Esta mañana, en el Mercado del agricultor de Tacoronte, asistí a una competición de arrastre de vacas y bueyes, aparejados con yuntas, que tenían que remolcar durante doscientos metros un arado en forma de trineo con diez sacos de tierra encima. Un juez

con pajarita les cronometraba. Dos bueyes tozudos derraparon en la curva y arruinaron el kiosco de almendras garrapiñadas. El ganado andaba nervioso, y se aliviaba con torrentes de orina antes de cada carrera. Ganó la pareja formada por Clotilde y Bienpagá, primas hermanas y residentes en La Orotava. El entrenador, Rufino Cienfuegos, recibió como premio un pellejo de veinte litros de vino de Icod y tres arrobas de alfalfa fresca para Clotilde y Bienpagá. ¡Viva el alcalde!
Al final, tras los joropos y las coplas canarias,
Todas las canarias son / como ese Teide gigante, / mucha nieve en el semblante / y fuego en el corazón,
carrera de sortijas a caballo, o cómo ensartar en una vara de mimbre una sortija que pende de un hilo. A esa distancia me fue imposible ver la sortija, aunque los entendidos dijeran que era un brazalete. Ganó un guanche color mostaza que dijo ser descendiente de Solimán el magnífico y sobrino nieto de Blacamán, pero me da a mí que mentía como un desfachatado, porque la semana pasada le vi robar carteras a los turistas en la plaza de San Francisco.