Hace 15 años, cuando publiqué mis primeros libros infantiles en Bruño y en SM, hice centenares (sí, sí, centenares) de encuentros con lectores. Los promotores de Bruño y SM se turnaban y me venían a buscar a casa, o quedábamos a la salida de alguna estación de metro, y me transportaban en su coche de un colegio o otro. Normalmente hacía 4 ó 5 encuentros al día (tres por la mañana y uno por la tarde). Tres veces por semana. Unos 40 encuentros al mes, durante dos o tres años. En total, alrededor de 1.000. Y en cada encuentro podía firmar 70 libros de media. Si alguien multiplica y calcula que 70 libros por 1.000 encuentros son demasiados libros, porque llegarían a 70.000, pues no se equivoca, porque de mis cinco novelas infantiles se han vendido ya medio millón. Lo cual quiere decir que de cada siete libros vendidos, uno lo firmé con mi propia mano. Hice bolos de semanas enteras por Galicia, Andalucía, Castilla La Mancha, Canarias... pero eso fue hace tiempo. Fue agotador.
Luego, durante 15 años, me dediqué por completo al Taller de Escritura de Madrid. Y dejé de hacer encuentros con lectores. Se acabó. Además, pagaban muy poco.
Hasta hace unos días, en que, como excepción, hice otro. Uno aislado. Fue el pasado viernes 26 de marzo, en el colegio Rodríguez Campos (entre El Rosario y Santa Cruz de Tenerife). El director, Carlos, me había preparado un encuentro con alumnos de 1º de ESO, y una firma de libros. Serían tres o cuatro aulas que se juntaron en el gimnasio. Se habían leído uno de mis libros, "Devuélveme el anillo, pelo cepillo", y lo llevaban todos debajo el brazo.
Después de hablar y preguntar sin descanso, se pusieron todos en fila, y empecé a firmar libros. Y los más tímidos me hacían la pregunta que se les había quedado guardada en los labios durante el encuentro. No se habían atrevido a hacerla en voz alta, delante de todos.
Hace 15 años los alumnos apenas tenían contacto con Internet, pero ahora sí. Y algunos les había entrado la curiosidad, y habían entreado en mi blog. En este blog que ahora estás leyendo tú en estos instantes. Y de pronto uno de ellos, en voz baja, me preguntó:
--Oiga, he leído en su blog que a usted no le gustan las actrices porno con las tetas pequeñas. ¿Por qué no le gustan?
Levanté la vista del libro que estaba firmando y lo miré perplejo. Se hizo un silencio atronador, que diría Góngora, y vi que él, y cinco amigos, y el director del colegio, esperaban mi respuesta enmudecidos.
Eso es lo que pasa cuando un profesor les aconseja a los alumnos que lean a un autor directamente en su blog. Que de pronto va alguno, y lo hace.
No había escapatoria. Así que con naturalidad, sin falsear la voz, di mi respuesta más honesta:
--Pues porque me gustan con las tetas grandes, claro.
Y seguí firmando libros.
Nadie dijo ni mú.
Al salir del gimnasio le comenté a Carlos, el director, lo de la pregunta comprometida.
--La escuchaste, ¿no?
--Pues claro --me dijo--. Ese chaval es mi sobrino.
Lo dicho: no hay nada mejor que la naturalidad.
Tendré que prepararme para los próximos librofórums.
5 comentarios:
Para que luego digan que los chavales no leen. Jejeje
Genial. Me he divertido un montón, qué bien lo has contado.
Oh cielos, tendrás que mirar lo que escribes al blog!
:P
Besicos
Bueno, y ahora que no nos oye nadie, dime la verdad: ¿por qué no te gustan las actrices porno con tetas pequeñas? ;-)
¿Y NO LE PREGUNTASTE QUE TAMAÑO DE TETAS LE GUSTABAN A ÉL? Yo lo hubiera hecho.
Cuándo era maestra siempre decíamos: "cuidado que este es hijo de maestr@" o "idem que este es hijo de psicolog@" son los chicos que te hacen los cuestionamientos más raros (y más libres)
El chaval...un maestro
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