martes, 21 de junio de 2011

Nuevo libro: "Eu me chamo Suzana, e você?"

Acabo de recibir 20 ejemplares de mi nuevo libro, publicado en Brasil: "Eu me chamo Suzana, e você?" (la traducción obvia: "Yo me llamo Susana, ¿Y tú?")

El libro es precioso, con unas ilustraciones de Maurizio Manzo (un italiano residente en Belo Horizonte, Minas Gerais). En mi próximo viaje a Brasil, que ojalá sea dentro de no tanto, tengo que darle un abrazo grande, de paternidad compartida, porque gracias a sus ilustraciones, el libro me ha parecido incluso mucho mejor de lo que ya era antes (y eso que ya antes era bueno, amor de padre).

Lo miro y lo remiro. Lo sobo, lo acuno, lo abro, lo cierro, lo huelo, lo palpo, lo leo, lo pongo en una mesa, en la distancia, para ver cómo se ve desde lejos, lo coloco en una pila sobre todos los demás, le busco erratas (y no las encuentro), le cuento los deditos de las manos y de los pies, lo vuelvo a abrir, lo saco de paseo, lo arropo. Cierro los ojos para no verlo, y los abro de golpe para encontrarlo.

Qué le voy a hacer: es mi libro. Acaba de nacer.

Y el hecho que tenga ya unos cuantos libros más publicados, no me impide emocionarme otra vez como con el primer libro. Soy su padre, y me cae una babilla por la comisura de los labios.

Está publicado por Aletria Editora, de Belo Horizonte, Minas Geris, Brasil. Rosana Mont'Alverne y Juliana son las responsables de que este libro ya esté disponible para todos los lectores brasileños. Sin ellas el libro no sería ni la mitad de hermoso de lo que es. Son editoras tan comprometidas con su trabajo, que casi se podría decir que son co-autoras.

Bueno, si alguno quiere mirarlo más de cerca, puede ver tres páginas aquí.

El libro lleva una dedicatoria en la primera página: "Para Beatriz, que salva a minha vida a cada dia."

Y empieza así: "Não sei o seu, mas meu pai sempre foi muito excêntrico. Todos dizem. Com certeza, por isso se casou com minha mãe. São feitos um para o outro. Nunca estão de acordo em nada..."

Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça...

miércoles, 8 de junio de 2011

La escritura diafragmática

Escribir, respirar. Respirar, escribir. Para los escritores más vocacionales, ese es el binomio correcto, la simetría perfecta. Necesitan escribir tanto como respirar. Hace tiempo que los deportistas, los actores, los cantantes y los yoguis saben que hay respiraciones superficiales, débiles, que aspiran el aire a pequeños sorbos; y hay respiraciones profundas, que esponjan las aletas de la nariz y renuevan el aire de los últimos alveolos en la profundidad de los pulmones. Esa es la respiración diafragmática, infrecuente para los no iniciados, pero que se puede alcanzar con unos simples ejercicios bien dirigidos.

Al escribir sucede lo mismo. Hay escritores superficiales, que apenas rozan la epidermis de los hechos y las personas, constructos llenos de tópicos y arquetipos, la levedad de la escritura. Y al mismo tiempo, habitando otros cuerpos, hay otros autores que se sumergen en el pozo, que radiografían a los personajes, que hacen visible lo que no era obvio, y quiebran el secretismo de los deseos. Escritura superficial contra escritura diafragmática.

Ojalá todos los escritores aprendamos a escribir con el diafragma, con las entrañas (lo más entrañable que tenemos).

Ojalá los políticos también empiecen a respirar con profundidad, en otros aires menos corruptos, y su olfato les conduzca más allá del olor a barniz y naftalina de sus despachos oficiales.

Ojalá todos nos bebamos la vida a grandes sorbos, exiliados de la monotonía, y salgamos a la calle con los pulmones llenos de aire nuevo y refrescante, como si todos los días fueran un 15-M en la Puerta del Sol de Madrid.

miércoles, 1 de junio de 2011

Memento mori

No sé cómo, pero mientras veía el programa de Buenafuente por televisión, me convertí en una estatua de piedra. Al principio no me importó. Pensé que sería algo pasajero. Pero por el rabillo de ojos vi poco después cómo mi gato se empezaba a desdibujar. Perecía una estatua de arena azotada por el viento. En apenas tres minutos solo quedó de él un remolino de granos en desbandada.
Tras el gato, se desintegró el sofá, el salón, las paredes de mi casa...
Aún no sé si he dejado de existir, si he pasado a ser polvo en el viento, porque ya no tengo espejos en donde buscarme.
Además, esta entrada en el blog ya estaba programada desde ayer.