Estuve ayer con tres novelistas amigos, Antonio Lozano, Donato Ndongo-Bidyogo y Pablo Martín Carvajal, en el SILA II (Salón Internacional del Libro Africano) del Puerto de la Cruz.
Conocí a Donato Ndongo-Bidyogo hace 30 años, y durante dos años, quizá más, nos vimos semana tras semana en una tertulia de Madrid, en el café La Hemeroteca, frente a la Escuela Oficial de Idiomas, en la calle Islas Filipinas. Allí nos plantábamos todos los miércoles unos cuantos infectados de letras, entre los que estaban Germán Sánchez Espeso, Antonio Ferres, Alfonso Grosso, Andrés Sorel, Donato Ndongo-Bidyogo, Julio Ollero, Isabel Ramos, Jorge, Paulino, y unos cuantos más. De cuando en cuando nos visitaba algún otro autor amigo de alguno de ellos, como el chileno José Donoso, el poeta Ángel González, Félix Grande, Francisco Umbral, Carmen Bravo Villasante, Fernando Savater, o alguno de los hermanos Sánchez Ferlosio (Chicho y Rafael). Aún estábamos en la transición, aunque más bien tenía sabor a postguerra. Algunos de ellos, la tercera parte, ya están muertos, y a otros hace años que les perdí de vista. El tiempo a veces recompensa a los persistentes con reencuentros, como me pasó ayer con Donato.
No ha cambiado tanto. Ahora está más calvo, como yo, aunque su cráneo negro disimula mucho mejor el desgaste de los años. Todavía sigue luchando contra los dictadores de Guinea, su país de origen, y añora poder vivir en Bata o en Malabo, en lugar de Murcia. No es que Murcia sea un mal lugar, él no se queja de eso, sino que tiene sus raíces en Guinea. ¿Qué por qué no regresa? Es fácil, él no lo oculta: la última vez que estuvo allí, como Delegado de la Agencia EFE, con el encargo de informar acerca de los asesinatos de opositores por parte del gobierno, un jefe de la policía militar, tío carnal del actual presidente, le puso una pistola en el pecho y le dijo: “El siguiente vas a ser tú”.
Donato vive exiliado en España y Estados Unidos desde hace más de 30 años, y es el Ministro de Exteriores y Portavoz del Gobierno de Guinea Ecuatorial en el Exilio (un gobierno presidido por Severo Moto, que no puede gobernar, es evidente, pero que amenaza desde Madrid a la dictadura de Teodoro Obiang día tras día).
Donato cree en la libertad antes que en la democracia. ¿Es democrática la Francia que expulsa a los gitanos? ¿Es democracia la de los EE.UU que invaden Vietnam o Iraq, y que inventan la cárcel de Guantánamo? ¿Acaso no llegó Hitler al poder a través de unas elecciones democráticas? (Esas preguntas son mías, no de él). Donato piensa que quizás el sistema constitucionalista europeo no es exportable a África sin más (además, ¿cuál de ellos?, porque hay variantes sustanciales). La historia vivida en África no es la misma que en Europa, la cultura es otra, los mecanismos de relación interpersonal son otros. Puede que aún nadie sepa cuál es el modelo a aplicar, si es que existe, pero sea cual sea ese modelo, la libertad, la justicia, el desarrollo económico y social, y la preservación de la cultura deberían tenerse siempre en cuenta. Yo también lo pienso.
Allí también estaba María Jesús Alvarado (No es la de la foto de la izquierda: esa es Bea), una excelente poetisa mitad canaria y mitad saharaui, editora en Fuertepalo de una gran colección de poemas y relatos del Sahara, y que presentó un documental riguroso y emotivo, La puerta del Sahara, que relata el genocidio y exilio de los últimos 35 años de los saharauis (el suyo también), a través de la metáfora/espejo de la destrucción del fuerte de Villa Cisneros.
Los amigos que regresan, décadas después, a veces son extraños con los que no tenemos nada que hablar; pero otras veces son tesoros reencontrados.
1 comentario:
Una crónica entrañable.
Abrazo.
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