martes, 27 de marzo de 2012

500 cuentos nuevos fueron descubiertos en Alemania / 500 new fairytales discovered in Germany /


The Guardian:
A whole new world of magic animals, brave young princes and evil witches has come to light with the discovery of 500 new fairytales, which were locked away in an archive in Regensburg, Germany for over 150 years.

The tales are part of a collection of myths, legends and fairytales, gathered by the local historian Franz Xaver von Schönwerth (1810–1886) in the Bavarian region of Oberpfalz at about the same time as the Grimm brothers were collecting the fairytales that have since charmed adults and children around the world. Last year, the Oberpfalz cultural curator Erika Eichenseer published a selection of fairytales from Von Schönwerth's collection, calling the book Prinz Roßzwifl. This is local dialect for "scarab beetle". The scarab, also known as the "dung beetle", buries its most valuable possession, its eggs, in dung, which it then rolls into a ball using its back legs. Eichenseer sees this as symbolic for fairytales, which she says hold the most valuable treasure known to man: ancient knowledge and wisdom to do with human development, testing our limits and salvation.

Von Schönwerth spent decades asking country folk, labourers and servants about local habits, traditions, customs and history, and putting down on paper what had only been passed on by word of mouth. In 1885, Jacob Grimm said this about him: "Nowhere in the whole of Germany is anyone collecting [folklore] so accurately, thoroughly and with such a sensitive ear." Grimm went so far as to tell King Maximilian II of Bavaria that the only person who could replace him in his and his brother's work was Von Schönwerth. Von Schönwerth compiled his research into a book called Aus der Oberpfalz – Sitten und Sagen, which came out in three volumes in 1857, 1858 and 1859.

The book never gained prominence and faded into obscurity. While sifting through Von Schönwerth's work, Eichenseer found 500 fairytales, many of which do not appear in other European fairytale collections.

For example, there is the tale of a maiden who escapes a witch by transforming herself into a pond. The witch then lies on her stomach and drinks all the water, swallowing the young girl, who uses a knife to cut her way out of the witch. However, the collection also includes local versions of the tales children all over the world have grown up with including Cinderella and Rumpelstiltskin, and which appear in many different versions across Europe.

A news of The Guardian.

The Guardian:
Un nuevo mundo de animales mágicos, jóvenes príncipes valientes y brujas malvadas ha salido a la luz con el descubrimiento de 500 nuevos cuentos de hadas, que estuvieron encerrados en un archivo en Regensburg, Alemania, durante más de 150 años.

Los cuentos son parte de una colección de mitos, leyendas y cuentos de hadas, recogidos por el historiador local Franz Xaver von Schönwerth (1810-1886) en la región del Alto Palatinado bávaro de más o menos la misma época en la que los hermanos Grimm recogieron los cuentos de hadas que desde entonces han encantado a los adultos y niños de todo el mundo. El año pasado, la comisaria cultural del Alto Palatinado Erika Eichenseer publicó una selección de cuentos de hadas de la colección de Von Schönwerth, llamando al libro "Prinz Roßzwifl". Este nombre es significa escarabajo en el dialecto local. El escarabajo entierra su posesión más valiosa, sus huevos, en el estiércol, y luego los enrolla en una bola usando sus patas traseras. Eichenseer ve esto como simbólico de los cuentos de hadas, que dice guardar el tesoro más valioso que el hombre conoce: el conocimiento y la sabiduría antigua que tiene que ver con el desarrollo humano, poniendo a prueba nuestros límites y la salvación.

Von Schönwerth pasó décadas preguntando a la gente del campo, obreros y empleados acerca de las costumbres locales, tradiciones, hábitos e historia, para poner en papel lo que sólo se había transmitido de boca en boca. En 1885, Jacob Grimm dijo lo siguiente sobre él: "En ninguna parte de la totalidad de Alemania hay nadie que lo recoja [el folclore] con tanta precisión, tan fondo y con un oído tan sensible." Grimm llegó tan lejos como para decir al rey Maximiliano II de Baviera que la única persona que podría reemplazarlo en su trabajo y el de su hermano era Von Schönwerth. Von Schönwerth recopiló su investigación en un libro titulado "Aus der Oberpfalz - Sitten und Sagen", que salió en tres volúmenes en 1857, 1858 y 1859.

