La comedia es casi el género literario más antiguo. Puede que la épica le saque un cuerpo y medio de ventaja, pero, desde luego, la comedia ha sabido adaptarse mucho mejor al correr de los tiempos. Tal vez será porque la necesidad de reír en el ser humano es a veces tan importante como la de comer. Hay gente que muere de hambre, y gente que muere de tristeza. Y aunque es verdad que los hay que se mueren en un ataque de risa, son los menos. Y su muerte, aunque sea tan verdadera como las otras, nunca nos parece tan trágica.
Pero las
tragedias las dejaremos para más adelante. Hoy hablaremos de comedias, humor,
farsas o sainetes. Y en esto, como en tantas cosas, hay variedad de gustos y
colores: del humor negro al blanco, verde y amarillo. Y está claro que, por más
que lo intenten censurar reyes, ministros o banqueros, de los pellizcos del
humor nunca está nadie a salvo.
El texto que te mostramos,
un clásico de Molière, es un ejemplo de comedias moralizantes. El diálogo
sucede entre el criado Flecha y su amo, el avaro Arpagón:
Arpagón: ¿Cómo? ¿Qué estás diciendo?
Flecha: Digo… que malditos sean la avaricia y
los avaros.
Arpagón: ¿Y eso por quién va?
Flecha: Pues… por los avaros, los ruines, los
roñosos…
Arpagón: Sí, pero, ¿a quién te refieres en
concreto?
Flecha: Hablo para mis adentros.
Arpagón (amenazante): Pues yo podría hacer hablar a tus costillas.
Flecha: Pero si no hablo de nadie en particular.
Arpagón: Calla. Te voy a dar una paliza si
vuelves a abrir la boca.
Flecha: Quien se pica ajos come.
Arpagón: ¿Es que no te vas a callar?
Flecha: Sí, por mucho que me pese.
Arpagón: Devuélveme lo que tienes mío sin
que tenga que registrarte.
Flecha: ¿Devolveros qué?
Arpagón: Lo que me has quitado.
Flecha: Pero si yo no os he quitado
absolutamente nada.
Arpagón: ¿De verdad?
Flecha: Sí, señor, de verdad.
Arpagón: Pues adiós, y vete al diablo.
Flecha: Vaya una despedida.
Arpagón: Y que conste que lo cargo sobre
tu conciencia.
Molière: El avaro
Recuerda
situaciones cómicas que te hayan sucedido, y añádeles algo de tu cosecha
(puedes cambiar el final, esto no es un examen de Historia). Invéntate otras.
Pero procura no contar chistes malos, de esos que ya todos nos sabemos, porque
eso sí que no tiene gracia.
Los que te lean o
te escuchen no están obligados a reírse. No es tan fácil. El ejercicio estará
bien cumplido si no se echan a llorar, ni te sacan a empujones a la calle. Y si
alguien se sonríe un poco… entonces tienes futuro, puedes creerme.
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