Cuando era pequeño quise ser santo. A ser posible San Pancracio, y que me decapitaran un 12 de mayo en la Vía Aurelia de Roma. Cosas del espectáculo. O será que me gustaba el perejil. Pero como yo no era un niño consentido, también me conformaba con ser San Mamés, evangelizando leones. O San Eubulo de Cesarea, que fue destrozado por los leones y luego decapitado (de la segunda parte seguro que no iba a enterarme). O uno de los Cinco santos Mártires de Tiro, que fueron expuestos desnudos a las fieras, sobrevivieron y fueron degollados. Puro exhibicionismo. O los santos Prisco, Malco y Alejandro de Cesarea, devorados por leones y otras fieras. También las santas Máxima, Donatila y Segunda, San Marino de Anazarba, San Queremón de Nilópolis: todos devorados por leones. Vaya panzada.
Lo de los misioneros africanos que terminaban en el caldero de la tribu de negros caníbales, junto al explorador con casco, también molaba.
¿Que por qué me acuerdo yo ahora de eso?
Debe ser que la Semana Santa saca lo mejor de mí: vértigo de santidad.
O será que se acerca la hora de la cena y me preocupa que la nevera esté vacía.
Si me convirtiera en catoblepas, ese animal mítico que se alimentaba de sí mismo, podría autodevorarme.
Y si conmigo no me alcanzare, porque la hambruna fuera mucha, llamaría al vecino, que está gordito.
4 comentarios:
¿La nevera vacía? Será por lo de la abstinencia de Semana Santa y seguro el Papa no te va a dar una Bula, ni loco.
Chico, tú siempre pensando en comer. ;-)
Pero qué buen cristiano eres Enrique!
Haces hasta la penitencia gastronómica.. qué buen chaval!
Besicos
Incluso de pequeño, cuando me lo creía todo y era muy beato, tuve mis problemas con los mártires.
Leía sobre los mártires de Alcalá. Llega el pretor que era muy malo y les pregunta si son cristianos. Los muy gilipollas responden que sí y les cortan la cabeza. Mi lógica infantil se preguntaba por qué no decían que no, cuando era tan obvio que ésa era la respuesta correcta.
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