lunes, 9 de marzo de 2009

La no escritura

Si alguien quisiera escribir una historia tópica, tanto da si lleva un formato de novela, relato corto o guión de cine, no tendría más que empezar por el conflicto angustioso de un escritor que está bloqueado y que no sabe sobre qué escribir, así que el personaje empieza escribiendo sobre su propio bloqueo creativo. Pero así no podría empezar, porque desde luego empezar con “Si alguien quisiera escribir una historia tópica” es la manera más rápida de bloquear, porque ¿quién va a querer escribir una historia tópica en lugar de una historia nueva? Sabemos que nadie, ni aún el masoquista más diletante, querría hacerlo. Y desde luego ningún autor, así que el lector que lea “Si alguien quisiera escribir una historia tópica” cerrará el libro y buscará otra ocupación para pasar el rato, porque empezar con una mentira tan aburrida y tan poco sutil no satisface a nadie.

Así pues empecemos de nuevo:

Si alguien quisiera escribir una historia que de ningún modo fuera tópica, tanto da si es novela, guión o relato, podría empezar con un escritor que está bloqueado. Lo cual es tan falso que hasta los lectores analfabetos saben que no es verdad, porque hay millones de historias que comienzan así, hasta el punto de haberse convertido en uno de los tópicos más cansinos.

Probemos a empezar con un escritor que no está bloqueado, y tampoco sería verdad, porque un escritor que no está bloqueado no escribe sobre su no bloqueo. Solo los que están bloqueados intentan romper el bloqueo escribiendo sobre el bloqueo, pero nadie que no esté bloqueado se le ocurriría escribir sobre el bloqueo para ver si así le cambia la suerte. Sólo queda la doble negación.

Si alguien quisiera escribir una historia no tópica, no podría empezar con la angustia que se apodera de un escritor bloqueado. Vale, porque si no puedo empezar por el bloqueo como estrategia desgastada para romper el bloqueo porque caigo en el mayor de los tópicos, pues en ese caso quizá, pero solo quizá, no pueda romper el bloqueo. Aunque eso está claro que no es cierto, porque el bloqueo siempre existe, o se presenta al menos con frecuencia, y algunos autores de la historia lo han superado. Otros no, pero no lo sabemos excepto por el rastro de vacío que dejaron tras de sí: ¿Cuál es la novela que no escribieron ni Borges, ni Quevedo, ni Dámaso Alonso? La imposibilidad o la negación de la escritura es visible solo por la percepción de la ausencia de la misma. Pero también en la pintura, en la música, en el amor, en la vida, en la salud, o en los catorce brazos que no tenemos.

Si alguien quisiera escribir una historia, tanto da si no la quiere tópica como si no le queda más remedio que caer en la torpeza del tópico, una de las cosas que no debería hacer es escribir los párrafos anteriores, porque ya da lo mismo si son tópicos o no lo son, porque lo que sí está claro es que no prometen ninguna historia. O sea, que son la no-historia. Un texto que suplanta a la historia para que esta no se escriba. Una forma que tiene el bloqueo para seguir existiendo a pesar de que aparentemente haya dejado de existir, porque alguien está escribiendo, porque ese alguien que está escribiendo, yo en este momento por si existieran las dudas, está escribiendo para no escribir. Ha conseguido escribir la no-historia, que es otra manera de negar o imposibilitar la escritura.

Cuando después de siete años de psicoanálisis logré pronunciar la frase “Escribo para no escribir” delante del doctor Blanco, de pronto entendí que eso era lo que estaba haciendo desde la muerte de Gonzalo: escribir para no escribir. Negar la escritura a través de la escritura. Lo aprendí, en parte, de mi propio hermano Gonzalo, que no quiso envejecer, o supo desde que era niño que no iba a poder envejecer, porque tenía un corazón arrítmico y temporal. Un corazón para morir joven, para no crecer. A los cuarenta y un años se dejó morir sobre la mesa de un quirófano del hospital Marqués de Valdecilla. Dejó dos viudas, tres hijos y nueve hermanos que heredaron la misma enfermedad de Peter Pan. Siempre había sido mi hermano mayor, pero tres años más tarde empezó a convertirse en mi hermano pequeño. Menudo hijo de puta: mientras a mí me salen verrugas en la espalda y apenas alcanzo a doblarme para atarme los cordones de los zapatos, él me sigue saludando desde el velero “Mayka II”, o subido a horcajadas en la moto con una mochila al hombro. Él no vio, no quiso ver, se negó a ver lo que a todos los mortales nos toca ver: que la muerte llega poco a poco, mata despacio, a partir de los cuarenta: los huesos se agarrotan, los muslos se ablandan, la papada se derrama como una gigantesca gota de grasa y los ojos se enturbian. Y sé que no es la muerte todavía, pero que esos son pequeños adelantos, porcentajes de muerte, un desagüe ininterrumpido de sangre, un desgaste que me acerca al final de la vida, que me obliga a celebrar mi propio luto por adelantado cada vez que me levanto de la cama con dolor de espalda.

Imágenes anónimas capturadas en Google

14 comentarios:

hombredebarro dijo...

Esos muertos prematuros nos acompañan siempre y acaban entendiéndolo todo, o sea, nada. Pero se convierten en figuras tutelares de nuestras vidas. El mío también es un hermano. Saludos.

plstk dijo...

