitas a los pozos de la memoria. Y de ahí, el agua debe crecer, tras meses de lluvia y osmosis, hasta que se desborda en un pequeño manantial de agua cristalina.

Y con eso, nace un párrafo. Y si el tiempo y el otoño han sido generosos, un capítulo.

A mí no me extraña que los escritores se suiciden. Son un gremio de dinamiteros del tiempo: lo detienen, lo estrujan y lo perpetúan. El devenir convertido en piedra, la diacronía convertida en sincronía, y echada a rodar en las bibliotecas en forma de libros eternos, muertos que reviven como la Bella durmiente cada vez que un príncipe (un lector) le da un beso (abre el libro).

Hay una niebla espesa en Tenerife, apenas puedo ver la casa del vecino.

A los canelones les faltan 15 minutos para que estén dorados.

Y después subir al coche y hacer un breve viaje a través de la niebla hasta llegar a San Miguel de Abona. He quedado con mi amigo Chris Debelius, al que no veo desde hace 35 años. Tenemos que contarnos media vida (los últimos 35 años) entre el primer plato y el postre. Después, entre el postre y el café, la futurización de los próximos 35 años. Una botella de rioja entera seguro que cae. Y después, cruzar la niebla de regreso a casa, e hacer un esfuerzo al día siguiente por no pensar que todo ha sido un sueño, una fantasma que apareció entre los dragos, a la altura del cerro de la Esperanza, para señalar la ruta correcta en la encrucijada.

Yo, por si acaso, me comeré los canelones. Carpe diem.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Red Internacional de Cuentacuentos: Palabras de cuentacuentos

Nueve coordinadores de la Red Internacional de Cuentacuentos (RIC) hablan, desde Brasil, del oficio, cualidades, perspectivas, actualidad y futuro del cuentacuentos.



Palabras de Enrique Páez, Geeta Ramanujam, Beatriz Montero, Benita Prieto, Diego Parra, Martin Ellrodt, Alekos, Alicia Barberis y Niré Collazo.

Thoughts of nine coordinators of International Storyteller Network: Enrique Páez, Geeta Ramanujam, Beatriz Montero, Benita Prieto, Diego Parra, Martin Ellrodt, Alekos, Alicia Barberis y Niré Collazo.

Nuestro agradeciemiento a Rosana Mont'Alverne por invitarnos a Ouro Preto al Festival Montanhas de Històrias.

Thanks so much to Rosana Mont'Alverne to invite all of us to Storytelling Festival Montanhas de Histórias.

Edición del vídeo/ Edited by: Enrique Páez y Beatriz Montero.

Red Internacional de Cuentacuentos/ International Storytelling Network.

Website: www.cuentacuentos.eu

viernes, 1 de octubre de 2010

Once consejos para escritores noveles

A la hora de escribir un texto de creación literaria, trata de seguir estos once consejos:

1º Antes de ponerte a escribir, planifica mínimamente tu relato: Piensa antes cuál es la historia que vas a contar, en líneas generales: los personajes principales y los sucesos más importantes. Puede que incluso tú ya sepas el final antes de escribir la primera frase: eso no es malo.

2º Una vez que empieces a escribir, no te pares: Mantén la mano en movimiento. Escribe y escribe contando la historia con detalles (irán apareciendo a medida que escribas). Mientras escribas, no te preocupes de la puntuación, ni la ortografía ni la sintaxis. Eso lo tienes que corregir al final, cuando ya hayas terminado tu relato, no mientras lo escribes.

3º Mantén de principio a fin el mismo punto de vista del narrador: No saltes de la primera a la tercera persona, y viceversa, en mitad de la historia. (Por ejemplo: Andrés bajó las escaleras, salió a la calle y compró el periódico; lo hojeé y busqué hasta encontrar el número premiado en el cupón de la ONCE. Era el mío ...) ¿No ves el fallo? Tienes que ser capaz de mantener un mismo narrador de principio a fin de tu relato.

4º No cambies los tiempos verbales: Si pasas del pasado al presente sin darte cuenta de ello, cometes un error. Al igual que en el caso anterior, el salto al presente en un momento de máxima acción debe ser evitado: Entré en el banco y me crucé con Julián. Me reconoció en seguida. Salgo corriendo, cruzo la calle y me escondo en un portal ...

5º No utilices un lenguaje telegráfico: Describe el espacio, las conversaciones, los gestos y las acciones con una cierta lógica y extensión. No seas perezoso. La idea está clara en tu cerebro, así que pon todos los detalles que puedas.

6º Evita en lo posible el abuso de onomatopeyas y puntos suspensivos: Esto no es un cómic. En el lenguaje oral y coloquial tienen un uso fundamental y ayudan a la comunicación, pero en los textos escritos las onomatopeyas deben ser descritas a través de sus efectos. En vez de escribir: “ Esther se cayó de la silla. ¡Crash! ¡Ay!”; es mejor hacer una descripción: “ La silla crujió y se rompió haciendo un ruido seco. Esther cayó al suelo, se golpeó en la frente y dio un grito de dolor” .

7º Usa adjetivos y adverbios con moderación: a partir de una falsa idea de que lo literario es lo recargado, barroco y rebuscado, se tiende a tratar de imitar con un lenguaje que suena a “literario” a los grandes autores. Evita también, siempre que sea posible, la anteposición de adjetivos a los sustantivos. Si yo digo: “la blanca, esponjosa y blanda nieve caía mansamente sobre el tejado”, estoy desperdiciando palabras, porque la nieve, ya de por sí, no tiene más remedio que ser blanca, esponjosa, blanda y caer mansamente.

8º Escribe con palabras sencillas: Para contar bien una historia no es preciso acudir a palabras inusuales ni altisonantes, sino a la naturalidad, vivacidad y continuidad de las escenas. Si describes a un niño en la playa que dice: “Oh, papá. ¿Has observado qué bello es ese crustáceo que yace bajo los rayos del sol?” , nadie se lo cree, porque nadie habla así. Pregúntate: ¿Hablan los personajes de la vida real como les haces hablar tú a tus personajes dentro del texto?

9º Usa sustantivos concretos: No se trata de hacer tesis filosóficas sobre la soledad, la guerra o el amor, sino de contar historias imaginadas, pero concretas, empezando por los nombres propios de los personajes, locales, calles y ciudades. En lugar de árbol, escribe pino, fresno o acacia; en vez de coche , escribe Peugeot 205 rojo; no escribas un pueblo , sino Tordesillas; no un niño , sino Carlitos; no una flor , sino una rosa blanca; no una tienda , sino Electrodomésticos Bezoya.

10º Haz que tu historia tenga detalles y movimiento: Un cuento casi siempre debe contar “algo” (una historia, un conflicto, una escena, un suceso). Haz que ocurran “cosas” (no necesariamente tragedias), y que tus personajes se muevan y hagan gestos. Describe usando todos los sentidos (vista, oído, olfato...). En los detalles pequeños, visuales y tangibles está muchas veces la magia de una escena bien descrita que atrapa a los lectores.

11º Revísalo todo cuando termines: Corrige, modifica, tacha lo innecesario, añade detalles y unifica el texto. Ahora sí.


(c) Enrique Páez. Texto publicado en los libros del profesor Mester y Contexto, Lengua y Literatura de 1º, 2º, 3º y 4º de ESO, y de 1º y 2º de Bachillerato. Ed. SM, Madrid, 2001-2009