El libro nunca tuvo éxito, y se desvaneció en el olvido. Pero al bucear a través de la obra de Von Schönwerth, Eichenseer encontró 500 cuentos de hadas, muchas de las cuales no aparecen en otras colecciones de cuentos europeos.

Por ejemplo, hay una historia de una joven que escapa de una bruja para transformarse en un estanque. La bruja luego se tumba sobre su estómago y se bebe toda el agua, tragándose a la joven, quien usa un cuchillo para buscar su salida al exterior de la bruja. Sin embargo, la colección también incluye versiones locales de cuentos conocidos por los niños de todo el mundo, como Cenicienta y Rumpelstiltskin, y que aparecen en muchas versiones diferentes por toda Europa.

Una noticia de The Guardian.

sábado, 24 de marzo de 2012

Jugar con fuego

A principios de verano del 72, para celebrar sus recién estrenados 13 años, mi hermano Nacho prendió fuego a la montaña de vilanos que se amontonaban en el jardín de nuestro vecino Marcos, en Torrelodones.

El fuego pasó de los vilanos a la paja, las hojas secas, los rastrojos, las piñas, las ramas caídas, y al fin saltó al porche de entrada, los cercos de las ventanas, la puerta de entrada, las vigas de madera del techo, la casa entera.

Todos los vecinos se acercaron a ver el incendio desde la acera de enfrente, y cuando llegaron los bomberos ya solo quedaban las brasas.

Yo no he sido dijo mi hermano en un susurro autoinculpatorio mucho antes de que nadie le preguntara nada.

Mi madre le vació los bolsillos, y le requisó la caja de cerillas medio vacía que aún guardaba en su bolsillo derecho.

¿Cuántas veces tengo que decirte que está prohibido jugar con juego?

Pero es que hoy es mi cumpleaños se defendió mi hermano. Yo creí que en mi cumple podía hacer lo que yo quisiera.

Yo no sé por qué se extrañan de que años después Nacho fuera miembro activo de una asociación de ayuda a drogodependientes, voluntario en educación de niños esquizoides, mediador social en conflictos matrimoniales, y sindicalista.

Parece que su cumpleaños no acaba nunca: Toda la vida jugando con fuego.

jueves, 22 de marzo de 2012

Anuncios de segunda mano

Vendo canastilla, cuna, faldón de cristianar, cochecito, patucos y bañera portátil. No guardo las cajas originales, pero está todo sin estrenar. Preguntar por Hemingway. Ref. 4587-F.

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Vendo preciosa mortaja de seda color rosa palo, con encajes y bordados de punto de cruz. Mi madre ya no la quiere. Se fue a Benidorm hace 3 meses con el hermano del presidente de la Comunidad de Vecinos, y no piensa regresar. Ref. 8764-R.

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Vendo silla de ruedas con 6 ruedas, las dos intermedias motrices neumáticas. Tiene 2 motores de 400 ó 500W. Lleva incorporado un abuelo con Alzheimer sentado en ella. Va todo junto, no por separado. Precio a negociar. Ref. 98734-J


viernes, 16 de marzo de 2012

Ya hay más de 1000 cuentacuentos en la RIC

Ya son más de mil los cuentacuentos profesionales de 46 países que se han inscrito como miembros en la Red Internacional de Cuentacuentos (RIC) / International Storytelling Network.
Y todo ello en apenas 2 años y medio.
Para conocerlos a todos ellos, uno a uno, visítalos en la web de la RIC: www.cuentacuentos.eu .
La aventura comenzó el verano de 2009, y ha supuesto más de 8.000 horas de trabajo no remunerado, pero recompensado por centenares de cuentos que nos han llegado desde entonces, y por el apoyo de miles de amigos en todo el mundo (16.500 solo en Facebook, por ejemplo).
La crisis no va a detener la marea de los cuentos ni la de los cuentacuentos.
¡Felicidades a todos!

