Martin Ellrodt, uno de los contadores de cuentos más grandes de Alemania (iba a decir el mejor, pero me disgustan los absolutos) llegó desde Nüremberg con sueño y con frío. Aquí se el curó todo, aunque se le empezó a mover una muela al fondo de la boca. Luego se le curó.
Y entretanto, día tras día, fuimos hablando de todo un poco, como está mandado. Hacía ya tiempo que no nos veíamos. La última vez fue en agosto, en Ouro Preto, Minas Gerais, Brasil. Y antes de eso en la presentación de la RIC en Madrid, hace ya casi año y medio.
Hablamos del futuro del cuentacuentos, de las corrientes puristas y las fusiones, de Margaret Read McDonald, de asociaciones de narradores "clique", de divorcios sonados (la National Storytelling Network con el International Storytelling Center), de libros, de vueltas al mundo, del juego "Dixit" para generar cuentos, de Cuba, de boyscouts, de Luteranos y católicos, de salchichas, de festivales, de proyectos, de Geeta Ramanujam, de pedagogía, de literatura infantil, de chicas en minifalda y de traducciones. Y nos faltó tiempo.
Después de diez días se fue, pero al menos nos dio tiempo para poner el mundo patas arriba.
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