No pienses que la poesía tiene que tratar sólo de temas transcendentales y con un lenguaje oscuro y remilgado. En absoluto. Muchos de los que escriben así no son poetas, sino simplemente pedantes.
Si a mí me preguntaran que cuál es la esencia de la poesía, tendría que
responder con que es algo así como la esencia de la vida. Dar con ella, y con
su definición, me parece igual de difícil, y también igual de cotidiano. Hay
palabras que son demasiado grandes y al mismo tiempo demasiado cercanas: amor,
libertad, felicidad, solidaridad, esperanza… Puede que sea difícil definirlas
(para ti, para mí y para cualquier vecino), pero cuando nos suceden sabemos
distinguirlas bastante bien. Pertenecen a nuestra vida diaria, y nos son tan
familiares como el cepillo de dientes, o el pequeño desconchón que hay en el
techo de nuestro dormitorio.
Con lo cotidiano, con sucesos simples y cercanos, está construido este
poema de Javier Rodríguez. No se necesita más, pero tampoco menos. Para el
autor de este poema la esencia de la vida (y de la poesía) no está en las
grandes hazañas ni en las revelaciones sorprendentes, sino en vivir con
intensidad los pequeños encuentros de cada día.
Nominativo Loreto
Loreto me ha regalado
una cartera de piel
para que mi documentación
no se mezcle
con pañuelos sucios,
bolígrafos sangrantes
y boletos de rifas.
La cartera guarda
todos mis carnés,
algunas direcciones
y dos o tres fotos al minuto
con las que me tengo
como si fuera
una mariposa
clavadita en un corcho.
El otro día un policía
me pidió la documentación
y yo, con un gesto de
película
de serie be,
saqué mi cartera.
El policía miró la foto
para saber si yo era yo.
Cuando se lo conté a Loreto,
ella sonrió
y pensé
que estaba a punto
de pedirme la documentación
para asegurarse,
como el policía,
de que yo era yo.
Javier Rodríguez Fernández: Tenemos que hablar
A la hora de
escribir un poema de lo cotidiano, piensa en algo como esto:
·
Cuando un amigo es tu amigo, ¿qué
hace? ¿En qué pequeños gestos, en qué pequeños detalles se diferencia de los
que no son tan amigos? ¿Cómo te lo demuestra?
·
Cuando alguien te enfada, o te
divierte, o te da pena, ¿qué haces tú? ¿Cómo se lo haces saber? ¿Qué sientes?
·
Si un día estás especialmente
feliz, aun sin saber muy bien porqué, ¿en qué te fijas cuando vas andando por
la calle?
Esos son ejemplos de argumentos para
auténticos poemas. Sólo tienes que sentir lo que dices, o decir lo que sientes,
con las mismas palabras que utilizas normalmente. La esencia del poema está en
la sinceridad de la escritura, no en la artificialidad del lenguaje.
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