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miércoles, 16 de enero de 2008

El origen del fascismo

Desde las orillas de Prospect Park, en Brooklyn, me envían Jen y mi amigo Ramón Cañelles un libro con 100 fotos realizadas en los dos últimos años por los alrededores de su casa: Un paseo por el barrio. Árboles de otoño e invierno, carteles, hojas, sombras, muñecos, nieve, materiales de derribo, pasquines, tiovivos y banderas. Me dice Ramón que Paul Auster vive cerca, así que comparte con él la afición de congelar el espacio y el tiempo a través de las fotografías (véase su película Smoke). Me quedo con la imagen de una jirafa de peluche de metro y medio de altura que mira hacia la ventana desde el interior de una habitación desnuda.

Ismael Perpiñá, Isma, el Perpi, dice que se casa con Mae, la filipina sobrina de María, que a su vez es la mujer de Emilio de Miguel, el diplomático. Vaya lío. Llevan ya más de tres años viviendo juntos, y a Mae no le dan los papeles para permanecer legalmente en España más tiempo. Ni a María ni a Emilio les hace mucha gracia, pero resulta que no son ellos los que se sumergen cada noche bajo un edredón en la buhardilla de Lavapiés, así que ajo y agua. Ismael y Emilio son dos de los alumnos más brillantes que han pasado por el Taller de Escritura, y deberían escribir más, pero Ismael dedica su tiempo a conducir camiones de cuatro ejes, y Emilio a tramitar visados y pasaportes, en lugar de dedicarse ambos a la noble tarea de torturar y dejarse torturar por personajes.

A pesar de lo que digan los relojes y los calendarios, la vida no es una línea recta. Ni siquiera un puerto de montaña. Excepto alguna que otra polución nocturna manipulada por el inconsciente, la vida es pensamiento, y el pensamiento es un caos que recorre el tiempo y el espacio con saltos inesperados a cada instante. Tan pronto recuerdo una pelea en el patio del colegio, sucedida hace 39 años, como el nacimiento de Elías, o el día en que el coronel Tejero sacó su pistola en el parlamento. El pensamiento y la memoria me llevan hacia delante y hacia atrás en cada momento, pero no puedo decir que eso suceda a mi antojo, ni como producto del azar. En realidad existen nexos, hilos de causalidad que unen las distintas escenas de una vida, como si fuera un catálogo indexado de raros e incunables. La mayor parte de las veces no sabemos reconocer el nexo, el hilo causal que hermana dos situaciones distantes en el tiempo, el espacio y los participantes. No parecen tener nada que ver, y sin embargo son idénticas, son espejos repetidos, la misma piedra que tampoco vemos. Nada es casual: todo es causal. Como este blog.

Anoche Ringo cazó un ratón de campo de gran tamaño. Está tan orgulloso, que se pasea con su pieza colgando a los dos lados de la boca. La escena es tan feroz que Bea no quiere ni mirar. Ringo protege el cadáver de su víctima. No lo despedaza, ni se lo come, ni ha dejado que nadie se acerque a él durante todo el día: es su trofeo de caza. Me lo enseña orgulloso, sin aflojar la mandíbula, y se lo restriega a Pepa por el morro. Es mío, yo lo cacé, parece decir. Se tumba con su tesoro frente al hocico, hasta que por la tarde veo que el ratón empieza a cubrirse de hormigas. Bea me pide que por favor me deshaga del cadáver, que vamos a coger todos una infección, así que ella distrae a Ringo mientras yo me acerco por detrás y le robo la pieza. No protesta. Acepta que tiene que ser así, que hay seres como yo que están por encima de él, así como él está por encima del ratón. Hay una jerarquía y una cadena de mando. Así empezó el fascismo.