Te sorprenderá, porque no te lo esperabas. O al menos no tan pronto. Te mirarás al espejo y de pronto ya no verás tu rostro despierto de adolescente con 14 años, sino el de un hombre algo mayor, con canas, pelo escaso, papada y ojeras. Será un día gris, con nubes y algo de viento. Y de pronto sabrás que tú ya no eres tú, sino tu padre. El mismo al que mirabas embobado de niño cuando se afeitaba, el mismo que tenía toda la fuerza en sus brazos y en su voz, el mismo que tú quisiste ser tantas veces, y al fin lo has conseguido: ya eres él.
Pero no te parece que seas tan fuerte, ni que tu voz sea tan segura como lo era la de tu padre cuando tú deseabas cambiarte por él. Y si tú eres él, si tú ya eres tu padre, ¿dónde está tu verdadero padre?
Míralo, está ahí, jugando con los nietos, chocheando, devorado por el alzheimer, o incinerado, enterrado a tres metros bajo tierra. Ha dejado de ser tu padre. Tu padre no es ese, tu padre ha debido morir, y sin embargo lo tienes delante de ti, al otro lado del espejo. Tu padre ya no existe, aunque aún haya un viejo por alguna parte asegurando que es él, que se llama igual.
Pero tú sabes que tu padre ha dejado de ser ese viejo hace tiempo. Tu padre murió el día en que tú empezaste a ser él, el día en el que lo asesinaste y te cambiaste por él. Ahora por fin podrás tener a tu madre solo para ti, al fin tuya, y no del otro.
Lástima que tu madre ya no es tu madre. Tu madre murió también, aunque si te das la vuelta y miras al otro lado de la cama que acabas de abandonar, la volverás a encontrar. Ahora es tu mujer. ¿Es que ya no te acuerdas? Ella también ha cambiado un poco, claro, pero sigue siendo guapa, como lo era tu madre, y ahora empieza a ser el objeto de deseo de tus hijos adolescentes.
Para los padres todos los hijos son siempre adolescentes. Tú seguirás siendo adolescente hasta la muerte, el reloj se rompió cuando eyaculaste por primera vez, y solo regresarás a la infancia cuando te operen la próstata. De los catorce a los 65 serás el acechador, el asesino de tu padre, y finalmente tu padre mismo. De gusano a crisálida, y de crisálida a mariposa. Aunque la mariposa, cuando la miras en el espejo, parece cada vez más una polilla.
Eres un asesino, un parricida, y antes de matar has engendrado en el vientre de tu madre a otro asesino que te está buscando, y que con el puñal ensangrentado del tiempo acabará contigo.
5 comentarios:
A mí me dan ganas de llorar después de leer esta entrada. Espero que por una vez te equivoques porque terminar siendo mi padre con bigote, barba y barriga no mola. :)
Descubrir la aterradora realidad de que estás empezando a ser tu padre tiene la ventaja de que sabrás aprender a quererte como nadie (excepto tu padre) lo había hecho. Y eso es tan inhumano que sólo puede ser falso.
Un abrazo.
Yo soy como mi padre, no sé si es bueno o malo, pero desde que lo maté, soy mi padre
Besicos
He leído dos de tus infinitas, en cuanto a calidad, entradas. Con el texto anterior estoy de acuerdo contigo; Saramago es un Mesías pagano y letrado, bien escrito, mal tratado, bien y mejor comprendido por los miles de lectores que necesitan sus letras domadas y sus verbos precisos como el agua a mayo...
Me parece, lo tuyo, tu dicción del dieciocho de junio, un homenaje digno para un escritor regio. Enhorabuena.
He leído tu entrada, la última, desde su alféizar te escribo. Si la de antes fue un homenaje al maestro, esta que me prestas, es un homenaje a la literatura.
Mis más sinceras felicitaciones.
Un abrazo.
Mario
Bea: tu padre es muy guapo, no te quejes :-)
Luis: me apunto tu reflexión, lúcida, como siempre.
Belén: Tu fidelidad a tu padre te honra. :-)
Mario: Muchas gracias por los elogios, y más viniendo de alguien que tiene un buen blog, como "Tunoeresinteresante". :-)
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