miércoles, 14 de marzo de 2012

El bloqueo literario 3

La procrastinación (una palabra horrible donde las haya), es decir, retrasar una y otra vez el trabajo que nos hemos programado, es uno de los mayores enemigos del escritor. Un escritor bloqueado que se enfrenta hora tras hora y día tras día a un papel en blanco que nunca crece, puede llegar a la locura. No otra es la historia que nos cuenta Stephen King en su novela El resplandor. El protagonista enloquece en un hotel solitario al que ha acudido con el único propósito de escribir una novela. Antes de intentar matar a hachazos a toda su familia, escribirá cientos de páginas con una única frase repetida hasta la extenuación: "trabajar y no jugar hizo de Jack un niño tonto".

Las expectativas excesivas son las culpables de casi todos los bloqueos creativos. Querer escribir la mejor página de la literatura española, el mejor poema, el mejor relato. Lo imaginamos ya en las antologías y nos vemos premiados una y mil veces. Y de esa manera no se puede escribir un buen texto. La página sigue en blanco, y mientras siga en blanco cabe la posibilidad de que sobre ella se escriba la mejor página de la historia. Mientras siga en blanco, aparentemente nadie puede negar que eso es posible. Ese es uno de los principios del bloqueo. Pero como los extremos se tocan, podemos afirmar sin lugar a dudas que sea cual sea el texto que escribas, siempre habrá uno peor que el tuyo: el de la página en blanco. Esa página en blanco es el auténtico fracaso para un escritor, ese es su peor texto inimaginable.

Para romper ese bloqueo hay que no fantasear con sueños de grandeza, en primer lugar. Y en segundo lugar hay que escribir por el placer de escribir, no pensando en el producto acabado, sino en el proceso de elaboración. Ese es el verdadero secreto de la creación: separar los dos conceptos de producción y producto. Es recomendable (muy recomendable) que nos preocupemos exclusivamente de lo que estamos escribiendo, del momento de la escritura, del placer de escribir, de lo que estamos escribiendo, y no de lo que queremos que ya esté escrito. Pasito a pasito. Fragmentando el trabajo. Una novela debe ser dividida en capítulos, secuencias y escenas, como en una película (tanto a la hora de escribir el guión como a la hora de filmar). Se necesita tiempo, disciplina y autoconfianza. Y eso se aprende. Es como hacer el Camino de Santiago: hay que prepararse, planificar el viaje de modo sensato, calcular el tiempo y la energía, y luego lanzarse al camino con el objetivo no de llegar, sino de hacer el camino, de disfrutarlo. Lo más importante, insistimos, no es llegar a Santiago ni publicar la novela, sino hacer el camino o escribir.

También haciendo gimnasia, para los que no están acostumbrados, produce dolor al principio. Nadie en su sano juicio se apuntaría a un gimnasio pensando desde el primer momento en ganar una medalla de oro en las olimpiadas. Hacer gimnasia es bueno para el cuerpo, y ese es en sí mismo un motivo más que suficiente para hacerlo. Bueno, pues escribir es bueno para la mente, y eso ya es en sí mimos un motivo suficiente. Si, además, llegan premios o publicaciones, pues tanto mejor. Pero eso siempre debe de ser un objetivo secundario.

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Más en el libro "Escribir. Manual de técnicas narrativas", Enrique Páez, Ed. SM, Madrid.

2 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Interesante, como siempre, todo lo que cuentas. Empiezo a entenderme mejor a mí misma, de modo que dejaré de una vez todas las excusas y me pondré a escribir ;)
Saludos

Loli Pérez dijo...

Enrique, es bueno pasar por aquí y leer lo que nos cuentas. El bloqueo puede llegar a ser terrible. Hay que sentarse a trabajar y como dices no esperar medallas. Gracias mil.

Abrazos