"Cuentacuentos" ya en el diccionario de la RAE
La Real Academia Española, en su diccionario de la 23ª edición, incorpora por fin el nombre común “cuentacuentos” con el significado único e inequívoco de “persona que narra cuentos en público.” Podéis verlo en http://lema.rae.es/drae/?val=cuentacuentos
A partir de ahora ya no hay dudas de cómo nombrar a las “personas que narran cuentos en público”. A esas personas se les debe llamar “cuentacuentos”. Con ello la RAE no hace sino corroborar el uso habitual de la lengua y las palabras, que es propiedad de todos los hablantes.
No se especifica en la definición si los cuentos que se narran han de ser infantiles o de adultos, porque todos valen, pero sí que tienen que ser cuentos. Quedan excluidos, pues, los que hacen conversación escénica, chistes, o monólogos más o menos humorísticos cercanos al “El Club de la Comedia” (Stand-up Comedy), que más bien deberían hacerse llamar “monologuistas” o “actores”.
Las palabras “cuentista” y “cuentero” (esta última voz válida solo en algunos países de Hispanoamérica, como Cuba y Colombia), para la Real Academia Española, se refieren a quien “acostumbra a contar enredos, chismes o embustes; o la persona que suele narrar o escribir cuentos; o la que por vanidad u otro motivo semejante exagera o falsea la realidad.” Las definiciones son muy claras, y definen lo que está en el uso normal de la lengua y los hablantes desde hace décadas.
Hace dos décadas aterrizó en Madrid Francisco Garzón Céspedes, maestro de muchos cuentacuentos incipientes de aquel momento. Garzón dio un gran impulso a las actividades de cuentacuentos, que en aquellos momentos se realizaban en apenas dos docenas de pubs y bares en toda España, frecuentados en gran medida por jóvenes universitarios. A Garzón no le gustaba la palabra "cuentacuentos", y fomentó el uso de la palabra "narrador oral", y "narrador oral escénico" como nota de distinción, sobre todo para espectáculos dirigidos a adultos. La propuesta finalmente no cuajó, porque no son las personas individuales las que normalmente crean la lengua, sino los innumerables hablantes anónimos, pero algunos pocos cuentacuentos posteriores a los años 90 se quedaron anclados en la fascinación y el supuesto brillo de la denominación "narrador oral", que a su juicio era mucho más profesional y selecta que la de "cuentacuentos", hasta el punto de que todavía la siguen utilizando, aunque desconozcan el origen, el mínimo alcance, y la incomprensión que provocan entre el público y los hablantes. Parece que algunos incluso se avergüenzan de que les llamen "cuentacuentos", y hasta de contar para niños. En cambio a la inmensa mayoría (incluida la RAE), la palabra "cuentacuentos" nos parece atinada, hermosa, evocadora, autodefinida, comprensible, y compartida no solo por los que ejercen este oficio, sino también por los espectadores que lo disfrutan.
Yo me alegro especialmente, porque no en vano estoy en un proyecto común que se llama
“Red Internacional de Cuentacuentos”. La palabra “cuentacuentos” me parece una
palabra hermosa, evocadora, tierna, autodefinida y prestigiosa. Sé que algunos
prefieren para su oficio otras denominaciones, también válidas, como las de
cuentero, griot, o narrador oral. Todas son muy respetables, y no es necesario
desecharlas. Todas valen, porque todas ellas añaden matices específicos. La RAE
solo ratifica lo que previamente ya es de dominio público entre una inmensa
mayoría de hablantes: que el "cuentacuentos" es aquel que "narra
cuentos en público". No es la única palabra existente, insisto, pero sí
la más utilizada para definir la profesión. Por poner un ejemplo, la
palabra “cuentacuentos” arroja 2.650.000 resultados en Google, mientras que
“cuentero” aparece 204.000 veces, “griot” 690.000 veces, y “narrador oral”
63.800 veces.
En este momento ninguna otra definición para los que ejercen la profesión o la afición de contar cuentos en público es tan clara, explícita y unívoca como la de “cuentacuentos”, porque en apenas siete palabras esta definición es la única que incluye al narrador, al cuento y al público, los tres pilares esenciales e imprescindibles en el arte de contar cuentos.
Muchas gracias a la RAE, y muchas felicidades para todos los cuentacuentos y las cuentacuentos (el nombre es común para los dos géneros, y para el singular y el plural), porque entre todos hemos conseguido que por fin tengamos un oficio visible, con prestigio, y reconocido en todas las áreas de la cultura.
Así pues, felicidades para todos, y ¡que vivan los cuentacuentos!
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