miércoles, 14 de marzo de 2012

El bloqueo literario 3

La procrastinación (una palabra horrible donde las haya), es decir, retrasar una y otra vez el trabajo que nos hemos programado, es uno de los mayores enemigos del escritor. Un escritor bloqueado que se enfrenta hora tras hora y día tras día a un papel en blanco que nunca crece, puede llegar a la locura. No otra es la historia que nos cuenta Stephen King en su novela El resplandor. El protagonista enloquece en un hotel solitario al que ha acudido con el único propósito de escribir una novela. Antes de intentar matar a hachazos a toda su familia, escribirá cientos de páginas con una única frase repetida hasta la extenuación: "trabajar y no jugar hizo de Jack un niño tonto".

Las expectativas excesivas son las culpables de casi todos los bloqueos creativos. Querer escribir la mejor página de la literatura española, el mejor poema, el mejor relato. Lo imaginamos ya en las antologías y nos vemos premiados una y mil veces. Y de esa manera no se puede escribir un buen texto. La página sigue en blanco, y mientras siga en blanco cabe la posibilidad de que sobre ella se escriba la mejor página de la historia. Mientras siga en blanco, aparentemente nadie puede negar que eso es posible. Ese es uno de los principios del bloqueo. Pero como los extremos se tocan, podemos afirmar sin lugar a dudas que sea cual sea el texto que escribas, siempre habrá uno peor que el tuyo: el de la página en blanco. Esa página en blanco es el auténtico fracaso para un escritor, ese es su peor texto inimaginable.

Para romper ese bloqueo hay que no fantasear con sueños de grandeza, en primer lugar. Y en segundo lugar hay que escribir por el placer de escribir, no pensando en el producto acabado, sino en el proceso de elaboración. Ese es el verdadero secreto de la creación: separar los dos conceptos de producción y producto. Es recomendable (muy recomendable) que nos preocupemos exclusivamente de lo que estamos escribiendo, del momento de la escritura, del placer de escribir, de lo que estamos escribiendo, y no de lo que queremos que ya esté escrito. Pasito a pasito. Fragmentando el trabajo. Una novela debe ser dividida en capítulos, secuencias y escenas, como en una película (tanto a la hora de escribir el guión como a la hora de filmar). Se necesita tiempo, disciplina y autoconfianza. Y eso se aprende. Es como hacer el Camino de Santiago: hay que prepararse, planificar el viaje de modo sensato, calcular el tiempo y la energía, y luego lanzarse al camino con el objetivo no de llegar, sino de hacer el camino, de disfrutarlo. Lo más importante, insistimos, no es llegar a Santiago ni publicar la novela, sino hacer el camino o escribir.

También haciendo gimnasia, para los que no están acostumbrados, produce dolor al principio. Nadie en su sano juicio se apuntaría a un gimnasio pensando desde el primer momento en ganar una medalla de oro en las olimpiadas. Hacer gimnasia es bueno para el cuerpo, y ese es en sí mismo un motivo más que suficiente para hacerlo. Bueno, pues escribir es bueno para la mente, y eso ya es en sí mimos un motivo suficiente. Si, además, llegan premios o publicaciones, pues tanto mejor. Pero eso siempre debe de ser un objetivo secundario.

