lunes, 6 de julio de 2009

Apostillas al "Pacto de sangre"

Algunos lectores y lectoras de este blog se han sentido frustrados, decepcionados y hasta traicionados por el final brusco y extradiegético (desde el exterior del texto) de Pacto de sangre. Lo lamento, pero no puedo arrepentirme de haber finalizado así. No ha sido una venganza absurda contra los lectores, sino una necesidad imperiosa de acabar la historia con un golpe incomprensible, desafortunado, como la muerte misma. Malena muere (por más que ya esté muerta) en un momento en el que no le tocaba morir, sino seguir avanzando en sus aventuras de ultratumba. Esa es la teoría, pero la realidad es que a veces la muerte sorprende con la tarea a la mitad, y la vida se queda inconclusa. También las novelas a veces tienen muertes prematuras. Y con frecuencia tienen vidas (desarrollos) aburridas, exageradamente largas y monótonas. Solo unas pocas novelas, y vidas, tienen la intensidad justa, la longitud adecuada, los acontecimientos precisos, y un final glorioso que deja a los lectores y a los deudos con sensación de plenitud y agradecimiento. Eso es la novela de una novela. La realidad de la vida (y de las novelas) es otra, múltiple e insatisfactoria cientos de veces.

Tal vez Malena regrese, como a veces regresa un amigo que se fue a vivir muy lejos en unos momentos en los que éramos uña y carne. Pero, para qué engañarnos, los amigos casi nunca vuelven, y cuando vuelven, si es que vuelven, resulta que son otros, que han cambiado, que ya no existe la misma conexión que teníamos antiguamente, quizá porque tampoco ya nosotros somos los mismos, y decepcionamos también al amigo que regresa sin quererlo, aunque él tampoco nos diga nada.

Aunque creo que los amigos, y Malena, regresarán disfrazados con otra ropa. El amigo regresa siempre con otro nombre y edad, casi es imposible reconocerlo en el nuevo personaje que aparece de repente en nuestra vida, pero es el mismo, fíjate bien, es la misma esencia de la amistad reconfortante, como la pasión y el deseo, aunque disfrazada en las carnes de otro cuerpo. Las reencarnaciones no suceden en otras vidas después de la muerte: suceden en esta vida, delante de nuestras narices, pero nos cuesta reconocerlas.

En fin, que gracias a todos los que seguís estos escritos dispersos, unas veces más coherentes que otras. Yo seguiré intentando llegar cada día un poco más allá, por lo que las vías muertas y los fracasos están garantizados de antemano. Pero tal vez, ojalá, estas escaramuzas heterodoxas me lleven a un lugar nuevo, inexplorado. Habrá que intentarlo.

Imágenes anónimas capturadas con Google

8 comentarios:

Tiburcio Samsa dijo...

Creo que esta entrada como postscripto quedaría muy bien como final de la novela.

Belén dijo...

Bueno, es tu novela, tu blog y tu imaginación... puedes hacer lo que desees :)

Besicos

Beatriz Montero dijo...

Hasta las apostillas están deliciosamente escritas.
Estoy con Tiburcio. Esto podría formar parte de la novela.
El escritor es el que tiene la última palabra de su novela.
Aquí va todo mi apoyo.
Besitos.

LA ZARZAMORA dijo...

Sî yo siempre creîdo en las reencarnaciones literarias. Ya tardas en reencarnarlos!! (sonrîo)

Besos Enrique. Como te dije, tù eres el Dios de este relato, y es lo que hay...

Edurne dijo...

Y usted que lo diga, caballero!
Y hágase su voluntad!
Besosssss......................

Palabra para verificar: REVESS jajajajaja!

Elisa Agudo dijo...

Buen viaje a esos lugares inexplorados :-)

Besos,
Elisa

Una ET en Euskadi dijo...

¿Qué quiere decir eso? Qué "a la final" no me perdí tanto?
La verdad, volví de unas vacaciones tan pero tan vitales que me hubiera costado mucho volver a ubicarme en un cementerio.
Soy otra, así que espero una nueva novela, a ver si esta vez la puedo seguir .
Te lo pido desde lo mas "extradiegético" de mi corazón

Anónimo dijo...

Quien crea, manda... ¿verdad? ;-)