jueves, 24 de septiembre de 2009

Cuentacuentos sin fronteras en Tenerife

(Noticia publicada en www.LoquePasaenTenerife.com)

Cuentacuentos sin fronteras en Tenerife

Los escritores Beatriz Montero y Enrique Páez gestionan desde la isla una red internacional de narradores orales. En un mes se han inscrito en su web 300 cuentistas. Uno de sus planes es montar un festival en Santa Cruz.

Enrique Páez
y Beatriz Montero decidieron hace tiempo dejar su residencia en Madrid para instalarse en Tenerife. Después de un concienzudo análisis de varios lugares en los que establecerse, entre ellos Costa Rica o Tailandia, se decantaron por Canarias. En sus maletas trajeron también su gran pasión, la literatura. Ambos son escritores y ella, además, narradora oral. Ahora, desde esta isla, coordinan junto a otras diez personas de otros tantos países una red internacional de cuentacuentos.

La iniciativa, lanzada hace un mes, se sostiene con una web y un blog de blogs que agrupa las bitácoras de muchos de los intérpretes. En este tiempo se han dado de alta más de 300, aunque los administradores del sitio ya contaban con una base de datos que superaba los 1.000 contactos. Gracias a su experiencia también aportaron al proyecto varios acuerdos con organizaciones relacionadas con la enseñanza y el uso de la lengua.

En la web se pueden dar de alta dos perfiles de usuario: narradores y organizadores de eventos. El objetivo es tender lazos entre los cuentacuentos de todo el mundo (hasta ahora más del 90% procede de España y Latinoamérica), ayudarlos a difundir su trabajo y colaborar en la organización de reuniones y talleres. "Queremos interconectar, promover la animación a la lectura e impulsar la oralidad, que hoy en día está deteriorada", comentó Enrique durante la charla con este digital, de la que arriba tienes un resumen en vídeo.

¿Qué hace un cuentacuentos? Básicamente, narra, utilizando la voz y el lenguaje corporal, relatos procedentes de la cultura popular (transmitidos de boca en boca) o la literatura. Los textos se reinterpretan evitando la cita literal: a diferencia de un actor de teatro o monologuista al uso, el cuentacuentos no memoriza sino que improvisa. Beatriz Montero lo explica con un símil: "Yo lo comparo siempre a cuando recuerdas un viaje que has hecho. Es una historia que, como la has vivido, puedes relatar muchas veces y cada vez es distinta, incorporas una cosa nueva, exageras otra".

¿Qué aporta la narración oral? Enrique Páez destacó, entre otros beneficios, que nos hace más creativos, nos estimula a leer y escribir y nos ayuda a expresarnos mejor en público. "Debería ser una materia obligatoria en los cursos de formación del profesorado", opinó. Asimismo, una de sus ventajas es que puede servir para eliminar barreras culturales y potenciar la integración de los inmigrantes. Ellos dos han tenido ocasión de disfrutar de un mismo relato en la voz de personas de distintos países. "Te sirve para percibir que es algo universal", señaló Beatriz.

¿Hay actividad en Tenerife? La narración oral goza de buena salud en la isla gracias a la organización de festivales como los de El Sauzal y Los Silos y programas esporádicos o regulares en La Laguna y la Casa de la Cultura de Santa Cruz. Beatriz y Enrique consideran que, en proporción, hay más actividad de este tipo en Canarias que en la península.

La red internacional de cuentacuentos ha tenido una acogida que sus promotores no esperaban, hasta el punto de que confiesan estar "un poquito desbordados". Su grupo en Facebook tiene más de 350 seguidores y su perfil de esa misma red social cuenta con más de 1.000 amigos, entre ellos 10 institutos Cervantes. Ahora, su objetivo es dar el salto desde internet y organizar un "gran festival" en Santa Cruz Tenerife. Por lo pronto, el 19 de noviembre la iniciativa será presentada en una de las tiendas Fnac y en una biblioteca municipal de Madrid por sus coordinadores en Canarias, México y Cuba.

