sábado, 10 de junio de 2023

Jugar al despiste (Transformación de textos)

 Una buena historia, con un buen argumento en su interior (Don Juan Tenorio, Romeo y Julieta, La Cenicienta, La Odisea…) se escribe no una vez, sino muchas, a lo largo de la historia. Y lo hacen distintos escritores en diferentes épocas y países. Y lo seguirán haciendo en el siglo xxi y en el xxii. Las buenas historias, además de ser eternas, tienen la capacidad de poder contarse una y otra vez como si fueran nuevas. Por supuesto, unas versiones serán mejores y otras peores, dependiendo de la habilidad del escritor que las reescriba, pero de eso no tendrá la culpa el argumento.

La Odisea, ese viaje de Ulises a la deriva por el mar Mediterráneo, 20 años buscando el camino de regreso a Ítaca, se ha reescrito cientos de veces desde la primera versión de Homero. Y son muy pocas comparadas con las veces que se volverá a escribir en el futuro.

Aunque siempre sea el mismo Ulises, el navegante a la deriva, sin embargo lo veremos transformado en un soldado infiltrado detrás de las líneas enemigas, o en un borracho que va dando tumbos por Dublín de taberna en taberna, o en un emigrante marroquí sin papeles, o en una niña abandonada en un orfanato, o en un religioso que ha perdido la fe. Incluso el Quijote podría entenderse también como un Ulises perdido en tierras manchegas. Todos viven el viaje de Ulises. Sólo hace falta comprender su historia, transformar el texto, y volver a escribirlo como si sucediera en otro lugar y bajo otros nombres. Eso también es literatura, en una de las tradiciones de creación más poderosas y respetadas de todos los tiempos. No lo confundas nunca con el plagio.

 


 El precursor de Cervantes

 Vivía en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchelo, sastre, y de su mujer Francisca Nogales. Como hubiese leído numerosísimas novelas de estas de caballería, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Doña Dulcinea del Toboso, mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen, la tratasen de Su Grandeza y le besasen la mano. Se creía joven y hermosa, aunque tenía no menos de treinta años y las señales de la viruela en la cara. También inventó un galán, al que dio el nombre de don Quijote de la Mancha. Decía que don Quijote había partido hacía lejanos reinos en busca de aventuras lances y peligros, al modo de Amadís de Gaula y Tirante el Blanco. Se pasaba todo el día asomada a la ventana de su casa, esperando la vuelta de su enamorado. Un hidalgüelo de los alrededores, que la amaba, pensó hacerse pasar por don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en un rocín y salió a los caminos a repetir las hazañas del imaginario caballero. Cuando, seguro del éxito de su ardid, volvió al Toboso, Aldonza Lorenzo había muerto de tercianas.

 Marco Denevi: Falsificaciones

 

 Busca una historia que conozcas bien y que te guste. Puede ser la de El soldadito de plomo, Terminator, Los tres cerditos, Fray Perico, Blancanieves, E.T. (¿es otra versión de Ulises?) o El patito feo. Y transfórmala. Es decir:

·        Haz que suceda en otro lugar: bajo el mar, en la selva, en tu instituto, en una nave espacial…

·        Haz que los personajes cambien de nombre y de aspecto: que los que eran animales ahora sean personas; que cambien de sexo; y que alguna persona de la historia original sea ahora un animal.

·        Y en otra época: ¿En la prehistoria? ¿En este año? ¿En el siglo xxv?

 © Enrique Páez

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