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Más en el libro "Escribir. Manual de técnicas narrativas", Enrique Páez, Ed. SM, Madrid.

lunes, 12 de marzo de 2012

El bloqueo literario 2

Uno de los personajes que habita en todo escritor es el creador. Eso es obvio. Y otro, el reverso de la moneda, el dr. Jeckyll que se agazapa en la sombra, es el crítico. Y se necesitan ambos. Si no hay creador no hay literatura. Y si no hay crítico tampoco, porque no todo vale. El problema es que ambos personajes no pueden casi nunca trabajar juntos. Se estorban. Se dan codazos y empujones. Se censuran y se mandan callar mutuamente, el uno al otro. Y al mismo tiempo se necesitan. La vida misma: como si fueran dos amantes de verdad. Y eso hay que empezarlo a tener claro desde el primer momento: el reconocer que son incompatibles en el tiempo, y que cuando habla uno, el otro debe callar. La hora de crear es la hora del juego, del riesgo, de la aventura y las transgresiones de la norma y la moral. El crítico más vale que esté dormido, callado, amordazado. Pero no se deja callar tan fácilmente. Intentará hablar, criticar, censurar y evaluar el trabajo del artista al mismo tiempo que se está produciendo. Y eso provocará el bloqueo. Y el parón en la escritura.

El crítico se suele dar prisa. Parece como si se levantara más temprano que el creador. Así que muchas veces se sienta a la mesa antes que el creador, y lo que consigue es que la primera frase no salga nunca, porque será censurada siempre antes de ser escrita. La página que está frente al escritor empieza a ser una y otra vez una página en blanco, sin posibilidades de ser escrita. Al menos hasta que se calle de una vez el crítico. Que se calle durante un rato (sólo un rato, no para siempre).

Al crítico lo necesitaremos después, para corregir, evaluar, tachar, añadir… En realidad no es tan terco. Para muchos autores esta es la fase más divertida de la creación. Para otros no, claro. Para otros es la más aburrida. Pero es que eso es como en botica: siempre tiene que haber de todo.
¿Cómo resolverlo? Pues, para empezar, no dándole tanta importancia.

El bloqueo literario no es diferente de cualquier otro bloqueo creativo, en realidad forma parte de una misma manera de crear libros. Desde algún punto de vista interesante se puede ver el bloqueo literario como una forma de creatividad: en realidad lo que hace es impedir que escribamos tonterías que no deberíamos escribir.

Siempre se ha acusado a los escritores de no ser disciplinados. Yo no creo que sea verdad. Lo que sucede este su forma de trabajo no puede ser establecida con la misma medida que se utiliza para el resto de los trabajadores. Un escritor se levanta por la mañana, se ducha, desayuna, se sienta ante la mesa de trabajo, y empieza su jornada de trabajo. Eso no significa que se ponga escribir inmediatamente, sino que tiene la intención de hacerlo. La mayoría de la gente supone que nadie le va a pedir responsabilidades al escritor si no consigue escribir una sola palabra. Pero no es verdad. Los escritores tienen al jefe sentado subido sobre sus hombros, vigilando permanentemente cada gesto, leyendo cada palabra, intentando sacar el mayor rendimiento a su obrero. El jefe está dentro, y no hay manera de engañarlo.

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Más en el libro "Escribir. Manual de técnicas narrativas", Enrique Páez, Ed. SM, Madrid.

sábado, 10 de marzo de 2012

El bloqueo literario 1

Cuando se habla de escritura, tarde o temprano sale el tema del bloqueo, el no saber qué escribir, el famoso “miedo a la hoja en blanco”. Eso es algo que no desaparece con el tiempo (a veces, aumenta), y cada escritor lo soluciona a su manera. Los hay que no lo sufren nunca (son pocos), y los hay que luchan contra él durante toda la vida.

En su diario, Kafka escribió: "7 de junio. Mal día. Hoy no he escrito nada. Mañana no tendré tiempo." Y ese lamento lo han escrito, lo han pensado y lo han sufrido casi todos los escritores y escritoras a lo largo de la historia. Y probablemente también los pintores, escultores y músicos, aunque ese sea un consuelo de tontos. Es la página en blanco, el dragón de los escritores, el monstruo de la laguna, el catoblepas (ese animal fantástico que se alimenta de sí mismo y se autodevora), el enemigo interior.

