El título de esta entrada es de Kafka, no mío. Y revela la mayor obsesión de todos los escritores: el bloqueo literario. Ese texto mínimo de Kafa, falso desde el mismo momento en que que existe (porque sí ha escrito: ha escrito al menos que no ha escrito nada), lo han padecido, y lo sufrimos, miles de autores. Son 14 palabras que todos los escritores (menos Jordi Sierra i Fabra) escriben una y otra vez a lo largo de su vida.
7 de junio. Mal día. Hoy no he escrito nada. Mañana no tendré tiempo.
De algún modo Kafka representa no solo con sus escritos, sino con su propia vida, las obsesiones y los miedos de todos los escritores: vida retirada, la sensación de ser en el fondo una cucaracha (no Gregorio Samsa, sino el propio Franz Kafka), la inseguridad en la escritura hasta el punto de pedirle a su amigo y albacea Max Brod que quemara todos sus escritos después de su muerte (afortunadamente Max Brod traicionó a Kafka), mala suerte en el amor, tuberculoso, tiranizado por su padre, y obsesionado con mil dolores. En sus cuadernos habla de asalto a las últimas fronteras terrenales, soledad, embates, desamparo, demonios, derrumbamiento, persecución, agobiante observación de uno mismo... Todo lo que conduce a un mundo oscuro, desconcertante y desconocido. Lo dicho: ese es el temor de un escritor: ser Kafka en la vida; aunque todos quieren ser Kafka después de muerto.
¿Con qué te quedas?
La inmensa mayoría de los autores prefieren una vida feliz, aunque eso signifique una escritura mediocre.
Por eso Kafka solo vivió una vez, y no hay reencarnaciones.
A fin de cuentas tampoco está asegurado que por vivir amargado se vaya a escribir bien.
Ni que por vivir feliz se tenga que escribir mal.
Aunque tal vez el dolor, el sacrificio y la intensidad de lo que se vive sí influya no en la textura, pero sí en la intensidad de la escritura.
No estoy seguro de lo que acabo de escribir.
También tengo dudas al respecto, porque yo podría escribir una violación detallada, sin necesidad de vivirla.
¿Seguro que podría?
¿No necesitaría ni siquiera haber vivido una experiencia traumática que pudiera extrapolar de modo metafórico?
Tal vez sí.
Es posible que solo se escriba de lo que se ha vivido, con todas las posibilidades de transustanciación, metáforas y analogías. Dentro de lo vivido, aunque no con la misma intensidad, habrá que incluir lo soñado, lo imaginado, lo percibido, lo escuchado, lo soñado, lo deseado, lo odiado y lo leído.
Me temo que nunca será Kafka.
Ojalá nunca sea Kafka.
Cómo me gustaría ser Kafka, pero sin ser Kafka (me quedo con los escritos, y rechazo la infelicidad).
Y a la inversa: ¿Cuántos habitantes del planeta son Kafka sin ser Kafka? (Es decir, los que soportan la amargura de Kafka, pero son incapaces de escribir ni una sola frase que valga la pena?
5 comentarios:
Creo -y digo creo, porque desde hace años no tengo la absoluta certeza de nada- que si hablamos de emociones, de sentimientos experimentados, de vivencias, es más intensa la sensación de autenticidad que se provoca en el lector. Hay detalles que ponen la piel de gallina al ser leídos por otro que también lo experimentó... a lo mejor ahí está el matiz, en que si confluyen lector y escritor con la misma manera de interiorizar una experiencia, el primero puede identificarse de un modo que le parece extraordinario... A mí me pasó con H. Hesse hace ya muchos años... jejeje
Un saludo
Escritura enrevesada, cerrada, tortuosa y torturada (la de kafka, no la tuya). Mucho que decir aun sintiéndose un ser sin palabras (como una cucaracha), y seguramente por eso.
Demasiado caro el precio a pagar para ser un genio. No lo pagaría ni aunque no me quedara otra.
Es verdad, nada está asegurado: ni escribir bien ni mal, ni ser feliz ni no serlo, ni ser infeliz al principio y despues dejar de serlo, nada. Habrá que seguir el camino que tracemos sin conocer dónde nos llevará el siguiente paso.
Te deseo que no seas Kafka, pero que te reencarnes en Grucho Marx
PD: ¿Podrías escribir una violación detallada sin haberla vivida? Dragó no pudo ( ups!)
Enrique, confieso que en mi juventud, identifiqué la escritura con la desesperación. Fue una mala racha, y una época muy creativa. Tan creativa que me quedé vacío, vacío del todo, por completo. Dejé de escribir. Desde luego el mundo no se perdió nada, sólo yo me lo perdí, porque creí que para escribir debía estar triste, dolorido y desesperado y no es así.
Una violación y lo que quieras, Enrique. Se llama sensibilidad, y a un nivel más racional empatía.
Un abrazo.
PD ¿Y quién quiere ser Kafka? ;)
Parece que Kafka es una enfermedad adolescente (también parece que le pasó a anónimo, a ET y a Jesús). Pero si no hubiese sido Kafka, sería otro peor escritor. Al menos Kafka vale la pena se leído.
Kafka era un genio, demasiado triste, demasiado enrevesado, demasiado raro, demasiado loco. Me identifico con él
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