Ese es el título de la novela de Edward Bunker: “No hay bestia tan feroz”. Es una novela negra, de delincuentes malos de cojones, aunque no tanto como promete. El propio título del libro es en sí mismo la primera crítica sustanciosa: No hay bestia tan feroz. Los personajes de esta novela no son tan malos. De hecho son demasiado pudorosos, demasiado mirados, demasiadas justificaciones y valoraciones morales acerca del bien y del mal. La conciencia y las reflexiones parece que existen entre ladrones y asesinos, viene a decir el autor. La verdad es que el currículum personal de Edward Bunker parece más duro que los asaltos y crímenes del protagonista de la novela, el malo malísimo llamado Max Dembo. Bunker, según dice la solapa del libro, pasó gran parte de su vida entrando y saliendo de prisión con condenas por atraco a mano armada, tráfico de drogas y extorsión, llegando a figurar entre los diez fugitivos más buscados por el FBI. Tarantino, que recomienda la novela, le contrató para el papel de Mr. Blue en Reservoir Dogs. Por lo visto en la cárcel se dedicó a leer libros. Poco creíble, la verdad, aunque el Lute hiciera la carrera de derecho entre rejas. A mí me recuerda aquello del libro gordo de Petete, pero con otra letra: La cárcel yanqui te enseña, la cárcel yanqui entretiene, y yo te digo contento hasta el programa que viene. Hay un momento en que el libro me saltó de la manos, porque la famosa suspensión de la incredulidad dejó de funcionar. Lo contaré: el protagonista, Max Dembo, que narra en primera persona sus peripecias por los bajos fondos de Los Angeles, asegura al principio de la novela que en la cárcel, donde estuvo ocho años, leía cinco novelas a la semana. Un lector voraz, durante ocho años. 250 novelas al año, dos mil novelas en ocho años, hacen que cualquiera tenga un lenguaje muy depurado. Eso debería ser incontestable. Pero resulta que en un momento de la novela, cuando está preparando un asalto con otros dos compinches, Max Dembo comete una incorrección sintáctica al hablar, ¡y sus dos colegas delincuentes le corrigen! Eso sí que no hay quien se lo trague. ¿Los delincuentes de Los Angeles están al tanto de cuestiones lingüísticas? ¡Y unos cojones!
Pero bueno, es una novela que se lee bien, sin esfuerzo, para pasar el rato, a lo bobo. No tan a lo bobo como escuchar un programa de Ana Rosa Quintana, claro, faltaría más, pero casi se podría hacer de modo simultáneo sin necesidad de perder el hilo de ninguno de los dos acontecimientos. Solo se necesitan dos neuronas, una y media para el libro, y la otra media para ver la tele. Si alguno/a no sabe qué hacer solo en casa, aprovechando que el resto de la familia se ha ido a ver procesiones, pues que se lea este libro, que le hará menos daño y será más entretenido que hacerse cofrade de la Hermandad del Cristo de la Buena Muerte.
2 comentarios:
¿Será cierto que el autor del libro fue un delicuente malísimo o será una estrategia de marketing?
Discrepo de esta crítica. Soy muy aficionado a la novela negra y ésta me parece buenísima, considero que está a la altura de los clásicos de Hammet, Ellroy o Thompson. Recomiendo también "La educación de un ladrón", la autobiografía de Bunker, donde cuenta cómo y por qué empezó a escribir, así como sus entradas y salidas de la cárcel.
No creo que sea un truco de márketing. Este autor tenía cierto nombre entre los escritores "negros" americanos desde hace muchos años, aunque desgraciadamente en España no se hubiera publicado casi nada hasta ahora. Yo, personalmente, los he recibido como agua de mayo.
Respecto a que sea poco creíble que se dedicara a leer en la cárcel, no es lo más habitual, desde luego, pero en la cárcel hay gente que aprovecha el tiempo y Bunker parece ser uno de ellos. Chester Himes, como cuenta en su novela autobiográfica "Por el pasado llorarás", es otro caso similar.
También creo que la novela no es ningún halago al sistema penitenciario estadounidense, como me parece entender en la crítica, sino todo lo contrario. De hecho, este autor se caracteriza, entre otras cosas, por la crítica a cualquier figura de autoridad.
Un saludo.
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