(----fin de la noticia---)

lunes, 21 de septiembre de 2009

Cuento, novela, epidermis, útero y espacio

Hay un espacio irreal sobre el que se escribe, descrito en el cuerpo textual de la misma escritura, y un espacio real físico y tangible desde el que se escribe. En este breve apunte trataré justamente de la inversión de factores que aquí es evidente, pues lo irreal imaginado se convierte en real y objeto de estudio, mientras lo real pasa de tener la menor importancia (durante la producción, en el tiempo en el que yo escribo, en el espacio concreto que me rodea mientras escribo, espacio que no está reflejado de modo directo en este escrito, y que de modo indirecto y subconsciente apenas aparecerá en las erratas, asociaciones y lapsus linguae que ni el propio autor sería capaz de descifrar), y que llegará a su término con el olvido temprano de la memoria de ese espacio y su completa desaparición, cuando el producto está acabado y en manos de otros.

Pero nos interesa aquí y ahora hacer una pequeña reflexión de la analogía entre el cuerpo físico del autor, genérico-abstracto y personal-concreto al mismo tiempo, y el género de la escritura durante el proceso de la escritura, del acto de escribir. Se ha señalado innumerables veces, y nuestra opinión es coincidente en ese punto, a pesar de que Poe sostenga lo contrario en su autoanálisis de la escritura de El cuervo, que la escritura del cuento es más externa, epidérmica, centrípeta, divergente, exacta, milimetrada, medida, concentrada, microscópica y cerebral que la de la novela, a la cual correspondería una escritura más interna, visceral, centrífuga, interiorizante, convergente, egotista e intestinal. Eso es lo que al menos la mayoría de los autores (no de los críticos) han manifestado con respecto a su propia escritura. José Luis Sampedro, por ejemplo, asegura que el trabajo de un escritor (él habla de novelistas, su especialidad) se asemeja al de un minero, que cada mañana debe descender a la mina, garganta adentro a través de su propio cuerpo, para buscar entre los intestinos los materiales y las piedras que serán necesarias para la construcción de su historia. Aunque la historia que vaya a escribir trate de sirenas. La escritura, según él, nace de allí, del submundo de las entrañas. Y termina afirmando que no en vano, al escribir con las entrañas, estamos elaborando productos entrañables, que la escritura es lo más entrañable que tiene el hombre. Así se escriben las novelas, con más intestino que cerebro, aunque Flaubert y Vargas Llosa a veces parezca, sólo lo parece, que digan lo contrario (vease La orgía perpetua, de Vargas Llosa).

También con la lectura, dando un salto al lector y a la pragmática, pasa lo mismo: un cuento, habitualmente, es admirado desde afuera, como construcción. Nos admiramos de su equilibrio, de la cabriola sorprendente que el autor nos ofrece, como un buen chiste, como una ocurrencia, un destello, un relámpago que nos ilumina brevemente; en cambio en la novela existe una fusión con el autor y los personajes, se lee desde dentro, olvidados ya de que estamos ante un producto literario, confundidos y convencidos de que aquello es un fragmento de vida, y no ya de la vida del autor o de los personajes, sino de nosotros mismos, los lectores, que en un último proceso de identificación y empatía, vivimos, sufrimos y gozamos de y con las peripecias de sus personajes. Y si así no sucediera, entonces existirá un doble fracaso: del autor como demiurgo, que ha sido incapaz de secuestrarnos de nuestra realidad para trasladarnos a la suya, y de nosotros como lectores, que hemos sido incapaces de despegarnos de nuestra piel y vestirnos con la piel de otro.

Así pues, el proceso de escritura de un cuento, según Cortázar (seguidor y traductor de Poe), tal y como explica en su ensayo “El cuento breve y sus alrededores”, es un acto de catarsis y extrañación:

“Un verso admirable de Pablo Neruda: Mis criaturas nacen de un largo rechazo, me parece la mejor definición de un proceso en el que escribir es de alguna manera exorcizar, rechazar criaturas invasoras proyectándolas a una condición que paradójicamente les da existencia universal a la vez que las sitúa en el otro extremo del puente, donde ya no está el narrador que ha soltado la burbuja de su pipa de yeso. Quizá sea exagerado afirmar que todo cuento breve plenamente logrado, y en especial los cuentos fantásticos, son productos neuróticos, pesadillas o alucinaciones neutralizadas mediante la objetivación y el traslado a un medio exterior al terreno neurótico; de todas maneras, en cualquier cuento breve memorable se percibe esa polarización, como si el autor hubiera querido desprenderse lo antes posible y de la manera más absoluta de su criatura, exorcizándola en la única forma en que le era dado hacerlo: escribiéndola.”


