miércoles, 27 de octubre de 2010

De poemas insurgentes

Yo escribía poemas cuando era adolescente. Todos hemos escritos poemas alguna vez, a excepción de los que nunca han sido adolescentes. No escribir jamás un poema, negar la adolescencia, luego genera problemas de comportamiento, de emotividad y de falta de empatía. Mi padre, por poner un ejemplo, nunca escribió un poema, estoy casi seguro. Pero claro, él pasó una guerra civil, se quedó huérfano a los 18 años, estudió ingeniería de Obras Públicas, y se casó con una marimandona, mi madre. En ese currículum no caben los sonetos. Y si luego se pone a follar a oscuras con una madre-coneja como si estuviera haciendo un test de resistencia de materiales, pues el resultado es el de diez hijos como diez botijos. Yo soy el octavo, y como ya para entonces mi padre estaba cansado de vigilar a los demás, que parecían cucarachas corriendo por el pasillo, me dejó un poco más desatendido, y entonces ocurre que escribí un poema a escondidas, y luego otro, y acabé con una colección de sonetos perfectamente medidos, con sus ritmos yámbicos, cesuras y encabalgamientos al estilo italiano, pero con la mala leche de escribirlos a orillas del Nervión, junto a los altos hornos, por lo que me salían un poco cabreados. Blas de Otero y Celaya tienen la culpa.
Mira aquí va uno de esos. Este lo escribí en Algorta, y ya tiene más de treinta años, el pobre. En su momento lo titulé Euskadi:

Escribir un soneto entrecortado
por la lluvia y la ciega luz del día
no es sencillo. Vivimos con la fría
caricia del recuerdo asesinado.

La libertad se desdibuja al lado
de la muerte, detrás de la vacía
sonoridad del trueno, mercancía
de la sangre, artículo olvidado.

Euskadi en lucha: muertos en las calles.
Violentamente oscureciendo el cielo
los fusiles al hombre le han herido.

El dolor se propaga por los valles.
En un pueblo la libertad y el suelo
con sangre y con vergüenza se han teñido.

Bueno, vale, ya sé que no es el mejor soneto del mundo, pero tampoco es un hijo toxicómano al que hay que negar las llaves de la casa y la paga de la semana. Son versos como piedras, cabreados, que buscaban la coronilla del gobernador civil de la época. Creo recordar que los escribí después de unas manifestaciones en los astilleros de la margen izquierda que la policía disolvió a tiros, como era costumbre en la época.
Ahora lo leo y me parece que tiene fallos de construcción imperdonables. ¿A quién se le puede ocurrir poner adverbio en –mente seguido de un gerundio? (léase el endecasílabo 10: “Violentamente oscureciendo el cielo”). A mí, en este caso. A mí, o más bien al que era yo hace 30 años, que escribía sonetos a puñetazos, con ganas de meterle el estrambote por el culo al Capitán General de las provincias vascongadas.
Y fíjate si tiene delito, que el cargo “Capitán General de las provincias vascongadas”, que no soy yo el que lo ha escrito así, tiene mayúsculas en “Capitán” y en “General”, y minúsculas en “provincias” y en “vascongadas”. Lo hicieron más que nada para tocarle los huevos a los paisanos de la boina. De aquellas lluvias, estos barros.
Pero yo decía que el que no haya escrito poemas de adolescente, lo tiene crudo. Si alguno que me lee no lo ha hecho y le sobreviene un pequeño sobresalto, que no se altere, porque hay repesca todos los años. En cada primavera se abre la veda, y uno puede mirar un puesta de sol, o a los ojos de su novia, e infectarse un poco de melancolía estacional. No todo va a ser darle caña al gobernador civil o al lendakari. También nos podemos poner tiernos y frágiles como… ¿cómo qué? ¡Eso es! ¡Exacto! ¡Como adolescentes!
Imagínate el susto que le das a tu pareja si de pronto le escribes un SMS que dice:

Hoy necesito tu piel
y tu sonrisa,
tengo frágiles los labios
sin tu beso sorprendido,
melancólico y frutal;
sin tus ojos de mercurio
gravitando en el silencio
de tus párpados.

(Esto es un fragmento de otro de mis poemas de entonces, titulado “Luminosa espera”).

Pues eso, que me imagino que si le envías a tu novia un mensaje así, lo primero que hace ella es pedir el día libre al jefe por asuntos familiares graves, y después salir a todo correr por la puerta de la oficina con una duda terrible en la cabeza: ¿A dónde voy, a la comisaría y le pongo un denuncia, o a casa y me voy quitando ya las bragas?
Decida lo que decida, unos versos así podrían hacer saltar todas las alarmas.
No conviene jugar con fuego. Tengamos calma. Apacigüémonos.
Hay algo de terrorismo emocional en la poesía. A fin de cuentas, un tipo que se pone a escribir versos medidos, con premeditación eufónica, y con interés en retorcer el lenguaje para que llegue allí a donde antes no había llegado, que diga lo que no puede ser dicho, o que sugiera lo que nunca antes nadie había imaginado… es un tipo peligroso, de los que no hay que fiarse mucho. Uno no puede dejar a solas una tarde entera a su hija emocionalmente inestable (normal, vaya) en manos de un perverso verbal que escribe poemas. Esos personajes, que se hacen llamar poetas para disimular sus intenciones, van a dejar a tu hija preñada y con la mirada lánguida antes de que termine el derbi Real Madrid-Atleti. Yo solo te aviso, que lo sepas.
Mi amigo Salvador, hace también 30 años, en la facultad, intentaba ligar con Marina, Victoria, Blanca o Piti con los libros de Marta Harneker (Los conceptos fundamentales de materialismo histórico) y John Red (Diez días que estremecieron al mundo), pero eso no servía para nada. Llegaba junio y no se había comido un colín. Ellas, al final, perdían la virginidad con los de Biológicas o con los de Químicas, después del cineclub (una de Bergman y otra de Buñuel), porque no les daban la vara y les metían mano en seguida. La ley de la selva también manda en el campus.
Ahora me voy a cenar, que el medidor de azúcar dice que estoy a 74 y ya va siendo hora.
Hala, a pasarlo bien.
De tarea les encargo que me escriban un poema.
Aunque no sea un soneto.
Aunque no esté medido.
Basta con que sea innecesario (a partir de ahí ya empieza a ser peligroso).

1 comentario:

Enrique Páez dijo...

Bravo, Basilio. Un astrofísico poeta es también un oxímoron (dos conceptos contrarios unidos en uno solo), pero es el camino de la rebelión. El ritmo puede surgir de las órbitas planetarias, deja que te llegue. Felicidades, en serio. No importa si el resultado no es magnífico, porque el camino sí que lo es.
Una última corrección puramente técnica (no de concepto). Sé que no te sentará mal, porque no es personal, sino de narratividad pura y dura: es mejor acudir a los sustantivos concretos, y huir de los abstractos (también en poesía). Los abstractos sueño, vida, ambición, espera, pereza, nostalgia, serenidad, calma, anhelos, ansia, miedo, ilusión... convendría concretarlo con objetos tangibles. En broma podrías comenzar:
No persigas a Berta, no vaya a ser que la encuentres, te ponga los cuernos, y no sepa hacer paellas...
Abrazos desde el norte (de la isla).