Lo absurdo, lo contradictorio en sí mismo, es una de las mejores fuentes de la creación literaria. No hablamos sólo de lo imposible o lo que nunca ha sucedido (en realidad toda la ficción son historias que no han ocurrido), sino lo que está más allá de la comprensión misma. ¿Has oído hablar de un animal llamado catoblepas? Se habla de él en numerosos libros desde la Edad Media, y su característica más importante es que se alimenta de sí mismo. Se empieza a comer por los pies hasta que consigue devorarse completamente. Eso sí que es ser autosuficiente.
Y de la misma familia (deben de ser primos lejanos) es el prantocox del que nos habla Ursula Wölfel en el siguiente texto. Es un animal que existe porque se imagina a sí mismo. No sabemos cómo es un prantocox exactamente, porque incluso el que existía ha desaparecido, pero tal vez en algún momento pueda volver a autoimaginarse.
LA HISTORIA DE PRANTOCOX
Un prantocox fue al Registro de Habitantes. Quería ser habitante. El empleado le preguntó su nombre.
—Me llamo Prantocox.
El empleado escribió en el impreso de inscripción: "Apellido: Cox. Nombre: Pranto". Después le preguntó:
—Nacido, ¿cuándo?
—¡Hoy! —exclamó el prantocox, y el empleado le felicitó por su cumpleaños. Pero también quería saber cuántos años tenía ahora el prantocox.
—¡Es que hoy es la primera vez que me he imaginado a mí mismo! —dijo.
—¿Imaginado? —preguntó el empleado—. ¿Usted mismo se ha imaginado a sí mismo? ¿Se cree usted que todavía me llevan en brazos?
—Si quiere probamos —dijo el prantocox, y cogió al empleado en brazos y le subió en alto. El hombre pataleaba y se agarró fuerte a la lámpara.
—¡Maleducado! —gritó—. ¡Usted es imposible!
—¿Completamente y en absoluto imposible? ¡Ah, qué pena! —susurró el prantocox, y se fue haciendo lentamente invisible.
En ese momento llegó otro empleado. Vio a su compañero moviéndose en la lámpara.
—¡No! —gritó y cerró los ojos horrorizado.
El prantocox todavía pudo sentar al empleado en el sillón. Después ya no estaba. El empleado tenía razón: los prantocox son imposibles. Por eso no hay ninguno.
URSULA WÖLFEL: Veintinueve historias disparatadas
Tu trabajo no va a ser tan complicado como el del prantocox. No vas a tener que imaginarte a ti mismo antes de existir para poder existir, sino sólo imaginarte a otro bicho.
Pero, cuidado, no valen dragones, ni monstruos, ni fantasmas, ni nada facilito lleno de brazos, bocas, ojos y antenas. Tiene que ser un bicho que sea imposible en sí mismo, como el catoblepas o el prantocox. O como tú en algunas ocasiones.
Y una vez imaginado, sitúalo junto a otros animales más comunes, como los que habitan este mundo, haciendo amigos o enemigos, ayudando o molestando (depende de cómo sea el bicho). Pero acuérdate, eso sí, de concederle alguna característica humana que desentone con tu bicho: es muy tímido, o le gusta bailar rock-and-roll, o resolver ecuaciones de segundo grado, o ver películas de Walt Disney. Tú sabrás. El caso es que nos lo cuentes por escrito antes de que deje de existir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario