Y de la misma familia (deben de ser primos lejanos) es el
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LA HISTORIA DE PRANTOCOX
Un prantocox fue al Registro de Habitantes. Quería ser habitante. El empleado le preguntó su nombre.
—Me llamo Prantocox.
El empleado escribió en el impreso de inscripción: "Apellido: Cox. Nombre: Pranto". Después le preguntó:
—Nacido, ¿cuándo?
—¡Hoy! —exclamó el prantocox, y el empleado le felicitó por su cumpleaños. Pero también quería saber cuántos años tenía ahora el prantocox.
—¡Es que hoy es la primera vez que me he imaginado a mí mismo! —dijo.
—¿Imaginado? —preguntó el empleado—. ¿Usted mismo se ha imaginado a sí mismo? ¿Se cree usted que todavía me llevan en brazos?
—Si quiere probamos —dijo el prantocox, y cogió al empleado en brazos y le subió en alto. El hombre pataleaba y se agarró fuerte a la lámpara.
—¡Maleducado! —gritó—. ¡Usted es imposible!
—¿Completamente y en absoluto imposible? ¡Ah, qué pena! —susurró el prantocox, y se fue haciendo lentamente invisible.
En ese momento llegó otro empleado. Vio a su compañero moviéndose en la lámpara.
—¡No! —gritó y cerró los ojos horrorizado.
El prantocox todavía pudo sentar al empleado en el sillón. Después ya no estaba. El empleado tenía razón: los prantocox son imposibles. Por eso no hay ninguno.
URSULA WÖLFEL: Veintinueve historias disparatadas
Tu trabajo no va a ser tan complicado como el del prantocox. No vas a tener que imaginarte a ti mismo antes de existir para poder existir, sino sólo imaginarte a otro bicho.
Pero, cuidado, no valen dragones, ni monstruos, ni fantasmas, ni nada facilito lleno de brazos, bocas, ojos y antenas. Tiene que ser un bicho que sea imposible en sí mismo, como el catoblepas o el prantocox. O como tú en algunas ocasiones.
Y una vez imaginado, sitúalo junto a otros animales más comunes, como los que habitan este mundo, haciendo amigos o enemigos, ayudando o molestando (depende de cómo sea el bicho). Pero acuérdate, eso sí, de concederle alguna característica humana que desentone con tu bicho: es muy tímido, o le gusta bailar rock-and-roll, o resolver ecuaciones de segundo grado, o ver películas de Walt Disney. Tú sabrás. El caso es que nos lo cuentes por escrito antes de que deje de existir.