En un cuento no debe faltar ni sobrar nada. Es una obra de encaje de bolillos, de relojería milimétrica, de prestidigitación, como la del mago que saca un conejo del sombrero. La pluma del escritor de cuentos es un bisturí que abre el cuerpo del lenguaje, lo sangra y lo recompone con asepsia, precisión y mascarillas. En un cuento cuenta (importa) cada palabra, cada frase, y sobre todo lo que no se cuenta, lo que queda elidido, pero que existe, y que solo se recompone y prolonga en la lectura y participación del lector, que juega con el escritor a un juego no declarado ni previsto, pero siempre presente, de adivinanzas y tinieblas.

En la novela, por contra, se permiten hilachos sobrantes en forma de digresiones más o menos oportunas, historias secundarias, frases poco afortunadas y exceso de adjetivos o adverbios. No importa ahí la exactitud, porque una novela no es una báscula de precisión, sino la construcción de una historia que está más allá de cada frase, la modificación y crecimiento de un personaje, la construcción o destrucción de un espacio narrativo. Si en un cuento hay un mar que palpita con la fuerza de las frases como olas , en una novela son los párrafos como mareas los que construyen la historia. Hay grandes novelistas de frases torpes y cacofónicas que sin embargo construyen universos vivos y asombrosos; como hay cuentistas magníficos, velocistas de 100 metros lisos, que se pierden en el exceso de vida salvaje de la novela maratoniana.

El cuento, en su contemporaneidad, no puede sino ser un animal ciudadano, cortés, educado, minimalista, premeditado y controlado; mientras que la novela, antigua y atávica como la épica, es una animal salvaje, indomable, imprevisible, desbordante, excesivo y descontrolado. El salto de la novela al cuento es el mismo salto del campo a la ciudad, del XIX al XX, del aire libre al ambiente cerrado. No recuerdo que se haya hecho ningún estudio acerca de la diferencia de espacios entre el cuento y la novela, pero estoy casi seguro de que los personajes del cuento habitan, normalmente, en lugares cerrados, bajo techo, íntimos y familiares, conocidos y rutinarios, casi femeninos (en las cualidades esenciales de lo femenino-interior), mientras que los de la novela serán con más frecuencia espacios abiertos, sin paredes ni vallas (o en lucha contra ellas), sociales, ajenos, desconocidos y selváticos, casi masculinos, en ese mismo sentido tópico de lo esencial masculino-exterior.

No me cabe duda de que la anterior aseveración puede ser considerada por alguien como políticamente incorrecta, y que no será del gusto de las corrientes de igualitarismo sexual, que pretenden disfrazar hasta el lenguaje con vestidos unisex, pero no está demostrado que esa corriente de la political correctness sea la que más se acerca a la verdad o al rigor científico, histórico, hermenéutico o humanístico.

Pero se podría ir algo más allá, en el paralelismo y la posible sexualidad del espacio. Desde luego, hay un espacio interior en la mujer que no puede ser obviado: el espacio intrauterino, en donde se gesta el mayor prodigio de la naturaleza, la auténtica creación en sí misma, la obra que tiene vida per se, y no de modo metafórico, analógico ni alegórico, sino genético y biológico puro y duro. Si el milagro de la creación, tal cual, sucede, se manifiesta, crece y explosiona dentro del cuerpo de la mujer (un espacio interior, protegido y protector, amable y amado, añorado hasta la muerte), no es del todo descabellado pensar que el varón, el hombre observador y hacedor, pero incompleto y torpe comparado con la destreza de la mujer que fabrica no utensilios o reflejos de la vida, sino la vida en sí misma, reproductora, multiplicadora y perpetuadora de la propia especie, ponga más ahínco o interés en sublimar su ausencia de gestación en gestaciones paralelas, pálidos espejos de la vida auténtica que nace y crece dentro del vientre de la hembra. Y a este respecto, es el propio Anzieu Didier en El cuerpo de la obra (pág. 92-93) quien recuerda y cita a E. Jones, “De la nature du génie” (1956):

“Tan sólo el término de ‘inspiración' evoca un acto de absorción física. Los poetas hablan a menudo de la gestación de sus sueños, y las palabras ‘concebir' y ‘procrear' se aplican igualmente a actividades corporales. Un escritor puede decir que está pariendo una idea o que está de dolores de parto al hablar de su estado intelectual. Además hay que subrayar que a veces sucede --y este era el caso de Freud-- que la gestación del pensamiento que precedía a la iluminación estuviera acompañado por el tipo de malestar que recuerda los dolores del parto. El hecho de que las mujeres dispongan de medios más directos para expresar este instinto explicaría, entonces, el hecho innegable de que el pensamiento creador más importante sea casi una prerrogativa del sexo masculino. Es el equivalente --el único al que puede aspirar-- del don de creación, de parto corporal concedido a la mujer .”

