La fábula es uno de los géneros literarios más antiguos de la historia. El primer fabulista conocido, y siempre imitado, fue Esopo, que vivió en Grecia seis siglos antes de Cristo. Luego siguieron Fedro, La Fontaine, Samaniego o Monterroso, cruzando 26 siglos de historia de la literatura. Aún hoy, a comienzos del siglo xxi se siguen escribiendo fábulas, y también lo harán en el siglo xxii, puedes estar seguro.
Nadie sabe bien cuál es el secreto para
gozar de una vida tan larga y saludable. La fábula, ya desde su origen, no es más
que una narración literaria, generalmente en verso,
con personajes animales que hablan y actúan como las personas. De las historias
que se cuentan casi siempre se pueden entresacar algunas enseñanzas prácticas.
Esas son casi las únicas leyes de la fábula. Y a pesar de eso las variaciones
son casi infinitas.
Alguna vez deberías leer,
si no lo has hecho todavía, La granja de
los animales, de George Orwell. Es una novela corta magnífica. De fábula.
Seguro que te gusta. Y diría aún más: si no te gusta, vuélvela a leer tantas
veces como sea necesario hasta que te guste. Lo digo en serio.
Las Ranas
pidiendo Rey
Sin
Rey vivía, libre, independiente,
el
pueblo de las Ranas felizmente.
La
amable libertad sólo reinaba
en
la inmensa laguna que habitaba;
mas
las Ranas al fin un Rey quisieron,
a
Júpiter excelso lo pidieron;
conoce
el dios la súplica importuna,
y
arroja un Rey de palo a la laguna:
debió
de ser sin duda buen pedazo,
pues
dio su majestad tan gran porrazo,
que
el ruido atemoriza al reino todo;
cada
cual se zambulle en agua o lodo,
y
quedan en silencio tan profundo
cual
si no hubiese ranas en el mundo.
Una
de ellas asoma la cabeza
y,
viendo a la real pieza,
publica
que el monarca es un zoquete.
Congrégase
la turba, y por juguete
lo
desprecian, lo ensucian con el cieno,
y
piden otro Rey, que aquel no es bueno.
El
padre de los dioses, irritado,
envía
a un culebrón que a diente airado
muerde,
traga, castiga,
y
a la mísera grey al punto obliga
a
recurrir al dios humildemente.
—Padeced
—les responde— eternamente;
que
así castigo a aquel que no examina
si
su solicitud será una ruina.
Félix María Samaniego: Fábula xvi
En la fábula de Samaniego, cuyo
argumento copia de La Fontaine y Esopo, casi todos los versos son
endecasílabos, y riman en pareados consonantes de principio a fin. No es esa la
única forma de hacerlo: tú puedes tomarte algunas libertades, como dejar el
metro y la rima libres.
Pero eso no te libra de intentarlo. Las
fábulas te esperan, y no puedes pasar a la siguiente fase de tu escritura sin
al menos haber intentado plagiar a los clásicos.
© Enrique
Páez
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