Do the right thing me recuerda al barrio de Bedford Stuyvesant y a Spike Lee, que era negro de profesión mucho antes que Obama.
Haz lo que debas. Haz lo correcto. Haz lo que tengas que hacer.
A mí se me olvida muchas veces, pierdo el norte y me lío con cosas tontas. Como comprar tornillos más o menos melancólicos para las patas de la cocina. ¿Y para qué? Para nada, Por pura paranoia. Obsesión compulsiva. Desconfianza.
Primero le pedí a Bea que comprara los putos tornillos. Anda, porfa, ya que vas a Leroy Merlín, ¿qué te cuesta comprar unos tornillitos para las patas? Mira, son doce patas largas que necesitan tres tornillos cada una, y otras dieciséis patas cortas que necesitarán cuatro tornillos cada una. Sí, tienen zapatas de anclaje distintas, no sé por qué, cosas de los fabricantes, que les gusta hacerse notar. Un total de 100 tornillos, por si acaso. Pero pídele al encargado de la ferretería o al de las cocinas que te asesoren, no vaya a ser que los tornillos sean muy largos, o muy cortos. Si es portugués habla de parafusos. Mejor es que se queden cortos a que queden largos, porque si son demasiado largos atravesarán el aglomerado y romperán la lámina de melanina, y ya la habremos jodido.
Y Bea los trajo de 25 mm. Demasiado largos, dijera lo que dijera el capullo del bricolaje. Que le pongan a vender bombillas, a ver si espabila. Fuimos a descambiarlos al día siguiente por otros de 20 mm, y cuatro docenas más de 16 mm, por si las moscas.
Esa noche dormí como un cura de sotana XXL, con la conciencia reposada por haber hecho “the right thing”.
Pues no. Metí la pata. Me equivoqué, porque al final vino el montador de la cocina, que era como el toro semental de los armarios, y me dijo que mis tornillos me los podía meter por donde mejor me entraran, con taco o sin taco, porque él tenía sus propios tornillos y no se fiaba de los tornillos melancólicos pertenecientes a clientes paranoicos. Bueno, no dijo tornillos, dijo tirafondos, para demostrarme quién era el técnico. Yo me quedé apocado con mi asamblea de tornillos huerfanitos en la mano, como el que muestra un periquito muerto al dios Thor. Un profesional. Después de fulminarme con la mirada, desenfundó el atornillador a pilas, apretó el gatillo para que se fueran calentando los circuitos, y empezó a montar armarios con furia apocalíptica. Me empujó afuera de la cocina: “Retírese, por favor, que necesito espacio.”
Antes de comer ya había terminado.
Por la tarde regresé avergonzado a Leroy Merlín a descambiar los tristes tornillos por dos macetas para los geranios. Ya no me servían para nada. Eran tornillos apócrifos, bastardos e indocumentados. Les apliqué la ley de extranjería y los devolví a su cajón patera. A tomar por culo los tornillos tocapelotas.
Do the right thing. ¿Había hecho lo correcto?
Pues no. Un largo error de principio a fin.
Lo que tenía que haber hecho, desde el principio, era dejar de dar por culo con los tornillos, y escribir, que para eso soy escritor. The right thing? Escribir, joder, escribir, qué otra cosa va a ser the right thing para un escritor. El pistolero monta-cocinas tenía toda la razón. ¿Que pretendía yo comprando tornillos de manera compulsiva, empujarle al paro? ¿Quitarle el puesto? Lo raro es que no me atornillara bajo la pila de la cocina, con un tapaluz incrustado entre los dientes.
Pero el problema va mucho más allá de los simples tornillos. Porque cuando no son tornillos, es el coche, que hay que cambiarle el aceite. O la cerradura, que parece que se encasquilla de vez en cuando. O limpiar el baño, que está hecho una porquería. O salir a comprar leche y papel higiénico, que se ha terminado. U ordenar la mesa, que así no hay quien trabaje.
¿Qué es lo correcto? Lo correcto no es lo mismo para todos, ni es lo mismo a todas horas, ni en todas las épocas. A veces hay que salir a manifestarse y tirar piedras a la policía. A veces hay que dar de comer a un niño. A veces hay que jugar. A veces hay que follar. A veces, claro que sí, hay que comprar pan y barrer la casa. Pero un escritor, pase lo que pase, esté donde esté, tiene que escribir, eso es lo que tiene que hacer, esa es su condena, su right thing.
Y si no escribe, si pasan tres días o una semana y no escribe, no está haciendo lo correcto, por muchas excusas que se ponga.
Do the right thing. Haz lo que debas. Que no se me olvide.
11 comentarios:
Yo pasé el otro día una tarde entera intentando arreglar el desagüe del fregadero. Me pillé un cabreo de mil pares, me hice polvo las manos y lo dejé a medias. Debía de haber estado escribiendo. Era lo que sentía. Pero bueno, no había fontanero que acudiese a tarea tan insignificante y por lo menos luego me salió un cuentecillo sobre el asunto. ¿Título? El hombre humillado. El escritor siempre escribe, hasta cuando compra tornillos y baja a por el pan y la leche.
Saludos.
Pues eso.... zapatero a tus zapatos! Que no se te olvide! Tú, a escribir!
DO THE RIGHT THING!
Pero gracias a los tornillos te ha salido un post la mar de apañado, así que al final has conseguido hacer "the right thing". Congratulations!
Hiciste muy bien en comprar los geranios!
Besotes
Creo que fue Francis Scott Fitzgerald quien dijo: "un escritor no es una persona. O, si es bueno, es muchas personas intentando ser una sola".
Eso te pasa a vos. Por eso comprás tornillos.
:)
Gilda, Arcángel Mirón, es lo mismo. Soy yo.
A mi es que siempr eme lío.. porque jo, es lo que deba yo? o tu?
besicos
Escríbelo de vez en cuando para que no se nos olvide a todos los que queremos escribir.
Un abrazo,
Carmen Cuevas
¿No será que estabas buscando excusas para no escribir y te salió ese texto tan chulo?
No hay nada mejor que huir para que llegue la inspiración.
No dejes de escribir. Sobre tornillos, mesas, patas o armarios pero no dejes de expresar con tus palabras cómo ves la realidad. Me gusta tu enfoque.
Ahora me empiezo a cuestionar "que es lo correcto" para mi...por Dios son tantas las cosas...me gustaria solo escribir.
Un abrazo
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