jueves, 4 de febrero de 2010

Crónica del Festival de Agüimes

Desde la isla de enfrente, Gran Canaria, Antonio Lozano nos hizo señales con un pañuelo rojo: “Veníos al Festival, que celebramos 20 años y habrá tarta, piñata, cuentos, y ron Arehucas”. Y allí nos fuimos, Bea y yo, con coche y todo dentro del barco Bencomo Express.

En el hotel Villa de Agüimes Viviana nos recibió, y nos dio la habitación 6. Pero esa tenía cuatro camas individuales, así que se la cambiamos a Elena Castillo, nuestra vecina de Santa Cruz, por la suya, la número 5.

--Cuidado, que dicen que en esta habitación se alojó Garzón Céspedes cuando era él el que programaba el Festival --nos advirtieron bajando la voz.

No somos supersticiosos, pero antes de dormir miramos debajo de la cama por si se hubiera escondido allí. Y luego dentro del armario. “Sal, Francisco, que no te vamos a hacer nada”. Pero Garzón no estaba, así que nos echamos a dormir tranquilos.

El viernes 22 de enero abrió la función inaugural Antonio López, con su guitarra al hombro, mientras Fele, su mujer, lo miraba con ojitos tiernos. Beatriz Montero contó la mejor versión del Medio Pollito que jamás se haya oído nunca. Siguió el canadiense Marc Laberge, the quiet man, director del Festival interculturel du conte du Québec, con cuatro cuentos breves. Luego Ana Griot (León), Elena del Castillo (Tenerife), Jean Michel Hernández (Francia) y Coralia Rodríguez (Cuba). Todos muy guapos, con tablas y con buen repertorio. Para mi gusto, la mejor función de todo el Festival, y eso que después hubo muchas y sabrosas.

Según pasaban los días empezaron a gotear narradores de cuentos de todos los colores: Boniface Ofogo, Boni, con una película sorprendente bajo el brazo, filmada en el funeral de su padre unos meses antes en Camerún. Antonio González (un lobo y un ratón escondidos en su garganta) y Ana Torrellas (Benedetti en escena), de La Carátula de Elche, medio valencianos medio venezolanos, junto con Nazario, hermano de Antonio González, especialista en escenografía, luces y sonido. Grandes bebedores de ron. Vidas enteras guarecidas en los escenarios.

Nicolás Buenaventura y Pilar llegaron desde París con un espectáculo de cuentos zen, “Maestra palabra”, mínimo, exquisito y bien modulado. Hola y adiós, porque al día siguiente se fueron al carnaval de Barranquilla, en Colombia. Buena suerte, compañeros.

Coralia, la bella mulata, arrancó leyendas de reinas yorubas del interior de la tierra. “Había una vez un cocodrilo verde” que se llamaba Cuba, mi hermano, tú ya sabes mi amol. Bea y yo le compramos en la calle Triana de Las Palmas una camisa para su compañero Michel, un rubio de dos metros que le esperaba en Suiza. Días después Coralia asistió como alumna a mi Taller de Escritura, y se descolgó con un monólogo excelente, una voz propia irreductible. Espero que siga escribiendo. Y contando, claro.

Cuando llegó a Agüimes mi amigo Alberto Pérez, los que estábamos allí ya nos habíamos bebido unas cuantas botellas de Arehucas. Alberto, con su orquesta volátil flotando en el aire y un catarro de los de suspender espectáculos, hizo un esfuerzo titánico para contar y cantar un rock and roll. Mítico. La propuesta músico-narrativa más novedosa de todo el Festival, sin duda.

Durante el segundo fin de semana llegó el diluvio de narradores: Félix Albo (Valencia), Magdalena Labarga y Masissa Amado (Palique), Alekos acompañado por su tiple y el Conde Sisebuto, Bonai Capote (Guinea), Pep Bruno (un poco despistado, algo perdido), Antonio Abdo con Pilar Rey (La Palma), el Taller de Juglares de Gran Canaria, Oswaldo Pai (Zaragoza) con sus bolas malabares, y Kiko Cadaval con culito de oro, un bebé nonato flotando en formol, y todo Galicia en la mochila.

Y todos los que no se subían al escenario, pero estaban por allí: Carlos Gil Zamora de Artezblai (Bilbao), Cristina G. Temprano (Lanzarote), Francis, Mario, María Jesús, Viviana, Fele, Pino y Antonio Lozano (Agüimes), el novelista Pablo Martín Carbajal (Tenerife), Lola López del Instituto Cervantes de Marrakech, y algunos más que si se me olvidan no es por malicia, sino por alzheimer.

Volveremos, cómo no, todas las veces que Antonio Lozano quiera. Sus “Cenizas de Bagdag” se vino conmigo en la maleta, y muy pronto se convertirá en una aventura compartida gracias al misterio de la lectura y el pacto de suspensión de la incredulidad.

(Todas las fotos son de Enrique Páez y Beatriz Montero. Haz clic sobre ellas para verlas más grandes)

6 comentarios:

Inma Ruiz dijo...

Jo, que envidia..

Beatriz Montero dijo...

Qué bien nos lo pasamos.

Elisa Agudo dijo...

Qué bien os veo, cómo me alegro!!!

Y me parto con la ácidas ironía.. ;-)

Besitos a los 2

Emilio Montero dijo...

Caguen la mar salá!!

Me perdí la mejor version del medio pollito? mira que escuche muchas...

Al duende de la izq de la primera foto me suena, es como si fuese o estuviese en my house.
Bea esta es la segunda vez que estas en este festival verdad?

Que envidia de no poder verlo.
Besiños

Una ET en Euskadi dijo...

¡qué guapa sale Bea en las fotos!
No se cual sos vos: si el de la primera o el de la segunda foto, son como clones, pero tembén salieron guapos
Quén es Garzón Céspedes y por qué habría que tenerle miedo
"Beatriz montero contó la versióndel Medio pollito que jamás se haya oído nunca" (¿A qué vos también la mirabas con ojitos tiernos?)
Qué divertido parece ser todo por allá. Cómo me aburro por acá
¿Cuándo podré ir por allá?

Pep Bruno dijo...

¿Un poco despistado? ¿algo perdido? ¿la mejor versión del medio pollito?
En fin, muy enriquecedor tu blog
Un saludo
Pep Bruno