lunes, 18 de abril de 2011

Lo cotidiano en verso

No pienses que la poesía tiene que tratar sólo de temas transcendentales y con un lenguaje oscuro y remilgado. En absoluto. Muchos de los que escriben así no son poetas, sino simplemente pedantes.

Si a mí me preguntaran que cuál es la esencia de la poesía, tendría que responder con que es algo así como la esencia de la vida. Dar con ella, y con su definición, me parece igual de difícil, y también igual de cotidiano. Hay palabras que son demasiado grandes y al mismo tiempo demasiado cercanas: amor, libertad, felicidad, solidaridad, esperanza… Puede que sea difícil definirlas (para ti, para mí y para cualquier vecino), pero cuando nos suceden sabemos distinguirlas bastante bien. Pertenecen a nuestra vida diaria, y nos son tan familiares como el cepillo de dientes, o el pequeño desconchón que hay en el techo de nuestro dormitorio.

Con lo cotidiano, con sucesos simples y cercanos, está construido este poema de Javier Rodríguez. No se necesita más, pero tampoco menos. Para el autor de este poema la esencia de la vida (y de la poesía) no está en las grandes hazañas ni en las revelaciones sorprendentes, sino en vivir con intensidad los pequeños encuentros de cada día.

NOMINATIVO LORETO

Loreto me ha regalado

una cartera de piel

para que mi documentación

no se mezcle

con pañuelos sucios,
bolígrafos sangrantes
y boletos de rifas.

La cartera guarda
todos mis carnés,
algunas direcciones

y dos o tres fotos al minuto
con las que me tengo
como si fuera
una mariposa
clavadita en un corcho.
El otro día un policía

me pidió la documentación

y yo, con un gesto de película

de serie be,

saqué mi cartera.

El policía miró la foto

para saber si yo era yo.

Cuando se lo conté a Loreto,

ella sonrió

y pensé
que estaba a punto
de pedirme la documentación

para asegurarse,

como el policía,

de que yo era yo.


JAVIER RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ: Tenemos que hablar



A la hora de escribir un poema de lo cotidiano, piensa en algo como esto:

• Cuando un amigo es tu amigo, ¿qué hace? ¿En qué pequeños gestos, en qué pequeños detalles se diferencia de los que no son tan amigos? ¿Cómo te lo demuestra?

• Cuando alguien te enfada, o te divierte, o te da pena, ¿qué haces tú? ¿Cómo se lo haces saber? ¿Qué sientes?

• Si un día estás especialmente feliz, aun sin saber muy bien porqué, ¿en qué te fijas cuando vas andando por la calle?

Esos son ejemplos de argumentos para auténticos poemas. Sólo tienes que sentir lo que dices, o decir lo que sientes, con las mismas palabras que utilizas normalmente. La esencia del poema está en la sinceridad de la escritura, no en la artificialidad del lenguaje.

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