sábado, 3 de junio de 2023

Corresponsal de guerra (Narrar un acontecimiento)


Un corresponsal de guerra tiene que saber escribir, y tiene que saber describir lo que pasa en el frente de batalla. Los lectores no están allí para verlo, y su trabajo consiste en contarles, como si del capítulo de una novela se tratara, algo que no es una novela de ficción, sino una realidad.
Un buen corresponsal de guerra acaba siendo un buen escritor. Hemingway lo fue, y Pérez Reverte también, y Bartolomé de las Casas, y Orwell. Si alguien es capaz de contar algo que está sucediendo y atrapar la atención del lector, es que tiene madera de escritor. Porque lo que importa no es tanto lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. Una buena historia desaparece cuando el que la narra no sabe hacerlo. Eso es lo que pasa con los que cuentan chistes sin tener gracia para contarlos: sólo los revientan, los destripan, pero no logran hacer reír a nadie.
Los buenos autores saben contar sucesos mínimos como si fueran grandes batallas. Ese es el secreto.
Y así lo hace Goscinny. Si su nombre no te suena en un primer momento, lo hará si te recuerdo que escribió las historias de Astérix y Obélix, y las de Lucky Luke y los hermanos Dalton. Son historias de batallas entre galos y romanos, o de vaqueros en el oeste norteamericano, o de niños en un colegio normal, como las de El pequeño Nicolás. Fíjate en ésta que comienza así:

Vino el inspector

La maestra entró en clase muy nerviosa.

—El señor inspector está en la escuela —nos dijo—, cuento con vosotros para que seáis buenos y causéis una excelente impresión.

Prometimos que nos portaríamos bien, y, además, la maestra no tiene por qué preocuparse, pues casi siempre somos buenos.

—Os advierto —dijo la maestra— que es un inspector nuevo. El viejo ya estaba acostumbrado a vosotros, pero se ha jubilado...

Después la maestra nos hizo montones y montones de recomendaciones; nos prohibió hablar sin que nos preguntaran, reír sin su permiso, nos pidió que no dejáramos caer canicas como la última vez que vino el inspector, que se encontró de pronto tirado en el suelo; le pidió a Alcestes que dejara de comer cuando el inspector estuviera allí, y le dijo a Clotario, que es el último de la clase, que no llamara la atención. A veces me pregunto si la maestra nos toma por payasos. Pero como queremos mucho a la maestra, le prometimos todo lo que quiso. La maestra miró todo bien para ver si la clase y nosotros estábamos limpios, y dijo que la clase estaba más limpia que algunos de nosotros. Y después le pidió a Agnan, que es el primero de la clase y su ojito derecho, que pusiera tinta en los tinteros, por si el inspector quería hacernos un dictado.

René Goscinny: El pequeño Nicolás


Y llega tu turno. Se trata de que cuentes una batalla, pero sin muertos. Una batalla insignificante, de las que nunca saldrán publicadas en los periódicos. Una batallita. Pero, eso sí, como si fuera la guerra definitiva contra los invasores extraterrestres.
Puede ser el momento preciso de la salida al patio de recreo, entre empujones y carreras; o un partido de fútbol con amigos; o el día en que se casó tu prima; o el último examen que hiciste; o la famosa pelea entre Andrés y Carolina… Recuerda: no es tan importante lo que se cuenta como el cómo se cuenta.

© Enrique Páez 

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