En Los Silos, un poco más allá de Icod de los vinos, empezaron a contar ayer los narradores orales del Festival Internacional del Cuento organizado por Ernesto Rodríguez Abad. Allá nos fuimos Bea y yo para, sobre todo, encontrarnos con Oswaldo y Maryta Berenguer (hacía ya cinco o seis años que había pasado por su casa en Buenos Aires, en Mar del Plata y en Bahía Blanca). Al final del su espectáculo, Maryta me dedicó el tango "Naranjo en flor", cantado con una voz cálida y madura (ya hemos dejado de ser niños, por fortuna) y yo me acordé de la garganta de arena del polaco Goyeneche, y de Susana Rinaldi, el Tortoni, San Telmo, la Recoleta y mis dos sobrinos porteños, Dodi y Diego, más argentinos que el asado de los domingos.
Después nos fuimos a cenar con Coralia Rodríguez (¿qué hace una negra cubana viviendo en Ginebra, aparte de pasar frío?), Nelson Calderón (¿y un paisa de Medellín en la Gran Vía? Al menos no pasará tanto frío como Coralia), Juan Madrigal y su mujer (Costa Rica), Emilio Lome (México) y unos pocos narradores más.
Ernesto Rodríguez Abad siguió contando cuentos africanos, y nos hizo escuchar los ultrasonidos de una ciber-selva virtual, África remasterizada en sonidos industriales: un hallazgo.
En fin, que Bea acaba de regresar ahora mismo de contar en la Biblioteca de Santa Cruz, y nos vamos de nuevo a Los Silos, que hemos quedado a comer con esos que no paran de hablar ni aún con un bocadillo de queso entre los dientes. Luego os contaré más.
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