jueves, 31 de marzo de 2011

Comisaría

Sueño que me torturan, que me arrojan por la ventana del quinto piso de una comisaría y caigo al vacío. Me golpeo contra el suelo y sé que no estoy muerto, pero tengo demasiados huesos rotos como para poder levantarme. La humedad de la cara debe de ser sangre caliente, pero me despierto y reconozco a Bongo, mi peludo husky, que me lame el rostro tras caerme de la cama. La misma pesadilla de siempre. Me relajo y respiro hondo. Con los ojos cerrados noto una especie de lluvia caliente sobre mi cara. Qué extraño. Abro los ojos y veo a cuatro policías orinando sobre mí. Me espabilo del todo y reconozco por fin el patio interior de la comisaría.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Vaso roto

Estoy preocupado. Tengo el ceño fruncido. Me rasco el coco.
Y todo empezó ayer, que estaba llenando el lavavajillas de loza y cubiertos, cuando se me resbaló un vaso, y se hizo añicos.
Crash.
Me quedó polvo de cristal entre los dedos, y algunas astillas invisibles. Pero no sangré.
Me fui al baño y dejé correr el agua por la mano, para que los microcristales se fueran por las cañerías. Luego la sequé con cuidado, sin frotar.
Le puede pasar a cualquiera.
No tiene importancia.
¿Quién no ha roto un vaso?
Solo los que no los lavan, los que dejan que su madre se los lave (su madre a veces es su esposa, madres que se disfrazan de concubinas).
¿Que no quieres divorciarte? Pues no te cases.
¿Que no quieres morirte? Pues no nazcas.
No importa que no hayas decidido nacer (te vino impuesto), porque casi seguro que no decidirás morir (te vendrá impuesto).
Lo dice también el refrán español con otras palabras: "La que no está acostumbrada a bragas, las costuras le hacen llagas".
Así que se me rompió un vaso.
Que no es para tanto.
Además era de oferta, de Alcampo.
Menos de un euro.

Pero es que no es por eso.

Si la cosa se hubiera quedado ahí, pues vale, tiene un pase.

Pero es que durante la cena, horas después, calculé mal la distancia de mi mano a la copa de vino, recién rellenada con un Rioja baratillo, de Mercadona.
Y la empujé.
Y se cayó.
No se rompió, pero todo el vino se derramó sobre el mantel , y una buen parte fue a la alfombra.
Un pringue.
No es por el vino, que era del montón, ni por el mantel, de las rebajas de El Gato Preto, ni siquiera por la alfombra, de Ikea, normalilla.
No era por eso.
Bea me lo notó en la cara, y me dijo: "Derramar vino trae buena suerte". Tenemos que celebrarlo.
Yo le dije: "Vale, si es por eso, puedo rociar todo el salon con lo que queda en la botella".
"No, no", dijo ella, "así no vale. Tiene que ser por descuido, sin querer."

Estábamos celebrando el final de su libro de cuentos bilingües. Casi un año de trabajo, pero al fin estaba el manuscrito terminado, y enviado a la editorial.
Había que celebrarlo.
Llené de nuevo la copa y brindamos.

Pero a mí me me habían caído ya dos vasos en un día. O un vaso y una copa, que es lo mismo.
No importa, le puede pasar a cualquiera. La emoción, el despiste, el azar.
Claro, pero es que mañana es mi cumpleaños.
Un año más.
Un poco más viejo.
Un poco más torpe.
Vuelta a la infancia.
Involución.
El descenso.

No hace falta que lo diga Bea, ya me lo digo yo:
También un poco más lúcido.
Un poco más flexible (mentalmente, solo mentalmente).
Un poco más empático.
Un poco más sabio.
Y hasta un poco más feliz.