Cada cual resuelve ese problema, que va a seguir existiendo siempre, como puede. Si la técnica usada por alguien te resuelve el conflicto, entonces vale. Juan Benet, en cierta ocasión (lo cita Monteserrat Roig) aseguraba que sería capaz de matar a su madre, seducir a su hermana y quemar la casa si ello fuera necesario para seguir escribiendo. Juan Benet era un poco exagerado, y eso no se lo curaron ni en la Escuela de Caminos, y nunca llegamos a saber si lo hubiera hecho llegado el caso. Por fortuna para todos (y en especial de su hermana y su madre), siguió escribiendo hasta la muerte. Pero lo que quería decir, en cualquier caso, es que todo se supedita a la creación para un verdadero creador. Que, a veces, hay que ser incluso un poco inmoral, políticamente incorrecto y desvergonzado para seguir escribiendo. Que el fin justifica los medios o, al menos, hay que imaginar que los justifica para seguir escribiendo. Que las leyes éticas y morales se tambalean, se deben tambalear algunas veces. Al menos por escrito. Juan Benet necesitaba pensar que, si dejaba de escribir, iba a tener de hacer tal cantidad de barbaridades que más le valía no dejar de escribir. Y así lo hizo.

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Más en el libro "Escribir. Manual de técnicas narrativas", Enrique Páez, Ed. SM, Madrid.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Mi hermano Alberto

Me contaron que poco antes de hacer su primera comunión, a los siete años, mi hermano Alberto tomó la costumbre de esconderse en el balcón que daba a la calle Goya, tumbarse boca abajo contra el suelo de baldosines color naranja, y cada vez que pasaba alguien distraído por la acera, arrojarle pinzas, garbanzos, pilas, mocos, lo que fuera.

Nunca pasaba más de media hora antes de que el portero, don Ramón, subiera a meter en cintura al francotirador vocacional. Yo aún no había nacido, y aún pasarían siete años más antes de que me decidiera a ser otro habitante descontento con este mundo. Creo que Alberto siempre necesitó echar afuera algo que le quemaba dentro, desde muy pequeño, pero jamás encontró la manera.

Eso sucedió antes, muchos años antes de que también tirara su vida por la ventana, abandonara a Claudia, su mujer, y a sus tres hijos, mis sobrinos, y se quedara sordo una tarde de invierno de 1992, jugando a reventar televisores de blanco y negro abandonados por sus dueños en vertederos ilegales a las afueras de Gijón.

Nunca nos dijo de dónde había sacado ni dónde escondía los cartuchos de dinamita que utilizó entonces, ni si tenía más almacenados en algún lugar. Yo creo que se reventó los tímpanos a propósito, para dejar de escuchar nuestras monsergas. Dejamos de hablarnos, si es que antes lo habíamos hecho alguna vez.

Cinco años más tarde fue él mismo el que se lanzó al vacío desde el punto más alto de la noria gigante el día que nos reunimos toda la familia para celebrar las bodas de oro de mis padres. Su cuerpo se reventó contra el suelo con un sonido sordo, casi imperceptible, mientras la música de la noria continuaba sonando de modo absurdo.

A mí me dio pena, pero también rabia, que escogiera ese día. Está claro que fue su último mensaje de protesta, el grito del que no puede usar las palabras para contar lo que le pasa. Yo al menos lo entendí así, y esa misma noche empecé a escribir como estrategia para cerrarle el paso a la muerte. Así que le debo mi escritura, a su pesar, pero no pienso agradecérselo.

