domingo, 4 de marzo de 2012

La realidad transustanciada 3


La transustanciación literaria tiene mucho que ver con el “extrañamiento” o “desfamiliarización” (ostranenie, en ruso) del que habla Victor Shklovsky al relatar los intentos de Tolstoi por describir un sofá o una ópera desde el punto de vista de alguien que nunca en su vida ha visto un sofá o no ha presenciado una ópera ("La costumbre devora las obras, la ropa, los muebles, la propia esposa y el miedo a la guerra. ... Y el arte existe para que podamos recobrar la sensación de vida; existe para hacerle a uno sentir cosas, para hacer lo pétreo pétreo"). Es la visión del turista, del niño, del extranjero que mira con detenimiento todo lo que hay a su alrededor, con mayor intensidad y atención que la que prestamos habitualmente en nuestras vidas. Se trata de mirar lo cotidiano, los sucesos, los objetos, todo lo que nos rodea, con una intensidad mucho mayor, como lo hacemos la primera vez que lo vemos. Ese ojo atento, asombrado, hipersensibilizado, es una de las mejores herramientas de todo escritor. Sin ese ojo abierto al mundo no podríamos describir nuestra historia, real o imaginaria, mas que a través de un velo superficial que nunca llegará a emocionar al lector. La intensidad se logra a través del detalle exacto, la observación justa e incisiva, y la visión no estereotipada de lo que estamos contando.

Hay historias que se nos presentan delante de los ojos y no tenemos más que ponernos a escribir. Están ahí, completas, redondas, ya desde el principio. Son como regalos que a veces recibe el escritor. Pero otras muchas veces no es así. Los escritores profesionales saben que hay historias, casi siempre las mejores, que necesitan un proceso de digestión literaria. Conocemos buena parte de lo que vamos a contar, la trama general de nuestro relato o novela, y los personajes principales. Pero también sabemos que falta algo, y el problema es que no sabemos muy bien qué es lo que falta, por qué la historia que tenemos aún no puede ser escrita. Una intuición extraña nos avisa que si escribimos la historia tal y como la estamos viendo ahora, fracasará.

¿Y qué es lo que falta? Pues pueden ser muchas cosas distintas. A veces falta descubrir cuál es el punto de vista narrativo adecuado, o el tono del relato, o un personaje clave, o un desenlace sorprendente anunciado desde el principio. Suele ser una pregunta clave, un porqué, un cómo, un quién, y a veces un cuándo o un dónde sustancial que hacen que una historia pase a ser de buena a excepcional. La intuición en eso es absolutamente necesaria.

Y la solución, como en los principios de Arquímedes o Newton, o en el descubrimiento de los anillos del benceno a través del sueño de un químico intranquilo, pasa muchas veces por la distancia y, casi, el olvido. Cuando un escritor está dándole vueltas y vueltas a una historia que quiere ser contada, y sospecha que le falta un dato fundamental, debe pasar por un proceso de digestión para romper el bloqueo.
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Imagen anónima capturada con Google. Si es tuya, dímelo y te cito. Y si no quieres que esté, la retiro.

3 comentarios:

Loli Pérez dijo...

Enrique, gracias por tu libro Escribir, es excelente.
Y por estas clases magistrales para quién no pueda hacerse con un ejemplar.

abrazos

Unknown dijo...

Me ha gustado eso de "son como regalos que a veces recibe el escritor", porque es verdad que a veces recibes estos regalos, que escribes en una tarde, aunque luego corrijas durante no se sabe cuántas horas más, pero que te hacen sentir que las musas no te han abandonado, aunque no te visiten tan a menudo como quisieras :-).
Gracias por esta serie sobre la realidad transustanciada, Enrique, está siendo una gozada leerte y "recuperarte" como maestro :-).

Mil besos,
Inés

Enrique Páez dijo...

Gracias L.P. por leerme desde el mediterráneo.
Gracias, Inés, por seguirme desde Madrid. Vaya niño más guapo te ha salido. :-)