martes, 8 de febrero de 2011

Tips on writing Children's literature (2)

There is a fundamental question in the approaching when you sit down to write a children's story. You can write for children, which usually involves a considerable paternalism and manipulation and falsification of the text with the approval and consent of some teachers and editors, but not of young readers; or can write from childhood, identifying and making yourself an accomplice to the protagonist and the reader child, its scale of values and tone that tells the story, for which you must recover the child still inside you and force him/her to write.

This difference of attitude on writing is not negligible. Some authors of adult literature have tried to make inroads in the children and young literature, without much success. And the most frecuent mistake is precisely to give a special treatment to writing children's books, as if it were something different, with different rules, where they feel obliged to bring literature to children by dint of making a minor literature, patronizing, moralizing, corny and artificially cheerful.

Children readers, of course, perceive it, and even don't knowing how to deal with critics underpinnings of the failed text, they manifest it in a more accurate and relentless way: throwing the book into the trash or forgetting it at the bottom of the cabinet (wise punishment for pedantry). In fact, the construction rules on creative writing are always the same: we must see the world through the characters' eyes, and if the characters are children, we might see the world through their eyes and not through the eyes of the adult writer. The codes are different (as are those of a pregnant woman, an undocumented immigrant, a cancer patient or a lover), but if the writer should be in the shoes of the characters in his stories, looking at the world through its eyes and breathe with their lungs, when you come into children's literature you might do the same: to mimic the characters, not watch them from atop a platform.

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Hay una diferencia fundamental en el planteamiento a la hora de sentarse a escribir una historia infantil. Tú puedes escribir para la infancia, lo que suele acarrear paternalismo y una notable manipulación y falsificación del texto, con el agrado de algunos profesores y editores, pero no de los niños lectores; o escribir desde la infancia, identificándote y haciéndote cómplice del protagonista y del niño, de su escala de valores y del tono en que se cuenta la historia, para lo cual debes recuperar al niño que aún llevas dentro y ponerlo a escribir.

Esa diferencia de actitud ante la escritura no es insignificante. Hay autores de literatura de adultos que han tratado de hacer incursiones en la literatura infantil o juvenil, sin mucho éxito. Y el error que cometen con mayor frecuencia es justamente el de darle un tratamiento especial a la escritura de libros infantiles, como si se tratara de algo diferente, con otras reglas, donde se sienten en la obligación de acercar la literatura a los niños a fuerza de hacer una literatura menor, paternalista, moralizante, artificialmente alegre y descafeinada.

Los niños lectores, por supuesto, lo perciben; y aunque no sepan hacer una crítica fundamentada del texto fracasado, lo manifiestan de una manera más certera e implacable: tirando el libro a la papelera u olvidándolo en el fondo del armario (sabio castigo para las pedanterías). En realidad, las reglas de construcción son las mismas: hay que ver el mundo a través de los personajes, y si los personajes son niños, habrá que ver el mundo a través de sus ojos y no a través de los ojos del adulto. Los códigos son diferentes (como lo son los de una mujer embarazada, un inmigrante sin papeles, un enfermo de cáncer o un enamorado), pero si el escritor debe ponerse en la piel de los personajes de sus historias, mirar el mundo a través de sus pupilas y respirar con sus pulmones, cuando entra en la literatura infantil debe hacer lo mismo: mimetizarse con los personajes, y no mirarlos desde lo alto de un estrado.

1 comentario:

Edurne dijo...

Dificilísimo, Enrique!
Gracias por tus consejos, que siempre son bienvenidos y valorados como se merecen!

;)
Muxus!