miércoles, 21 de octubre de 2009

El esqueleto

Esta mañana, después de echar al correo unas cartas, hemos dado una vuelta por el Puntillo del sol, en la Matanza de Acentejo, para visitar el esqueleto. Así lo llaman por aquí, torciendo el gesto.

Nos ha costado un poco encontrarlo, porque estaba oculto en un barranco tras algunos edificios de diez plantas. Tiene que estar detrás de ese. No, no, detrás de aquel. Por fin, después de una curva huérfana, lo encontramos. Desde tierra no es fácil verlo, se esconde avergonzado de sus costillas de metal oxidadas y su hormigón resquebrajado. Lleva allí muchos años, haciéndole burla a los barcos que pasan como un exhibicionista impúdico que muestra su sexo depilado a las adolescentes en el parque. Le hice una foto, que se resistió a entrar en la cámara a través del objetivo. La escuché silbando y arañando el pentaprisma y golpeando después las paredes negras de la caja oscura en donde quedó encarcelada.

Ahora sale aquí, para vergüenza de concejales y arquitectos. Esta es una de tantas heridas de la costa y de la especulación inmobiliaria. El esqueleto respira por las noches, y el viento levanta el polvo y recorre los pasillos por los que nunca correrán los niños, los dormitorios donde ni los fantasmas hacen el amor, los balcones sin baranda que se suicidan en el mar de Tenerife, frente a la isla de la Palma.

Un monumento a la infamia.

No sé, por un momento me ha parecido que ese esqueleto de metal y hormigón despellejado, abandonado a su suerte y su desnudez insoportable, era una foto heredada de un tiempo que aún está por llegar. Tal vez el futuro sea un monstruo a medio construir, un esqueleto despoblado de amor, de una fealdad obscena.

9 comentarios:

Beatriz Montero dijo...

Feo es decir poca cosa. Para colmo el mar se tiene que entrever por sus hierros oxidados.
El texto es una pricosidade.

Joan Villora dijo...

Deberían derribarlo y pasarle la factura al "simpático personaje" que lo edificó.

Belén dijo...

Y tanto... y que miedo da...

Besicos

David dijo...

Hola, Enrique: Confiemos en que el futuro no sea así y que muchas denuncias viscerales y poéticas como ésta se alcen para evitarlo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

¡QUÉ ABERRACIÓN, POR TODOS LOS DIOSES!. De ésas hay muchas por ahí, para desgracia de quienes tienen que convivir con ellas a todas horas. Pero dentro de lo peor, lo bueno es que nadie tiene que vivir empotrado contra el barranco o sacudir las alfombras en alta mar, directamente, porque lo de vivir en primera línea de playa (literalmente en la playa) también tiene sus incordios, aunque en Tenerife no haga el mismo frío que por este Norte... Trrr...

Esteban Dublín dijo...

Enrique, no sé si realmente pases a ver los cuentitos. El caso es que hace un tiempo solicitaste un cuento y hoy ya está publicado.

leo dijo...

Qué espanto. Y qué vértigo también para hacer la foto, ¿no? Esa sensación da. Aunque lo mismo es lo mismo, como cuando parece que tienes hambre y resulta que es ansiedad. Yo qué sé...
Qué manera de estropear las cosas tenemos.
Un saludo, Enrique.

Maria Coca dijo...

Uff!!!! Deberían derribarlo totalmente. Qué pensarán de nosotros los peces...

Nancy dijo...

¡Qué horror!
Y qué interesante blog. Vine desde el blog de Esteban Dublin porque realmente me gustó mucho el cuento que hizo para ti.
Felicidades