
¿Qué te pasa?, me pregunta Bea, que de pronto se despierta y no me encuentra.
Nada, es solo una hipoglucemia, le digo. Anda, vuelve a la cama.
Vale, pero no tardes, dice, creo que sin llegar a abrir los ojos.
Y vuelvo a la cama, pero no me duermo en seguida, porque el azúcar tarda un poco en subir, así que los siguientes diez minutos me quedo mirando al techo que no veo, porque estoy a oscuras, y pensando en los sueños circulares.
Algunas veces voy abriendo puertas y puertas, para volver al mismo sitio, como en aquella película que se llamaba Cube. Otras veces sueño que sueño un sueño en el que sueño que estoy soñando, y aquello se convierte en una especie de muñeca matrioska redimensionada a cada instante. Una vez soñé con espejos que cruzaba una y otra vez, sin lograr avanzar. Anoche soñé con hipervínculos de una web que me remitían de uno a otro, y a otro, y a otro, para volver siempre al principio. Es difícil distinguir el sueño circular, porque nunca anuncia su circularidad, y solo al cabo de dos vueltas empiezo a caer en la cuenta de que me he metido en una ratonera onírica, y aún dormido distingo la señal de alerta que me anuncia que estoy en una hipoglucemia, y que mi vida corre peligro. Es verdad que el páncreas y los islotes de Langerhans los tengo manga por hombro, pero a cambio tengo contratado a un guardia jurado en el inconsciente que en caso de peligro me despierta por las noches con la sutilidad de un poeta renacentista.
Qué cosas.
En cambio las dos hipoglucemias más severas que he tenido en los últimos 20 años me han sucedido estando totalmente despierto. La primera vez fue hace diez o doce años, a las 6 de la tarde, estaba yo solo en casa, mientras escribía en el teclado del ordenador algún relato qu

Consciente del peligro que yo suponía para mí mismo, al día siguiente reanudé las sesiones de psicoanálisis con el doctor Blanco. Él me mostró que tenía más peligro despierto que dormido, que mi inconsciente detectaba el peligro mucho mejor que mi consciente. Que corría más peligro despierto que dormido.
La segunda hipoglucemia fue cenando con mis hermanos, en Santander. Tenía un trozo de pizza en la mano mientras alucinaba. Oía el rumor de sus conversaciones como en sordina, a lo lejos, a pesar de que estábamos todos sentados alrededor de la misma mesa. Cerré los ojos y supe con claridad absoluta que todos mentían, y también yo. Supe también que ninguno sabía que estaba viviendo en una mentira prolongada durante décadas, y tuve miedo de que en mi cara o en mis ojos se pudiera leer que yo era la falsificación de un escritor. Entré en pánico. Estábamos a finales del verano, en casa de Coque. Me preguntaron si estaba bien, y yo les dije que sí. Yo sabía que aquello era una hipoglucemia de caballo, así que esperé entre visiones y revelaciones a que me subiera el azúcar de la pizza desde el estómago hasta la sangre, y de allí al cerebro. Entre tanto nos fuimos todos a ver los fuegos artificiales de Santoña.
¿Por qué son circulares los sueños de mis hipoglucemias?
Solo tengo sospechas. Cerrar el círculo es morir: volver a la tierra convertido en materia y energía (que ni se crea ni se destruye, solo se transforma). El círculo no avanza, no crece: es un péndulo que regresa al mismo punto, sin avance dialéctico. No hay síntesis tras la tesis y la antítesis, sino puro regreso al mismo punto. Repetición de lo que ya se ha vivido, monotonía en el tiempo: muerte en vida. El círculo de amigos, el círculo familiar, el círculo laboral: formas de protección y autoexclusión, negación de lo ajeno, parálisis.
2 comentarios:
Las dos hipoglucemias más gordas que ha tenido mi hermana han sido durmiendo... ya le preguntaré en qué soñaba, aunque creo que no recordará el sueño...
Besicos
Entiendo perfectamente tus vivencias amigo, soy diabetico insulinodependiente desde los 14 años, tengo 23, y he tenido muchas de esas situaciones tan locas en mis noches, un abrazo.
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