Me dice Bea que deje de hacer el bobo y me ponga a escribir. Me lo dice en tono amenazante, como el que ponía mi madre cuando me decía: “¡Enrique, ponte a estudiar!” Al menos a eso me suena. O tal vez quiero que me suene a eso, porque mi madre está muerta desde hace año y medio, y es muy probable que la eche de menos sin saberlo. El caso es que Bea me dice que escriba, y yo estoy cabreado. No con ella, ni con mi madre, sino con los derechos de autor, porque resulta que hace unos pocos días recibí dos cartas de las editoriales, y en ellas me hacen el saldo de ventas de libros del año anterior. En realidad, más que un saldo es una catástrofe, porque de golpe las regalías por la venta de mis libros han bajado a la mitad de lo que cobré el año pasado. Exactamente a la mitad. Y no solo eso, sino que son la tercera parte (¡la tercera parte!) de lo que cobré hace dos años, tres, o cuatro años. No puedo decir que sea una ruina, pero de golpe y porrazo me acabo de convertir en el vizconde demediado. Mis libros de texto de la ESO han sido descatalogados, porque un nuevo plan de estudios ha barrido el conocimiento anterior, y ahora las pirámides ya no están en el Cairo, sino en Yakarta, posiblemente. Los libros cada vez duran menos (llevo décadas oyendo esa cantilena), así que los que se hayan comprado la Enciclopedia Británica o la de Espasa Calpe, que empiecen a calentar la chimenea tomo a tomo, porque ya no vale ni un carajo. Ni para decorados de “Amor en tiempos revueltos”, porque ahí siempre los ponen de cartón piedra, y dentro los productores esconden las camisetas de cocaína. Porca miseria.
Pero como Bea lo dice, y yo soy muy bien mandado, o a lo mejor solo es que echo de menos a mi madre, voy y escribo. Todavía me acuerdo de que cada vez que subía a Santander para verla, me decía: “Ay, hijo, a ver cuándo me escribes una novela de verdad, como las de Antonio Gala, tan bonitas, y no esos cuentos para niños que escribes”. Y ahí me dejaba bien jodido, porque a partir de ese momento yo era incapaz de escribir una línea. En el camino de regreso a Madrid iba mascullando todo tipo de blasfemias y jaculatorias, a partes iguales. ¿Una novela de verdad? Manda cojones. Uno puede pasarse la vida escribiendo, pero si no le escribe a su madre una novela de verdad, como las de Antonio Gala, nunca pasa de ser un puto escribano, un oficinista, un sub-escritor, ya ves tú, literatura infantil, para niños, ¿para niños?, ¿y qué sabrán los niños? A esos se les engaña con un caramelo y un palulú, así que escribir para niños es como darle margaritas a los cerdos. No se ha hecho la miel para la boca del asno, hijo mío, crece de una vez, ponte a escribir algo que valga la pena, algo de lo que me vaya a sentir orgullosa, y pueda decirle a mis amigas: Mira, esta novela la ha escrito mi hijo Enrique, para mí, mira, mira, si está dedicada y todo, fíjate lo que pone, “A mi madre, que me dio la vida y me enseñó a hablar, porque sin ella seguiría perdido”, qué cosas tiene, ¿verdad? Es que siempre ha sido un exagerado, desde pequeño, yo siempre le tenía que regañar: “Enrique, te he dicho diez millones de veces que no seas exagerado”, y él se reía, yo qué sé de qué, y no me hacía ni caso.
Pues sí, la culpa de que escriba es de mi madre. Y la culpa de que no escriba también es de mi madre, así que no sé si llamar otra vez al doctor Blanco para reanudar el psicoanálisis que dejamos aparcado hace ocho años. Pero con lo que ahora me pagan de derechos de autor, ni de coña puedo acudir a las sesiones del doctor Blanco. Tampoco puedo subir a Santander a protestarle a mi madre, porque está muerta, la cabrona. Podría ir disfrazado a la parroquia y confesar mis pecados al confesor, a ver qué me dice, que seguro que me sale más barato. Pero le tengo miedo, que igual me mete mano pensando que soy un adolescente que ha discutido con su madre. Vaya mierda. Podría acudir al departamento de mecánica de fluidos en astrofísica, para que me pongan la cabeza como un bombo, pero luego tendré resaca.
Así que agacho la cabeza, le saco la lengua a Bea cuando no me está mirando, y me pongo a escribir, para ver si así mi madre se aparece levitando por detrás de las cortinas, como en Lourdes, justo en el momento en el que se pone el sol y hay reflejos que ciegan la vista por unos instantes, y me dice que lo estoy haciendo muy bien, que está muy orgullosa de mí, que yo soy el preferido de todos sus hijos, porque los demás son unos vándalos, sobre todo Nacho, y que como premio me va a poner no una, sino dos onzas de chocolate incrustadas en el bocadillo de la merienda. Hala, joderos, que mamá me quiere a mí más que a todos vosotros, patanes, capullos, lerdos, mongoloides.
Pero creo que no va a ser así. Lástima, porque ya empezaba a creérmelo.
¡Mamá, ven, por favor, que se están metiendo conmigo, diles que me dejen en paz!
6 comentarios:
Por dios, Enrique, qué post más chulo! no por las ventas que decaen, si no más bien por lo que hay debajo... Qué difícil es conseguir el camino recto sin mamá, verdad?
Besicos
Simplemente precioso.
¡Escribe, coño!
pues será que los ojos de Bea tienen siempre la verdad absoluta (y sino, con lo preciosos que son te pierdes en ellos y te olvdieas de verdades y de todo, ¿verdad?) pero al cosa es que Bea tiene razón y que tienes que escribir y no dejarlo de hacer nunca y si no es por tu mamá o por Bea que sea por todos aquellos que nos deleitamso con tus letras y no porque tengamos niños o un niño dentro sólo porque disfrutamos (como niños).
mamá, ven, dile algo: que se ponga a escribir, coño!
Belén: Sí que es difícil, sí. Gracias por estar ahí.
Ruth: ¡que ya vooooy!
Silvina: No sabía que andabas por aquí (a veces te leo micromensajes twiteados). ¿Otro niño en la panza? ¿Otra novela en la mesa? Felicidades
Gracias por tu apoyo, Basilio. Te has ganado unas costillas asadas para el domingo.
Madre mia yo creía q solo tenía un tio escritor y resulta q tng 2 jajaja aunq l studio de la astrofisica no creo q m proporcione ni calma ni clarividencia mas bien un estad d aturdimiento mas parecido al de una borrachera. Muy wapo el block enrique y esta entrada s muy weno. Y tranquilo q yo me sentía muy orgullosos cuando leíams en clase Renata y el mago pintor y todos se morían de envidía. Admas si los niños son l futuro tu papel de creador de aventuras e imaginación es muy important y necesario. 1beso mu grand
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