Desgraciadamente, no son buenos tiempos estos en los que vivimos ahora para hacer afirmaciones como las precedentes, porque parece que contradicen los estudios de género, siempre necesarios, que se realizan sobre la diferencia entre masculino y femenino a lo largo de la historia. Y no queremos nosotros aquí y ahora levantar la polémica, sino añadir, para lo que pudiera servir y para quien le pueda interesar, un rasgo más con respecto a la creación que no suele estar presente en dichos estudios de género, más interesados en hacer justicia y desenmascarar las presiones machistas históricas y auténticas del lenguaje y la sociedad que en otras explicaciones que, insistimos, no son alternativas sino complementarias.

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Post Scriptum: Terminado este artículo, me pregunta Ruth, una ciberamiga bloguera y profesora en el País Vasco, si de él se puede deducir que las mujeres por el hecho de parir ya no tienen derecho ni talento para escribir. La observación me pareció tan alarmante que no me queda más remedio que declarar aquí que ni en mil años y cien reencarnaciones estaría yo diciendo eso. Para nada. No porque no me atreviera a decirlo si lo pensara, sino porque no lo pienso. Lo que aporto aquí, al final del texto, y tal vez no me haya expresado bien, es un apunte genético que pudiera explicar en parte, solo en una pequeña parte, el fervor de los hombres (género masculino) por tratar de dominar y manipular no solo la guerra y la economía, sino también la historia de las artes. Decir que las mujeres no pueden o no tienen capacidad para realizar tareas artísticas es un insulto. La frase, desafortunada por su pretendida totalización que afirma "el hecho innegable de que el pensamiento creador más importante sea casi una prerrogativa del sexo masculino" no es mía, sino de Didier, y ahí diferimos Didier y yo, porque él no tiene en cuenta un elemento fundamental, y es que la historia y la cultura han sido secuestradas, reescritas y manipuladas en exclusiva por el género masculino desde sus inicios hasta la fecha.

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Foto capturada con Google. Si es tuya dímelo y te cito o la borro.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Un muerto cada tres segundos

Este es un texto falso que sustituye al que había antes, para evitar su copia.
Percuntia tempora fati conqueror, in uentos inpendo uota fretumque; ne retine dubium cupientis ire per acquor; si bene nota mihi est, ad Caesaris arma iuuentus naufragio uenisse uolet. lam uoce doloris utendum est: non ex acquo diuisimus orbem; Epirum Caesarque tenet totusque senatus, Ausoniam tu solus habes». His terque quaterque uocibus excitum postquam cessare uidebat, dum se desse deis ac non sibi numina credit, sponte per incautas audet temptare latebras quod iussi timucre fretum, temeraria prono expertus cessisse deo, fluctusque ucrendos classibus exigua sperat superare carina.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Red Internacional de Cuentacuentos




En Caracas cantaban "No estaba muerto, que estaba de parranda".
Eso estaríais pensando que me pasaba a mí, después de tan larga ausencia.

Pues tampoco es verdad, porque yo ni estaba muerto, ni estaba de parranda, sino montando la web www.cuentacuentos.eu de la Red Internacional de Cuentacuentos. Un jaleo que no veas.
En la coordinación estamos:
Tenemos localizados a más de 1000 cuentacuentos (básicamente de habla hispana) en cerca de 40 países de los cinco continentes, y muchos ya están empezando a conectarse y conocerse a través de nuestra web cuentacuentos.eu

O sea, un trabajo del carajo. Pero está quedando chula pichula (la página, digo), con bibliografías exhaustivas, centenares de relatos, enlaces a casi todo, links a festivales de cuentacuentos, teórica de la narración y páginas personales de narradores orales.
También hemos montado un blog de blogs de cuentacuentos. Se llama redinternacionaldecuentacuentos.blogspot.com , y en él se despliegan varias decenas de blogs de narradores de todo el mundo.

Ni muerto ni de parranda.

Y yo que vivía tan tranquilo en Tenerife mirando al mar, contando olas y vigilando la isla de la Palma, a lo lejos, para que no se la lleven.

Pues eso, que si estás interesado/a en la narración oral y los cuentacuentos, que nos hagas una visita. Y si eres del oficio, que te apuntes. Sale gratis.

Un abrazo, que vuelvo a mis scripts de la web.