Exagerar es una forma de crear hipérboles, un ejercicio creativo, una figura retórica que busca dar mayor expresividad al lenguaje. Al hacerlo, a ser posible, hay que añadir el sentido del humor. Recuerdo que yo era muy exagerado de pequeño, y que mi madre me decía: "Te he dicho cien millones de veces que no seas exagerado". A mí me hacía gracia, claro, pero me tenía que callar porque me lo decía más enfadada que un cartero buscando Barrio Sésamo.
Hay muchos
modos de exagerar, y las hipérboles se pueden construir a partir de cualquier
ingrediente. Todo depende del ingenio de cada cual. Hay muchas expresiones
hiperbólicas que han pasado al lenguaje común, y de tanto usarse se han
convertido en tópicos: Más largo que un
día sin pan, Más pesado que una vaca en brazos…
En los
modelos que hemos seleccionado siempre hay una referencia al cine o la
televisión, para que veas que a partir de las últimas tecnologías también se
pueden seguir creando hipérboles desmesuradas. Es un ejercicio creativo que
mezcla el ingenio, la fantasía y el humor.
Exagerando
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Tiene más mocos que la cama de Alien.
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Vas a acabar peor que el edredón de Espinete.
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Tienes más peligro que los Gremlins cantando bajo la lluvia.
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Estás más atacado que la nave de Star Trek.
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Tienes más tontería que el salpicadero del coche fantástico.
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Descansas menos que Bruce Willis en La
jungla de cristal.
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Eres más desagradable que la niña de El exorcista.
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Es más complicado que jugar con King-Kon a las cocinitas.
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Eres más peligroso que Rambo en un restaurante vietnamita.
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Está más mosqueado que el casero de El
fugitivo.
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Tiene menos gracia que regalarle a Stevie Wonder una película de cine
mudo.
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Es más larga que la infancia de Heidi.
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Es más desagradable que el lavado de estómago de Tiburón II.
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Es más superficial que el sentido del humor de Freddy Krugger.
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Cantas peor que el pato Donald comiendo polvorones.
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Es más grande que la caja de pinturas de Walt Disney.
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Eres más cursi que un especial de La
casa de la pradera.
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Trabajas menos que el sastre de Tarzán.
Y ahora te toca a ti. Ponte las pilas y
empieza a exagerar (no será la primera vez). De todo lo que se te ocurra: tus
compañeros de clase, programas de televisión, libros, edificios, profesores,
juegos, ropa, cualidades, objetos, acciones…
Pero ten en cuenta que no es lo mismo
exagerar que insultar. Para exagerar se necesita ingenio y sentido del humor,
mientras que para insultar basta con tener ganas de hacer daño.
ã Enrique Páez