Los muertos siempre están en la memoria recordándonos continuamente cosa que fueron. Eso es así y no se puede evitar. Lo importante es intentar seguir logrando recuerdos felices para que podamos unirlos a esos otros quizá más grises que nos recuerdan a aquellos que nos dejaron y tanto queríamos. Y si te sirve de consuelo, Peter Pan es mi segungo nombre. Un abrazo Enriquito.
PD: no me puedo quitar de la cabeza a la mujer esa. ¡¡¡Si no se rompía!!! ¿Cómo demonios se puede hacer eso sin romperte a la mitad?

Beatriz Montero dijo...

El escritor escribe NADA para no escribir, y después de teclear la palabra NADA los dedos se le quedan rígidos como garras de león frente a la pantalla del ordenador y eso le bloquea. La tendinitis del hombro baja por el brazo hasta llegar al codo lo que le imposibilita mover la mano. El escritor que ya no puede escribir más que NADA se atiborra de pastillas ante el temor de encontrarse con la muerte. Y él sigue allí, ante una NADA bloqueada que flota en un vacío níveo.

Algo de deporte le sentaría muy bien. ;)

Anónimo dijo...

Mis muertos son, sobre todo, dos; dos hermanos mayores en su día, y ya pequeños, claro, descojonándose desde el éter de mi papada derramada y mis ininterrumpidos desagües. Un gran texto, Enrique, con trazos de Salinger y Vila-Matas (así lo veo yo), gracias al cual, incluso, se ha agitado un poco mi propio bloqueo, ese que yace inamovible bajo tres candados desde hace tantos meses. Gracias.

Edurne dijo...

Qué miedo da esto, no?
Contradicciones contradictorias, ansias ansiosas, bloqueos bloqueados...
Y qué tal una de "abracadabra pata de cabra..."?
A lo mejor funciona, digo!
Suerte, maestro!

Aurora Páez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Aurora Páez dijo...

¡Me perdí!, te juro que me perdí. Ya no sé si escribes porque no quieres escribir o no escribes porque quieres escribir.
Parece más bien el principio de correspondencia del Kybalion: "como arriba es abajo, como abajo es arriba". Yo personalmente aun no entiendo este principio, o fin, según se mire... Debo ser muy burra.
Con respecto a Zalo, te equivocas. La etiqueta del "sindrome de Peter Pan" no todos la tenemos. Probablemente yo la perdí precisamente el día que murió. Ese día descubrí la soledad y entendí que TODOS tenemos un fin. No hay niñez, juventud, madurez o vejez que pueda cambiar tu destino.
Te quiero, Quique.
Un Beso.
Nena

Marian Torrejón dijo...

Envejecer es tremendo, lo relatas muy bien, ver como va llegando la muerte en vida; pero aún así es mejor opción que la otra, al menos se puede escribir para no pensar, para no envejecer, para no escribir. Mejor vivir, aunque sea decrépitos y cargando con penas.
Por cierto, no sé si alguien querrá escribir o no sobre una historia tópica, pero seguro que nadie quiere hacerlo como lo hace esa señora doblada como un folio ¡qué capricho! Me duelen los riñones de verla. Será la edad...

Carlos Frontera dijo...

Por un momento, me he enredado y me ha venido a la cabeza aquellas reflexiones de la filósofa Magdalena Álvarez: "si la borrasca cambió de una forma impredecible no lo pueden predecir, pero si no lo predicen quienes lo tienen que predecir, cómo piensan ustedes que lo vamos a predecir aquellos que estamos esperando la predicción".

Estupenda no-escritura sobre el bloqueo, Enrique.

Maria Coca dijo...

Al principio también yo me he perdido entre posibles imposibles y posibilidades probables. Al final ya me he aclarado: sólo es eso. Lo que nos pasa cuando pensamos que el tiempo pasa y no se detiene. Pero sabes? Aún te queda mucho por expresar, mucho por vivir y por contar. Nuestros queridos muertos que nunca nos van a dejar solos están esperando que vivamos la vida que ellos se perdieron. Y se debe vivir con arrugas, achaques y dolores menstruales porque sin estas gotas de realidad la vida no sería totalmente vida.

En fin, que creo que ya me he ido por los cerros de Úbeda.

Besos grandes.

Raúl dijo...

Enrique, espero que te valga en forma de comentario inteligente, un lacónico; Excelente.

Baco dijo...

Menos por menos es más.
Bloqueo o inapetencia.
Tirar a la basura el empiece, guardar en la nevera,
trabajar (corregir es suprimir),
lo que quede podría valer.
en cualquiercaso, no hemos perdido el tiempo.
Reflexiono tanto y el papel sigue en blanco (perdón por la cacofonía, Enrique)

Deyanira dijo...

Te leo. Pero pocas veces sé qué decir.

Hoy agradezco especialmente tus reflexiones. El bloqueo, genial; la compañia siempre alerta de los que nos faltan, magnífica; la muerte-vejez que nos acecha en cada paso, impresionante. Y ese tono ácido, melancólico, irónico y cambiante me parece el justo. Muy tuyo.

Gracias por estos momentos de literatura y vida compartidos.

carmen dijo...

Tienes razón, Enrique. Yo he empezado una novela sobre una escritora bloqueada y fracasada, y me he bloqueado. Qué mal rollo. Eso me pasa por tentar a la suerte, o a las musas, que es mucho peor.
En fin, la dejaré descansar en el cajón. Ya sabes, los cajones son mágicos y de pronto dan respuestas.