
Ahora tengo ocho lagartijas hambrientas. Ya no cago: se lo comen todo. Estoy quedándome en los huesos. Son insaciables.
Han empezado a reproducirse. Son muchas. Algunas se me escapan por el culo. No sé qué hacer. Tal vez debería comerme un gato, o una serpiente, o una colección de hormigas carnívoras, y que las exterminen.
Han empezado a comerse el páncreas. Lo sé porque me vuelto diabético de la noche a la mañana. Son ellas. Hay que joderse.