lunes, 5 de marzo de 2012

Máscaras

Soy el hombre sin rostro. Tengo ocho máscaras colgadas en la pared: mi vestuario privado de gestos. No necesito más. Antes, dependiendo del día, con quién quedaba, o qué quería conseguir en ese instante, me ponía la careta que creía más apropiada. Pero siempre me equivocaba. Para conseguir trabajo me colgaba la cara de alegría, pero eso no les gusta a los jefes, que suelen preferir el cansancio. Para regatear los precios en un mercadillo usaba la incredulidad, cuando lo que de verdad necesitaba era la sorna, y a veces la tristeza. Para enamorar a una chica usaba el asombro, cuando tenía que haber usado el dolor, y hasta la furia. Es raro, lo sé, yo no tengo la culpa. No entiendo nada. Ahora uso las máscaras al azar, y parece que funciono mejor. Ya soy un ciudadano normal. Mis hijos dicen que soy un buen padre. A veces ni me acuerdo de que no tengo rostro.
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Imagen: Flávio Brandao

domingo, 4 de marzo de 2012

La realidad transustanciada 3


La transustanciación literaria tiene mucho que ver con el “extrañamiento” o “desfamiliarización” (ostranenie, en ruso) del que habla Victor Shklovsky al relatar los intentos de Tolstoi por describir un sofá o una ópera desde el punto de vista de alguien que nunca en su vida ha visto un sofá o no ha presenciado una ópera ("La costumbre devora las obras, la ropa, los muebles, la propia esposa y el miedo a la guerra. ... Y el arte existe para que podamos recobrar la sensación de vida; existe para hacerle a uno sentir cosas, para hacer lo pétreo pétreo"). Es la visión del turista, del niño, del extranjero que mira con detenimiento todo lo que hay a su alrededor, con mayor intensidad y atención que la que prestamos habitualmente en nuestras vidas. Se trata de mirar lo cotidiano, los sucesos, los objetos, todo lo que nos rodea, con una intensidad mucho mayor, como lo hacemos la primera vez que lo vemos. Ese ojo atento, asombrado, hipersensibilizado, es una de las mejores herramientas de todo escritor. Sin ese ojo abierto al mundo no podríamos describir nuestra historia, real o imaginaria, mas que a través de un velo superficial que nunca llegará a emocionar al lector. La intensidad se logra a través del detalle exacto, la observación justa e incisiva, y la visión no estereotipada de lo que estamos contando.

Hay historias que se nos presentan delante de los ojos y no tenemos más que ponernos a escribir. Están ahí, completas, redondas, ya desde el principio. Son como regalos que a veces recibe el escritor. Pero otras muchas veces no es así. Los escritores profesionales saben que hay historias, casi siempre las mejores, que necesitan un proceso de digestión literaria. Conocemos buena parte de lo que vamos a contar, la trama general de nuestro relato o novela, y los personajes principales. Pero también sabemos que falta algo, y el problema es que no sabemos muy bien qué es lo que falta, por qué la historia que tenemos aún no puede ser escrita. Una intuición extraña nos avisa que si escribimos la historia tal y como la estamos viendo ahora, fracasará.

¿Y qué es lo que falta? Pues pueden ser muchas cosas distintas. A veces falta descubrir cuál es el punto de vista narrativo adecuado, o el tono del relato, o un personaje clave, o un desenlace sorprendente anunciado desde el principio. Suele ser una pregunta clave, un porqué, un cómo, un quién, y a veces un cuándo o un dónde sustancial que hacen que una historia pase a ser de buena a excepcional. La intuición en eso es absolutamente necesaria.

Y la solución, como en los principios de Arquímedes o Newton, o en el descubrimiento de los anillos del benceno a través del sueño de un químico intranquilo, pasa muchas veces por la distancia y, casi, el olvido. Cuando un escritor está dándole vueltas y vueltas a una historia que quiere ser contada, y sospecha que le falta un dato fundamental, debe pasar por un proceso de digestión para romper el bloqueo.
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Imagen anónima capturada con Google. Si es tuya, dímelo y te cito. Y si no quieres que esté, la retiro.

jueves, 1 de marzo de 2012

La brújula

Eugenia me regaló una brújula el día que cumplí 29 años. Me la dio en casa de mis padres, durante la cena, justo después de cortar la tarta que mi madre había comprado para el postre.


