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En mi noche de bodas descuarticé al gato, acuchillé a mi perro y degollé a mi caballo. Parecía que iba a ser un mal día, pero finalmente mi mujer me lavó las manos. No es tan brava como dicen. A la mañana siguiente mi padre y mi suegro vinieron a verme. Les abrió la puerta mi mujer, y les pidió que bajaran la voz. Mi suegro subió a felicitarme. “Eres un clásico”, me dijo.
3 comentarios:
Al final, lo clásicos nunca fallan... o sí?
;)
Un abrazote!
Puedo prometer y prometo que, en cuanto tenga una noche de bodas, voy a hacer lo mismo
PD: ¿Me pasarás el tfno del chaval, porfa?
Genial... muy bueno el micro-relato sobre el cuento del Lucanor... Escribe másc como estos y se los madamos leer a los alumnos de bachillerato... jajaja (¿en lugar del Conde Lucanor?...¡Noooo!)
Saludos.
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