miércoles, 12 de octubre de 2011

La orgía del hormigón armado

Los edificios de la avenida Paulista, en Sao Paulo, hacen botellón a media tarde, se arriman los unos a los otros, y se meten con disimulo empinadas escaleras de caracol por las ventanas entreabiertas, aprovechando que los oficinistas han terminado la jornada laboral y están bebiendo caipirinhas en los bares de las calles adyacentes.

Cuando salgo a pasear, después de impartir el Taller de Escritura "Bestiarios" en el Instituto Cervantes, me doy cuenta de que el impulso erótico lo inunda todo en Sao Paulo, y que solo en una ciudad brasileña podría uno encontrarse con grandes moles de hormigón palpitando con urgencias libidinosas.

Mi padre habría disfrutado aquí, y eso que era ingeniero de caminos. Y ya se sabe que con los ingenieros de caminos, bromas, las justas. Catedrático de hormigón armado: y con el hormigón
la estética es innecesaria (mariconadas, ni de coña). La erótica, inexistente. Si hay que follar, se folla, qué remedio, porque reproducirse es necesario, pero nada de perversiones y guarradas.

Solo en Sao Paulo sucede la magia de que los edificios se contagian del amor por la samba, el carnaval y las curvas. Y entonces pasa lo que pasa, no hay más que verlo.