# Hay un tiempo de producción, durante el cual el autor está escribiendo una historia;
# un tiempo de lectura, en el que el lector lee ese texto;
# y un tiempo interno, durante el que supuestamente suceden los hechos que se narran en el relato.
Todos ellos suponen medidas del tiempo, y a todos debe atender el autor cuando escribe.
El tiempo vivido por los personajes puede ser:
# objetivo (cronológico): está marcado por la medición imparcial de los relojes. Es el tiempo histórico, externo.
# subjetivo (psicológico): al igual que nos sucede a nosotros en la vida real, el tiempo unas veces parece que transcurre más deprisa, y otras nos desespera por su aparente lentitud. Dos personajes, simultáneamente y en el mismo lugar, pueden tener dos percepciones del paso del tiempo radicalmente distintas. Es un tiempo interno.
El tiempo de producción (lo que se tarda en escribir una historia) no es perceptible para el lector, y es —suele ser— infinitamente superior al tiempo de lectura. Lo que, al margen de la historia, le ha ocurrido al autor en su vida real mientras escribe, no debe afectar a los personajes que viven en el interior del texto. Son universos con tiempos divergentes, los del autor, los personajes y el lector, y cada uno de ellos obedece sólo a sus propias leyes y a sus particulares calendarios.
Los sucesos que se narran, según si siguen un orden histórico o no, conforman el tiempo interno del relato —lineal, inverso, circular, comienzo in media res, con o sin retrospecciones, etc.—. Es el orden de las secuencias que va hilando el narrador lo que condiciona la estructura de la narración, mucho más que el punto de vista o el espacio.
Para dar la sensación de que el tiempo transcurre lentamente, no es suficiente con decirlo (las horas pasaban lentas y vacías en la soledad del castillo...). Es preferible acumular gestos repetidos y monótonos para que el lector perciba la lentitud del tiempo (Sacó la pitillera de plata, desgastada por el uso, y empezó a liar otro cigarrillo con gestos mecánicos y parsimoniosos. Ya no recordaba cuánto tiempo llevaba allí sentado, pero debía ser bastante a juzgar por el agarrotamiento del muslo izquierdo...).
# Las oraciones simples, los verbos de acción y el tiempo verbal presente dan más sensación de apresuramiento y velocidad.
# Las oraciones largas, subordinadas, y el tiempo verbal pasado, por contra, favorecen la idea de la morosidad temporal.
En vez de marcar literalmente los saltos de tiempo (Cinco años más tarde, Antonio regresó a casa...), puedes hacer sentir el paso del tiempo por otros factores externos y visibles (Cuando Antonio regresó a casa, el barrio había crecido sin control, y un pretencioso edificio de aluminio y cristal ocupaba el lugar de la antigua fábrica de lejía...). Los personajes envejecen, regresa la época de las nieves, los niños crecen y las arrugas se multiplican.
Describe un momento de tensión, de apenas un minuto, pero vivido con lentitud exasperante. Un momento de duda, de amenaza, de tránsito, de toma de decisiones, de dolor o de espera, como por ejemplo:
# alguien espera que salga el cirujano para conocer los resultados de una operación,
# o llama a la puerta de su casa después de muchos años de ausencia,
# o hace un inquietante viaje en ascensor,
# o escucha el sonido amenazante del teléfono,
# o está a punto de caer por un acantilado.
Muestra el titubeo, los gestos nerviosos y la indecisión.
1 comentario:
Es que, efectivamente, yo estaba pensando en tu "Manual de Técnicas narrativas", pero mira por dónde, nos lo estás pasando en pildoritas muy fáciles de digerir.
De nuevo las gracias, esto está molto interesante, siñore!
;)
Abrazote!
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