Ya, bueno, lo uno por lo otro.
Aunque al final lo otro acabará con lo uno.
A tumba abierta.

viernes, 11 de marzo de 2011

Martin Ellrodt vino desde Nüremberg

Martin Ellrodt, uno de los contadores de cuentos más grandes de Alemania (iba a decir el mejor, pero me disgustan los absolutos) llegó desde Nüremberg con sueño y con frío. Aquí se el curó todo, aunque se le empezó a mover una muela al fondo de la boca. Luego se le curó.

Y entretanto, día tras día, fuimos hablando de todo un poco, como está mandado. Hacía ya tiempo que no nos veíamos. La última vez fue en agosto, en Ouro Preto, Minas Gerais, Brasil. Y antes de eso en la presentación de la RIC en Madrid, hace ya casi año y medio.

Hablamos del futuro del cuentacuentos, de las corrientes puristas y las fusiones, de Margaret Read McDonald, de asociaciones de narradores "clique", de divorcios sonados (la National Storytelling Network con el International Storytelling Center), de libros, de vueltas al mundo, del juego "Dixit" para generar cuentos, de Cuba, de boyscouts, de Luteranos y católicos, de salchichas, de festivales, de proyectos, de Geeta Ramanujam, de pedagogía, de literatura infantil, de chicas en minifalda y de traducciones. Y nos faltó tiempo.

Después de diez días se fue, pero al menos nos dio tiempo para poner el mundo patas arriba.

lunes, 7 de marzo de 2011

El Festival de Cuentacuentos más antiguo de España

Un año más, gracias al trabajo de Antonio Lozano, Francis, Viviana, Fela, Maricarmen y muchos más, se celebró el Festival Internacional de Narración Oral "Cuenta con Agüimes", 2011. El número XXI, el más antiguo de España, y el mejor organizado. Nació dos años antes que el de Guadalajara.

Allí nos fuimos Beatriz y yo invitados otra vez por Antonio. Bea estuvo contando para niños y “Cuentos con aire flamenco” en el Teatro de Agüimes, en el Cruce de Arinaga, en la isla del Hierro, en Lanzarote, en los Realejos y en el Puerto de la Cruz (Tenerife). Yo estuve impartiendo un Taller de Escritura acerca de “Los recursos de la creatividad” en tres sesiones de tres horas cada una.

Mucho avión, mucho ron, muchos cuentos y muchas risas.

Hasta Agüimes llegaron también con sus cuentos Aldo Méndez (no desde Cuba, sino desde Ciudad Real), al que no veía desde hacía año y medio, cuando coincidimos en Albarracín (yo con otro Taller de Escritura de la Escuela de Escritores, él contando cuentos durante la cena.

Mercedes Carrión, a la que conozco desde hace más de 20 años, llegó con sus tórtolas y peces para los trucos de magia. Quizá sea Mercedes el ejemplo más evidente de la supervivencia de los narradores. No es la que lleva más tiempo contando en España, pero casi, casi.

Cristina Verbena vino desde Zaragoza, aunque en el Puerto de la Cruz la confundieron con Cristina Verberana y dijeron que era gallega. No la conocía de antes, y apenas la conocí en esos días.

Maísa Marbán, mi amiga desde hace otros 18 años, ya recuperada de la aventura con la librería infantil, y rescatada definitivamente para los cuentos narrados. Un reencuentro afortunado, después de tanta distancia y tantos proyectos. Recuperar la amistad de modo intenso siempre es una alegría.

El escritor caboverdiano Germano Almeida, un metro noventa y cinco de buena escritura, el García Márquez de Cabo verde, con el que pudimos hablar y hablar en portugués. CUánta saudade, qué buenas sus novelas. Hizo un espectáculo de lectura/narración en español/portugués, gracias al trabajo conjunto con Maísa, que marca uno de los caminos futuros de multilingüismo en el cuentacuentos.

El Taller de Juglares de Gran Canaria, y Antonio López, que vive ahí mismo, a la vuelta de la esquina, nos recibieron como grandes anfitriones. Y como grandes narradores también, desde luego, que ya llevan muchos años de contadas a las espaldas.

El Festival de Agüimes es siempre un lujo. Volveremos, claro que sí. Qué gusto.