--¡Oye, qué bonita! --dijo mi hermano Ricardo, siempre tan

envidioso--. Se nota que tiene buen gusto la chica. Casi siempre, vaya, porque seleccionarte a ti no dice demasiado a su favor.


--Ella no me eligió a mí --le dije--. ¿Qué sabrás tú? Fue un flechazo, payaso.


--¿Flechazo o bastonazo? A mí me dijeron que había perdido una apuesta, y que se tuvo que aguantar con el paquete.


Hablar con Ricardo y perder el tiempo era una misma cosa. No necesitaba seguirle el rollo, así que le di la espalda y me concentré en la brújula.

Era muy bonita, eso es verdad. Dorada, metálica, de diseño antiguo, y se cerraba sobre sí misma como los monederos de antes, haciendo un ruido diminuto y relajante.


El problema estaba en que era la segunda vez que me regalaban una brújula. Y por segunda vez llegaba en una época de tensión y tormenta. La primera fue a los nueve años, cuando mis padres me enviaron un mes de campamento a Santander el mismo verano en que estuvieron a punto de divorciarse.


Esta segunda vez tuve motivos para sospechar que la brújula no era en realidad un regalo, sino una amenaza, o quizá una acusación velada. Eugenia siempre supo cómo herir mi orgullo, y ya llevaba un tiempo, quizá semanas, mascullando que en cualquier momento se echaba la manta a la cabeza y se iba de casa, ahí te quedas, guapo, y quejándose de que yo era incapaz de localizar su clítoris ni aunque se afeitara el coño y le tatuaran señales de tráfico en la entrepierna.


Así que la brújula bien podía ser para que yo fuera a buscarla en caso de que desapareciera, tarea bien difícil, sobre todo porque en ese caso ella no iba a facilitar el ser localizada, por más que me regalara una brújula; o bien el regalo era para que le encontrara el clítoris, una ayuda para combatir la ineptitud sexual. En definitiva me estaba llamando inútil, torpe, y manazas, así sin más.


--Te has pasado, ¿no? --le dije un poco mosca--. ¿Qué quieres que te busque con esta brújula?


Me costaba creer que me lanzara esa indirecta tan directa precisamente el día de mi cumpleaños, y en casa de mis padres, delante de todos. Me pareció un insulto. Me había perdido el respeto sin ningún escrúpulo.


--No tienes que buscar nada, bobo --me dijo arrugando la nariz--. Esta brújula es para que no pierdas el Norte de tu vida, y para que nunca te desvíes de tu camino. Con ella siempre sabrás cuál es el Norte.


--¿ Y si prefiero el Sur? --le pregunté con ganas de abofetearla allí mismo.


--Pues te vas en dirección contraria al Norte, y ya está. No es tan difícil. Para eso han dibujado una rosa de los vientos bajo el puntero imantado. Vaya cosa. ¿Te pasa algo? Te veo un poco agresivo. Si no te gusta la brújula puedes cambiarla, creo que aún tengo el tique de compra --dijo con voz de pito, haciéndose la inocente.

Mis padres y mi hermano Ricardo nos miraban en silencio, un poco extrañados por la conversación de besugos que teníamos Eugenia y yo.


--Bueno, vamos a ver para quién es el trozo más grande de la tarta. Que escoja el cumpleañero --dijo mi madre acercándome la tarta ya cortada en grandes trozos.


--Pues para ir a la casa de putas no necesito brújula, que te enteres --dije levantándome con tanta fuerza que la silla cayó al suelo.


--¡Cojones! --dijo mi padre. Fue la primera vez que le oí decir un taco.


Eugenia y mi madre, como si ambas estuvieran de acuerdo o hubieran ensayado una coreografía con antelación, levantaron las cejas y se llevaron la mano a la boca al mismo tiempo.


--¿Qué coño ha pasado aquí? --dijo mi hermano Ricardo.


Han pasado quince años, y no he vuelto a ver a Eugenia desde entonces. Pero la brújula sigue encima de mi mesa, siempre dispuesta a amargarme la vida.