A veces uno piensa que los personajes a los que admira no tienen debilidades. Y se equivoca.
Supe hace un tiempo que Vázquez Montalbán sufría por su exceso de kilos, y que con frecuencia se ponía a dieta para rebajar la cintura ecuatorial que le rodeaba. No lo consiguió, y murió sentado en una silla de plástico en el aeropuerto de Bangkok en la medianoche del 17 de octubre de 2003, aguantándonse las ganas de comerse un toblerone.
También supe que John Lennon se ponía furioso cada vez que Paul McCarthey sacaba un nuevo disco y aparecía su nombre en la prensa de todo el mundo. ¿Por qué le hacen más caso a él que a mí, si yo soy mucho mejor?, le gritaba a Yoko Ono.
Ni los grandes escritores ni los músicos consagrados se libran de las pequeñas miserias ni de las envidias de corrala que nos envenenan a todos.
1 comentario:
Nos sorprenden sus debilidades porque nos olvidamos que son grandes porque nosotros los hicimos grandes. Por lo demás, eran igual de seres humanos que nosotros, aunque tal vez con más genialidad que nosotros. Pero yo también pienso que tiene un toque de genialidad ese fontanero que en cinco minutos es capaz de desatascar una bañera que yo no he podido desatascar en cinco días. Y hurgando un poco, sospecho que hubo muchas mañanas en las que hubieran cambiado toda su genialidad por un poco más de felicidad y se hubieran cambiado por cualquier persona anónima, por cualquiera de nosotros.
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