Lo
de la realidad transustanciada no es una receta alquimista ni un abracadabra
con truco. Es algo simple y complejo al mismo tiempo. Me explico: los
escritores parten muchas veces de la propia realidad. Algunos incluso parece
que utilizan la realidad pura y simple, sin mayores cambios, para contar sus
historias. En ocasiones son historias autobiográficas. Eso no es que sea
algunas veces así, yo más bien diría que siempre es así. Aunque escriban de
hormigas mutantes o emperadores romanos. Todo está dentro del escritor, y que
la historia que cuenta se parezca más o menos a su realidad cotidiana sólo
depende de lo mucho que haya "transustanciado" esa realidad. Cuando
Kafka escribió La metamorfosis, en la
que Gregorio Samsa se transforma en una cucaracha, no estaba contando un relato
de ciencia-ficción, sino una forma que él tenía de ver la vida. A veces la vida
es tan dura que nos sentimos gusanos, o burros de carga, o cucarachas. Pues
bien, Kafka hace que Gregorio Samsa no se sienta como una cucaracha, sino que
directamente lo transforma en cucaracha (o en "monstruoso insecto",
para ser exactos). La metáfora completa, la transformación total. Y como ese
ejemplo, encontraremos miles. Si conociéramos a fondo el consciente y el
inconsciente de todos los escritores, descubriríamos que todo son símbolos,
metáforas de vivencias y visiones su propia mente. Pero no lo conocemos (ni es
necesario tampoco). Ni siquiera el propio escritor sabe muchas veces por qué
está utilizando un personaje, un conflicto o un objeto. Los usa porque
intuitivamente sabe que debe usarlos, sin saber muchas veces de dónde nacen, ni
qué significado exacto tienen en su propia vida. Y si hablamos de poetas, ya ni
te cuento. Pero veamos cómo funciona ese proceso.
A
la hora de escribir una historia, pongamos que real, y puede que hasta
autobiográfica, no conviene hacerlo de manera literal. No es posible. No
existen traducciones literales de la realidad a la escritura. En el proceso de
traducción, para ser fieles a la realidad, necesitamos cambiar algunas cosas,
porque los lenguajes son diferentes. Incluso entre lenguajes naturales, como es
el caso del español y el inglés, no es posible hacer traducciones literales,
palabra por palabra, sin traicionar al sentido del texto. Los ordenadores por
ahora, debido a eso, siguen siendo traductores torpes. Una traducción literal
del encabezamiento de una carta comercial que diga "Muy señor mío",
en inglés sería "Very mister mine", lo cual no tiene ningún sentido.
Para que "Muy señor mío" esté correctamente traducido es necesario
hacer algunos cambios, olvidarse de la literalidad de palabra tras palabra, y
escribir "Dear sir". Y eso en la traducción entre dos lenguas
escritas de un mismo origen indoeuropeo. Si la traducción se tiene que hacer de
una realidad vivida, que no es sintáctica sino física, emocional y multiforme,
a una lengua natural, con su vocabulario y sus normas gramaticales estrictas,
la transformación que se exige es mucho mayor (si lo que queremos es, justamente,
ser fieles a esa auténtica realidad).
1 comentario:
Las palabras y sus limitaciones, el lenguaje como corsé. Es frustrante, como pretender hacer juegos cartas con las manos esposadas…por la espalda.
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